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sábado,
02 de
julio de
2005 |
Desde el llano
La madurez profesional de Mario Corea Aiello. Contrastes entre lo público y lo privado. Sus obras y la turbulenta relación con Rosario
Aníbal Fucaracio / arquitecto
Mario Corea Aiello es uno de los arquitectos rosarinos que ha conseguido tutearse con la notoriedad. Exiliado por cuestiones ideológicas que nunca quiso traicionar, fue quien le abrió las puertas de Barcelona a muchos otros profesionales de nuestra ciudad para que luego puedan adquirir vuelo propio. En la fascinante Catalunya pudo encontrar su lugar de acción y proyección internacional. Y desde allí, a los 65 años, disfruta de un momento de complacencia y reflexión.
Este ardiente fanático de Newell’s, del Polaco Goyeneche y el jazz, estuvo en La Capital para compartir una extensa charla de la que también participó el director de la Revista Bio, Román Brunet. Allí, Corea contó que vino a la ciudad para verificar la continuación de una de sus obras más emblemáticas: el nuevo Hospital de Emergencias Clemente Alvarez. “Estoy convencido de que si ese hospital no hubiera estado en esa parcela en particular, hubiera sido un edificio distinto. Porque es una obra que construye la manzana”, afirmó.
Mario sabe que ante este tipo de obras de gran envergadura siempre surgen críticas: algunas sanas y otras no tanto. “Se puede llegar a discutir la utilización del cristal, pero la mayoría de la gente habla sin saber porque el Heca tiene un cristal especial que por sus características técnicas se comporta mejor que la mampostería. Quizás cuesta un poco más caro que el cristal simple, pero es más barato que la pared compuesta. Y a su vez, su incidencia es insignificante en el costo final de la obra y le brinda a la ciudad una gran transparencia con respecto a su hospital y viceversa”, comenta Corea.
—¿Cómo ve el avance de la obra?
—Sufrió un retraso pero ahora está nuevamente en marcha. Hay que tener en cuenta que el proyecto empezó en el ‘98 y que se hizo una parte que es la cáscara externa. Pero entre el ‘98 y el ‘2005, la medicina siguió avanzando. Entonces, los médicos -con muy buen tino-, nos propusieron algunas adecuaciones. Lo bueno es que el proyecto está pensado para que estas modificaciones puedan ocurrir no sólo ahora sino también más adelante, sin que tenga que cambiar la fachada ni la planta mecánica. Mi impresión es que ha habido cierta reticencia con respecto a esta obra pero se va a terminar.
—¿Hay fecha de finalización?
—La fecha que se está barajando es fin de año. Somos conscientes de que hay una demora que tiene que ver con la empresa, la obra, la adecuación del proyecto y los planos definitivos. Pero soy optimista y lo que más contento me pone es que se está haciendo muy bien.
—El Heca está enclavado en un sector rodeado por una facultad privada, un lote de un plan de viviendas, un edificio del Fonavi, ¿no existe un cierto desequilibrio?
—Me parece que la ciudad es así. Barcelona también, lo que sucede es que nadie publica la foto entera. La ciudad se va haciendo por etapas, por impulsos. Creo que el Heca va a ser una pieza singular entre las otras obras, hasta como soporte.
—¿La zona del Centro Municipal Distrito Oeste Felipe Moré, como hito urbano, fue mucho más conflictiva?
—Esa zona va a cambiar. El CMD está dando vuelta el barrio. Me comentaban que a partir de los distritos y las construcciones de plazas, las personas que viven en el barrio comenzaron a remodelar sus casas. Como se sienten parte del cambio, la pintan para estar más acordes.
—¿El Hospital planteó un desafío mayor?
—El Heca está en un barrio menos conflictivo desde el punto de vista de la historia. Pero era complicado por la presencia previa, con la existencia de una avenida compleja. Esta intervención va a ser parte de la historia de la integración de la ciudad. Dentro de una ciudad real, con piezas más significativas, más simbólicas, más humanas y otras menos exitosas.
—¿Cuánto le representa en lo profesional?
—En mi carrera, el Heca es una obra significativa. El hecho de hacerla en mi ciudad, a los 65 años, es como poder cerrar mi etapa en Rosario. A mi edad ya estoy cansado y creo que he aportado lo suficiente. Y eso se lo debo agradecer a Binner y Palumbo, que me dieron la oportunidad, después de haber sido exiliado y echado, de que vuelva a mi ciudad para participar de un proyecto urbano.
—¿Aceptaría otra obra por encargo directo?
—A lo mejor participaría de algún concurso de una pieza importante de la ciudad. Pero no volvería a aceptar un encargo directo. Ya me siento reconfortado y representado con lo que dejé.
—¿Le quedó alguna cuenta pendiente en Rosario?
—Y en esta ciudad me quedaron algunos dolores. Creo que no han sido justos conmigo. Pero pongo en la balanza lo bueno y lo malo y realmente lo positivo pesa mucho más.
LO PUBLICO Y LO PRIVADO —¿El arquitecto tiene más capacidad de transformación desde lo público?
