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 miércoles, 10 de agosto de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
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-Hace pocos días, al llegar a este diario, me encontré con una grata sorpresa: una carta de puño y letra de la escritora Olga Bressano de Alonso. Deseo agradecerle sus palabras y los ejemplares de su obra que me hizo llegar. Quiero aprovechar la oportunidad y ya que en la misiva ella hace referencia a la "brillante" participación del periodista Jack Benoliel en el Encuentro Cultural "Crecer en el gueto, crecer en el mundo", organizado por la colectividad judía de Rosario, para hacer mención de este magnífico y talentoso orador esas palabras que también gratamente encontré sobre la mesa de trabajo hace unos días, palabras todas estas que, la verdad sea dicha, muy lejos estoy de merecer.

-En la carta, la escritora Bressano de Alonso recuerda que en el encuentro que se realizó en la kehilá de Rosario Benoliel hizo referencia al acercamiento del catolicismo en las últimas décadas hacia "los hermanos mayores", para usar los términos con que el recordado Papa Juan Pablo II definió a los judíos. Benoliel evocó también a Juan XXIII y a monseñor Mirás, quien hace poco tiempo visitó la sinagoga de Rosario, y cuenta la escritora y profesora de letras -que entre sus extensos antecedentes figura el de ser miembro de la junta consultiva del Instituto de Intercambio Cultural y Científico Argentino-Israelí- que Benoliel terminó su conferencia expresando, respecto de este encuentro judeocristiano, "que no nos separen siglos de rencor, no hay verbo más hermoso que el verbo amar".

-Lo primero que debería traer a la luz es mi preocupación por no advertir debidamente que cada día somos seguidos de cerca por personas de tanto talento, espíritus sensibles, seres eruditos y entonces no puedo menos que pedir disculpas por la falta de celo en la revisión minuciosa de los materiales de modo de mitigar, al menos en poco, tantas limitaciones. Nos salva, eso sí, la humildad de los grandes a la que se añade la comprensión y tolerancia de todos los lectores. Es decir, amigo mío, nos salva el amor, ese amor del que habla Olga en su misiva y en su obra, ese sublime sentimiento por el que Jack Benoliel hizo votos en su disertación. Antes de mi reflexión, deseo que tendamos sobre esta columna ese poema de Olga Bressano de Alonso, "Alguna vez...".

-"Esta espera constante/ que me acucia/ que late en mi interior,/ que me sacude,/ que me impulsa a creer/ que siempre lo importante/ está por suceder.../ Que hay tiempo para todo,/ para dejar inconclusos los proyectos,/ para pensar: mañana.../ y repetir ilusa: alguna vez.../ Sí, alguna vez me sentaré a hacer nada,/ a contemplar el cielo,/ a acariciar la brisa,/a recordar la infancia,/ a mirar fotos viejas,/ a indagar el pasado/ de aquellos que ya fueron,/ a tejer con hilachas de memoria/ la colcha de retazos de mi historia".

-"Alguna vez.../ alguna vez trataré de poner freno/ a esta prisa constante/ que me obliga a correr y correr/ detrás de las quimeras,/ olvidando el sabor/ de aquel quietismo azul/ que amé cuando pequeña./ Alguna vez tendré que responder/ a esa pregunta crucial, definitiva:/ ¿Qué pienso de la vida?/ ¿Qué pienso de la muerte?/ ¿Sobrevive aquel Dios omnipresente/ de mi infancia lejana/ en algún escondrijo de mi alma?/ ¿Aún puedo hablar con El? ¿O el diálogo inconcluso,/ apenas iniciado,/ también fue postergado/ por la loca carrera,/ por las ansias de hacer en vez de ser?".

-"Alguna vez.../ Alguna vez quizás comprenderé/ que muy pronto mañana, será ayer".

-Este bellísimo poema de Bressano de Alonso lo quiero dedicar a todas aquellas personas que aún no hemos comprendido (¡y cómo movemos a pena, pues es muy lastimoso vivir en el subsuelo sin recibir apenas un tenue rayo de luz!) que el destino del ser humano es amar, amar sin condiciones; amar sólo por la necesidad de amar y no por el resultado o el sospechado rédito que ello pueda traer consigo. Amar al prójimo, al más cercano y al más lejano, especialmente amar al ser esencialmente bueno (aunque tenga chispazos de maldad, la naturaleza de lo bueno no puede ser maculada) porque tales seres, por lo general románticos y sensibles, frágiles como un fino, delicado y exquisito cristal, son los primeros que se rompen desesperadamente ante la estridencia del egoísmo, son las primeras herramientas que infelizmente se inutilizan en la tarea de construir un mundo mejor. Mañana seguimos.

Candi II
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