Día de la bandera
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 lunes, 20 de junio de 2005  
Son chicos de sexto y séptimo años y se sienten orgullosos por la distinción que recibieron
Abanderados de la Belgrano

El Día de la Bandera está estrechamente ligado a la escolaridad. Precisamente para que los alumnos puedan participar de los actos alusivos fue que se optó por el 20 de junio (día en que murió Manuel Belgrano) y no el 27 de febrero (día del primer izamiento) para honrar la enseña nacional ya que esta última fecha coincide con las vacaciones de verano de los alumnos. Y es justamente en la escuela donde se enseña a los niños el concepto de patria y a querer y respetar sus símbolos.

  Valeria Dall’Occhio, Ramiro Latorre y Sebastián Gamboa son alumnos de la Escuela Nº54 General Manuel Belgrano (Jujuy 1963), de Rosario. Los primeros cursan séptimo año (turno mañana), y tienen 12 años. El restante, de 11, va a sexto por la tarde (no hay séptimo en ese horario). Son quienes no pueden faltar a los actos, ni quedarse dormidos, porque son los que deben llevar la bandera. Los abanderados.

  “Más allá de querer ser una buena alumna, siempre me gustó ser abanderada; era una de mis metas”, admite Valeria. Los varones, en cambio, aseguran que no buscaron expresamente ese reconocimiento. “Me tomó por sorpresa; hice lo normal para ser un buen alumno, pero cuando me enteré me puse contento”, asegura Ramiro.

  Los tres coinciden en que es “un orgullo” llevar la bandera, “sobre todo en la escuela que lleva el nombre de su creador”. Sebastián resalta: “Cómo no va a ser un orgullo si es la bandera por la que muchos hombres murieron”.

  Son niños, preadolescentes, a los que les gusta el cyber, la música, el fútbol y no les asusta sentarse a estudiar. No son los típicos olfas (nunca bien considerados por sus compañeros). “No sólo se tienen en cuenta las notas, también se consideran otros valores”, interviene la directora, Martha Ilia González, y precisa: “Se evalúa contenido, procedimiento y actitudes”. “Hay que ser buena alumna, o sea: tener buenas notas y ser buena persona”, sintetiza Valeria.

  No conocen demasiado sobre la vida de Belgrano porque “hasta ahora no estudiamos historia argentina, sino la universal”, pero —como todo el mundo sabe— “eligió los colores mirando al cielo” y “para que Argentina tenga un símbolo y sea conocida en el mundo”.

  Para Ramiro, la bandera se honra con “buenos gobiernos, con educación y tratando de ser una buena persona”. “Siendo buen alumno y tratando de hacer algo importante para poder cambiar lo que anda mal en el país”, interviene Sebastián. “Sí, ser buena persona, y con la ayuda de los demás intentar mejorar algo”, aporta Valeria.

  Como futboleros que son (hinchas de Central los tres), sostienen que los colores del país son bien representados por la Selección, pero que “un logro científico”, por ejemplo, le daría al país “un reconocimiento mucho más elevado”.

  Dicen que no les pesa tener que ir a todos los actos. Interrogados (los varones) sobre si interrumpirían un partido de fútbol para cumplir con la bandera, Sebastián no duda: “Depende de qué partido”.

  Valeria está segura de que quiere ser psicóloga. Ni Ramiro ni Sebastián saben qué carrera elegirán para continuar sus estudios.

  Curiosamente los tres vuelven a coincidir en una cuestión: de haber sido alguno de ellos Manuel Belgrano, hoy la bandera sería azul y amarilla.


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Sebastián, Valeria y Ramiro frente a la fachada de la escuela.

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