—Queda claro que la arquitectura pública tiene más posibilidades de participar en la construcción de lo urbano. La privada se mira mucho a sí misma, como objeto. Rara vez en una casa se pone dinero para construir la calle, al contrario. En cambio, una escuela o un hospital tiene que pensarse con un compromiso mayor. El ejemplo del Heca es bastante claro. Yo creo que es una pieza hospitalaria que se convierte en una pieza urbana. Lo mismo que el Distrito Oeste. Son piezas que construyen.
—¿Hizo alguna vez una obra de carácter privado?
—En 30 años de profesión debo haber hecho solamente una casita a un amigo. A mí lo privado no me interesa, ni siquiera ideológicamente. Tengo una estructura donde participo de concursos, pierdo 5 y gano 1. Eso me permite mantener el estudio en Barcelona a través de la realización de escuelas, centros deportivos, centros de salud o viviendas públicas.
—¿Cómo ve la obra pública de Rosario?
—El problema es con los arquitectos externos. La obra pública se hace muy desde adentro. Yo nunca cobré un dineral estando en Rosario, siempre he estado como asesor con un sueldito y esto se malentendió. En Europa, los honorarios para un hospital como el Heca serían de 600.000 euros. Eso en Rosario es imposible, en cambio en Barcelona es factible.
—¿Cómo es el sistema en Barcelona?
—La municipalidad llama a concurso, contrata un profesional con honorarios y le paga. Entonces su plantilla fija es muy chica y la arquitectura la hacen los arquitectos desde afuera con control del Estado. En Barcelona, desde 1990 en adelante, se contratan profesionales nacionales e internacionales muy respetados, se les paga bastante bien y sería inconcebible que una obra como las del Forum no tuviesen un arquitecto de firma.
—¿En Rosario hay mucha reticencia a aceptar al que viene de afuera?
—Creo que los extremos son equivocados. No hay que crear una idea de estrellas de la arquitectura donde pueden hacer lo que quieran donde quieran. Pero por otro lado, no se puede ser localista sabiendo que la arquitectura se hace entendiendo todo lo que pasa. No se puede ser analfabeto y no leer ni mirar nada más que lo de uno. O pregúntenle a cualquier escritor si no leyó El Quijote. Eso lo pueden hacer sólo unos pocos genios, pero para los demás es un proceso cultural. No hay que endiosar a los arquitectos externos pero tampoco despreciar lo que pueden aportar.
EL DESARRAIGO —¿Cómo fue el desarraigo?
—No me quejo, porque me fue muy bien, pero no fue fácil. Yo me crié, estudié y me recibí en Rosario. Primero me fui por propia voluntad cinco años a EEUU. Después volví y empecé a trabajar en la ciudad (en la Facultad) y de repente vino un golpe de estado y me tuve que ir forzado por las circunstancias. Cuando me fui, dejé un hijo y una familia. Aunque todo el mundo ve la parte glamorosa de esta historia.
—¿Qué quedó de aquel joven de izquierda luchadora?
—En Europa las situaciones son distintas. Allá yo me permito hacer obra pública porque es una obra social. Sobre todo si las administraciones son socialistas porque tienden al bienestar de la sociedad. Ese es el marxismo que me queda. No soy un panfletario ni un tirabombas. He escrito artículos, he defendido mi postura y me he opuesto permanentemente a cierta mercantilización de la arquitectura y a la banalización del star-system.
—¿Quién es el arquitecto más importante del mundo en este momento?
—Creo que Koolhaas. Y si lo traen a hacer una obra a Barcelona, me parece fantástico. Ahora, si los alumnos, los profesores y los críticos hablan de él como si fuera el Papa, no va. Y eso lo reclama el propio Koolhaas.
—Pero Koolhaas se deja tomar como un arquitecto estrella. ¿No hay una doble moral allí?
—Puede ser. Pero siempre denuncia al star-system como algo negativo para la sociedad y la arquitectura.
Mario Corea Aiello está construyendo, entre otros trabajos importantes (ver aparte), el Hospital de Mollet que es el servicio de salud principal de toda una isla. Y profundiza sus conocimientos en la cuestión ecológica dentro de la construcción. Se siente en la mejor etapa de su vida porque el destino le brindó la oportunidad de hacer obras con las que se encuentra identificado ideológicamente. Y eso lo vuelve pleno. Se enorgullece con el reconocimiento que le dispensan sus pares, tanto en el país como el exterior. Y con rigurosa sinceridad, admite que no tiene más ambiciones.
“Nunca he traicionado mis ideas. Todavía defiendo a Cuba y al pueblo de Irak que se revela contra la invasión. Lucho por mis ideales dentro de mi profesión y como docente. Desde ahí es donde quiero seguir peleando”, afirma. A juzgar por sus palabras, Mario Corea es un arquitecto absolutamente satisfecho por su pasión y que después de mucho luchar, atravesando desencantos y alegrías, consiguió su realización a través de ella. Sin esconder nada detrás de su discurso. Fiel a su s principios.
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