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miércoles,
17 de
agosto de
2005 |
Santa Fe, ciudad
de sorpresas
Visitar la ciudad de Santa Fe es una experiencia llena de sorpresas, especialmente para quienes lo hacemos en automóvil. La noche del jueves 11 de agosto estacioné mi vehículo particular a una cuadra de la peatonal, frente a una entidad bancaria. Antes de hacerlo consulté si en esa zona se podía estacionar y me informaron que después de las 20.30 no había problemas. Al regresar del paseo el terror se apoderó de mí: el auto no estaba. Desesperado, movido por el pavor de haber sido objeto de un robo, me dirigí a un taxista que se encontraba cerca del lugar y le pregunté si había visto algo o tenía idea de qué podía haber sucedido. "No te hagás problema, seguro que te lo llevó la grúa", me dijo. Automáticamente pedí que me llevara al lugar donde podía constatar esto y nos dirigimos hacia el puerto. Efectivamente, mi vehículo privado estacionado en la vía pública había sido trasladado y debía tratar con la Prefectura Naval su restitución a mis manos. En ese momento el miedo cambió por indignación. ¿Con qué derecho habían remolcado mi vehículo? ¿Acaso la ciudad de Santa Fe tiene una actividad financiera tan intensa que justifique remover un automóvil estacionado a las 21 frente a un banco? Si se trataba de una infracción de tránsito -involuntaria, porque ningún cartel especificaba que la zona estaba destinada a la carga y descarga de valores las 24 horas- ¿no bastaba colocar una multa en el parabrisas? ¿Por qué está involucrada la Prefectura, cuya misión y función -según mi modesto entender- jamás la imaginaba asociada a las cuestiones de tránsito? Finalmente opté por lo más sensato que puede hacer un forastero inmerso en una situación que lo supera: pagué los 75 pesos de multa y huí lo más rápido posible con el auto hacia las seguras aguas de la cochera del hotel, antes que involucrarme en la lenta burocracia de los reclamos.
Sebastián Thüer, DNI 25.698.659
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