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domingo,
21 de
agosto de
2005 |
Trabajan para remozar la pieza de Madame Safo
Es en el Hotel Ideal, la casa histórica mejor mantenida
El burdel Madame Safo se comenzó a construir en 1914 a imagen y semejanza de un prostíbulo francés. Fue el más refinado de todos los de la zona, en una época en que esas casas de placer se caracterizaban por tener un gran patio y todas las habitaciones alrededor. Durante los últimos diez años el patio y las habitaciones de este lugar fueron recicladas y restauradas conservando su estilo arquitectónico. Y ahora, los actuales dueños del motel que allí funciona están empecinados en dejar a punto la habitación en la que dormía su regenta, Madame Safo.
Las paredes de la habitación tienen arabescos, el techo luce una cúpula decorada en los márgenes con estrellitas, hay más de un espejo original y una ventana con vitraux. Sobre una pared se colgó por décadas un tapizado con el dibujo de mujeres desnudas y en actitud romántica. La pieza se deterioró y ahora se envió a Italia, donde será restaurada por un especialista.
Cuando se termine de reciclar esta habitación, en la que ahora está trabajando el ebanista local Rider Rizzo, quedarán en el motel 26 habitaciones flamantes: algunas, como la de Madame Safo, contará con sauna y música. Su valor, por tres horas, será de 79 pesos; pero habrá otras más económicas, se alquilarán por 35 pesos el turno de dos horas.
Este burdel comenzó a ser regenteado por un probable testaferro de apellido Malatesta y su mujer. Las habitaciones estaban tapizadas con alfombras. Las paredes y techos tenían espejos y trabajaban entre 15 y 20 pupilas (se las llamaba así porque vivían en el burdel) o prostitutas. La mayor parte eran francesas, de muy cuidada apariencia y vestuario.
Para ingresar al prostíbulo había que vestirse de etiqueta. Era frecuentado por personajes de negocios, políticos y visitantes ilustres y tenía una calesita en la que las muchachas giraban con vestido de tul esperando ser elegidas por distinguidos clientes.
El trabajo allí, como en todos los quilombos de la zona, era a la lata. Cada cliente pagaba en efectivo y recibía a cambio una ficha de metal que entregaba a la prostituta antes del acto sexual. La pupila las juntaba y cada fin de semana las reintegraba a la regenta del burdel.
Cada chica recibía un porcentaje que oscilaba en alrededor del 50 por ciento. Así funcionó este negocio hasta 1932, cuando cayó el imperio de las asociaciones de tratantes de blancas y prostíbulos.
Sus propietarios y el negocio debieron emigrar a zonas vecinas, como Granadero Baigorria y Villa Diego, hasta que dejó de existir la prostitución legal.
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