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miércoles,
17 de
agosto de
2005 |
Que esta vez
sí sea el inicio
de algo mejor
Pablo Casazza (*)
Que habrán dicho los diarios el 12 de abril de 1975, un día después del triunfo de Central frente a Newell's, con un gol de Mario Kempes, para quedarse con la clasificación a la Copa Libertadores. Quizás que se estaba en presencia de dos potencias del fútbol, que los rosarinos -dueños de varios títulos en el inicio de la década del setenta- podrían trascender por su fútbol. Si esas fueron las hipótesis, poco han acertado. Han pasado 30 años y salvo honrosas excepciones -las finales jugadas por Newell's en el •88 y en el •92, y la semifinal de Central en el 2001- la historia pasó por otro lado. Treinta años de absoluta sequía, de mirar por televisión festejos ajenos. Y aquí empiezan las dudas y los interrogantes.
¿Es posible echarle la culpa solamente a los dirigentes de los pasos en falso y los saltos al vacío? ¿O también los hinchas y los socios deberán dejar de lado el folclore barato y hacer su mea culpa sobre el andar de las instituciones? ¿Y el periodismo habrá sido el fiscal correcto ante tantas desprolijidades cometidas? Mañana puede fundarse una nueva etapa. Estarán cara a cara y el que gane podrá lucir vanidoso la cara de la felicidad. La gran ventaja es que no habrá intermediarios. Uno frente al otro, como le gusta al hincha de verdad, aunque la semana previa consuma una rara sensación de miedo y felicidad.
Desde lo futbolístico quizás la balanza se incline levemente hacia los rojinegros, simplemente por una cuestión de experiencia y jerarquía individual. Tiene jugadores con mayor rodaje internacional que los canallas. Un ejemplo es Ariel Ortega. Es uno de los pocos jugadores que por sí sólo puede ganar un partido. Aún así, nada de esto implica que haya un resultado dado de antemano.
Los centralistas han dado históricamente muestras de carácter que han disimulado falencias técnicas. Muchas veces la gran fiesta del fútbol de la ciudad se ha jugado en los límites de la pasión y la violencia. De alto riesgo, así se lo califica al partido. ¿Era necesario llegar a eso? Uno equipo va a pasar y el otro morderá un muy amargo polvo. Sin embargo, si todos están a la altura, los dos -aunque suene desubicado- podrán ganar y sentar una base prodigiosa para el futuro. Ese es el deseo. Y que las hipótesis de los diarios de setiembre del 2005 puedan acertar en los pronósticos.
(*) Corresponsal de La Nación
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