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sábado,
02 de
julio de
2005 |
Yo opino: un retoño de revoluciones silenciosas
Ana Clara dalla Valle
Es muy probable que un tema relegado sea el más importante. Y creo que hay algo por más breve o caro que sea, que es, sin lugar a dudas, lo más valioso que preserva la cultura: el libro. Estoy segura que el libro es un eterno formador de personas y que posee un valor incalculable.
Es de destacar la vigencia de este sembrador de razón, su duración inmortalizada en obras cumbres, como "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", "La divina comedia" o "Hamlet". De esta manera, no hablamos sólo de hechos contemporáneos sino de tesoros antiquísimos. El libro existe desde siempre. O al menos desde que se decidió plasmar memorias, pensamientos para no olvidar, discursos ilustres.
El libro se muestra leal, amigo, compañero, fiel, sincero. Lo considero como fuente de absoluta pureza y confianza, como retoño de revoluciones silenciosas. Además, no traicionan, no gestan rencores ni maldad, simplemente esperan con mucha disciplina en algún lugar, en algún rincón remoto.
Es oportuno citar a Mempo Giardinelli, quien asegura con imponente certeza: "El libro puede y debe ser nuestro instrumento para aclarar y orientar, para la razón y el entendimiento". Respeto lo que enuncia, y considero que el libro cumple una función indispensable. Es constructor de una sociedad capaz de resolver su presente y tener una visión de futuro.
Es innegable que nuestra misión en este mundo es ser alguien, ser una persona con la facultad de comprender, de procesar, de aprender, con capacidad para desarrollar aptitudes aún en las adversidades. El secreto para concretarlo está encuadernado.
Leer nos hace críticos, racionales, pensantes, hábiles. Nos hace grandes y muy superiores, nos transforma en individuos ricos, sumamente ricos. Y es nuestro deber elegir al libro como guía, cualquiera que sea, porque todos, sin distinción, son productivos. Por otro lado, la lectura desarraiga nuestra ignorancia, nos sirve para luchar contra la manipulación ideológica, contra la esclavitud mental, contra el sometimiento que quiere que seamos sólo números.
En cada biblioteca, tenemos la posibilidad de imaginar mundos, historias, vidas, podemos creer y crear, creer para crear. No hay avance tecnológico que los sustituya. Esto convierte al libro en una herramienta irremplazable.
El libro encierra mucho más que palabras oscuras, el libro es valor, es sentido, es solución, es filosofía, nos muestra una realidad que no es la que siempre podemos ver.
Me da la cálida sensación de pensar en el libro como persona. El libro es único, promueve ideas, resucita si lo tocamos, engorda si lo alimentamos de trabajo y sacrificio, enferma si lo olvidamos, agoniza si lo discriminamos, se sienten inútiles, y lloran. Pero ríen y enseñan, se deja querer pero permite que los odiemos.
¿No sentís, ante el libro, la imperiosa necesidad de abrazarlo y agradecerle su existencia? Sería excepcional que descubramos en este instrumento de sabiduría lo que es: moral, verdad, felicidad. Es una salida significativa por la que vale la pena luchar. El libro es el formador perfecto de sueños y utopías, el que nos permite crecer y volar, amar y dar vida.
Me atrevo a incentivar la lectura, a esparcir la pasión que encierra el libro, los libros, así encontraremos la manera simple de ser felices a través de algo que de simple, no tiene nada.
(*) Tiene 15 años, es de Pujato y ha sido seleccionada para representar a Santa Fe en el Primer Encuentro
de Estudiantes de Escuelas Medias, organizado
por Cultura de la Nación
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