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miércoles,
17 de
agosto de
2005 |
De bolsitas, palitas y perros II
Nosotros somos cuatro en la familia y tenemos un perro al que le brindamos todo lo que un animal necesita. Lo queremos mucho y él parece saberlo. Da la impresión de que nunca se quisiera ir de nuestra casa. Y eso que nunca lo tratamos como a un ser humano sino como a un perro, y él parece estar muy a gusto con ese trato. Nada de entrar a la casa, de dormir en nuestras camas, de viajar en auto o de estar debajo de la mesa mientras comemos. Nosotros consideramos a nuestro perro como un integrante más de la familia, pero jamás lo llevamos con nosotros a ningún lugar, y si alguna vez nos ausentamos por algunos días dejamos a una persona que él conoce para que lo atienda. Nunca sacamos a nuestro perro a la calle, ni para que haga sus necesidades en la vía pública ni para que asuste a nadie, y mucho menos para que acerque su hocico maloliente al canasto de comida de alguna persona. Pero nosotros padecemos todos los días en la zona de La Florida y del parque Alem la desubicación de mucha gente que pasea sus perros libremente sin ningún tipo de respeto por las personas. Parece en algunos casos como un desafío a la autoridad eso de entrar con perros en lugares públicos donde expresamente se prohíbe (por razones obvias) el ingreso con animales. A la sociedad protectora le preocupan mucho los derechos de los animales y me parece estupendo, lo que no puedo comprender es cómo en ese afán de protegerlos ponen a las personas en estado de indefensión. Lo mismo que a la lectora Mónica Beatriz Gil con su esposo y su hijita de tres años, a nosotros nos toca a diario presenciar situaciones como la que ella vio con el perro doberman en el parque Urquiza. El error de muchos es pensar que los perros pueden razonar como seres humanos. Creo que los confunden muchas actitudes realmente inteligentes que tienen los animales. Con ese criterio yo podría salir a pasear mañana con un gorila y decirle a la gente: "¡No se asuste! ¡Es un animal inteligente, bueno y educado!". En fin, la Municipalidad y otras asociaciones saben muy bien cuál es el problema de los perros en la vía pública (solos o con sus dueños), pero parece no importar demasiado.
Norberto Fernando
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