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sábado,
02 de
julio de
2005 |
II Encuentro Bioquímico del Litoral en la UNL
"Es irreal pensar que se puede sobrevivir con 1.200 pesos trabajando de científico"
Gabriel Rabinovich es uno de los investigadores argentinos más jóvenes y reconocidos
del momento. En marzo de 2004, fue noticia por sus trabajos sobre el cáncer
Gustavo N. Risso Patron (*)
Gabriel Rabinovich nació en la ciudad de Córdoba hace sólo 36 años. Después de hacer su escuela primaria y secundaria en la capital mediterránea, estuvo un año en Israel donde hizo el profesorado de hebreo "por esas cosas de la vida, porque no estaba seguro de qué quería estudiar". Cuando regresó a su ciudad natal comenzó a cursar ciencias químicas en la Universidad Nacional de Córdoba sin siquiera imaginarse que en marzo de 2004 sería la noticia principal de todos los medios de comunicación argentinos, después de que su trabajo profesional fuera publicado por las prestigiosísimas revistas "Cell" y "Nature".
En 1993 terminó su carrera de grado; en 1998 se doctoró y se fue dos años a Londres -donde ya había estado terminando su tesis de doctorado-; y en 2000 retornó a Buenos Aires, comenzó a formar su equipo de trabajo y entró a la carrera de investigador del Conicet.
De excelente humor, sencillez envidiable y jóvenes facciones, el investigador argentino que aún está en el país porque "quiero tener a mis amigos y a mi familia cerca" disertó sobre el "Rol de Galectinas en fenómenos inmunomodulatorios y de escape tumoral", en el III Encuentro Bioquímico del Litoral que se desarrolló en la Universidad Nacional del Litoral, en junio pasado.
-El año pasado la revista "Cell" publicó su trabajo en la portada. ¿Qué se siente a su corta edad -y haciendo ciencia en Argentina- que una de las revistas más importantes del mundo haya publicado su desarrollo?
-No se puede creer y, obviamente, nos cambió la vida. En realidad, cuando uno manda a publicar un trabajo, manda a revistas más modestas, más humildes. En 2003 nos tiramos el lance. La verdad, fue fantástico, porque el tema les interesó de primera, lo pusieron en la tapa y fue un milagro. Además, después de la publicación de "Cell", la revista "Nature" nos pidió un artículo de revisión que nos posicionó muy bien en el mundo. Y lo que también nos enseñó todo este proceso es que no hay que tener miedo, porque si uno está seguro de lo que está haciendo -aunque provenga de la Argentina y crea que es difícil competir con otras tecnológicas en todo el mundo- no es imposible.
-Pero no todos los grupos de investigación publican en esas revistas. ¿Hay algún secreto?
-Independientemente de la metodología, lo importante es contestar una buena pregunta. En nuestro trabajo, no usamos grandes metodologías, pero sí las necesarias como para poder contestar las preguntas importantes. Me parece que lo más importante es hacerse la pregunta y no la forma que se usa para responderla. Sin duda, hay muchos que podrán profundizar sobre nuestros mecanismos con técnicas más sofisticadas. Pero lo que vimos es que también las revistas más importantes del mundo se focalizan en la importancia y en la relevancia de la pregunta. Otro tema importante es que, sin duda, los buenos trabajos surgen de la interacción interdisciplinaria. Esto tenemos que aprender los argentinos: los trabajos que publican "Nature", "Cell" o "Science" se focalizan en la necesidad del contacto interdisciplinario. Es preferible un trabajo de gran impacto que cuatro que copien cosas ya hechas. Y eso es un aprendizaje que estamos tratando de hacer las nuevas generaciones, tratando de demostrar que un buen trabajo riguroso cada cinco años vale más para el progreso de la ciencia universal. Y en este sentido, también las instituciones de evaluación científica tienen que aprender esto para no exigir mucho más de lo que el científico puede dar y que pueda crear algo bueno y profundo.
-¿Sigue trabajando en el país por sus convicciones?
-Yo no diría que es por convicciones, porque creo que la ciencia es universal y estoy abierto a propuestas para trabajar en otro país. Si uno puede hacer algo por el bien de la sociedad -y especialmente en la salud humana- y si uno encuentra las mejores vías y la mejor forma de vivir, está todo bien. En mi caso, la decisión se fundamenta en lo afectivo: quiero tener a mis amigos y a mi familia cerca. Si yo estoy bien desde el punto de vista afectivo, puedo crear. Si no estoy bien desde el punto de vista afectivo, por más que tenga mucho dinero de sueldo y todos los equipamientos más importantes y más sofisticados, no voy a poder hacer la misma ciencia.
-¿Por qué cree que no se toman las decisiones adecuadas para mantener en el país a grupos como el suyo?
-Creo que el gobierno actual está intentando y tiene toda la intención. El año pasado lo palpé de cerca cuando nos reunimos con (el presidente Néstor) Kirchner. El actual presidente del Conicet también hizo un esfuerzo muy grande para que ingrese más gente a la carrera científica. Lo que sí me parece es que tendría que haber una interacción mayor entre el ámbito privado y el estatal. Entonces, si no alcanza lo que aporta el Estado para "bancar" la buena investigación, tiene que haber un aporte grande de empresas privadas y de fundaciones. En nuestro caso, por ejemplo, recibimos ayuda de diversas fundaciones, principalmente de la Fundación Sales. Yo no podría quedarme en el país sólo con mi sueldo del Conicet y algún subsidio estatal. Es utópico. La persona que lo hace es porque tiene una pareja que lo puede apoyar desde otro punto de vista. Es irreal pensar que se puede sobrevivir con 1.200 pesos por mes y hacer todo lo que un científico tiene que hacer.
(*) De la Universidad Nacional del Litoral
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"Los buenos trabajos surgen de la interacción disciplinaria", dice Rabinovich.
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