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 domingo, 29 de mayo de 2005  
En profundidad. El pensador Santiago Kovadloff hizo un repaso de la realidad
"El país se encuentra anémico de ideas"
Consideró que en la Argentina "no hay oposición, sino opositores". Razones de las crisis de los partidos políticos

Mauricio Maronna / La Capital

Santiago Kovadloff parece un experto buceador de las aguas profundas de la política argentina. Con una lucidez conceptual que hoy no abunda entre los teóricos de la realidad nacional, el filósofo hace una observación crítica de la dirigencia y posa su lupa en los comportamientos de la sociedad, haciendo un ejercicio de tesis, antítesis y síntesis que lo alejan de la demagogia y de conceptos falsamente vanguardistas.

"Si hubo un rasgo distintivo de la vida política en los últimos 30 años -dice- fue la incapacidad de entender en qué consistía la disfuncionalidad republicana del sistema político vigente. Esa disfuncionalidad continúa preservada y responde a una intención: entender la política como preservación del poder. Hoy esto se agrava: desde el oficialismo no se concibe a la oposición como un requisito indispensable para la propia gestión, y en el Ejecutivo no se considera a los miembros de un gabinete como indispensables para el intercambio de ideas en la construcción de políticas de Estado. La hegemonía del modelo caudillesco sigue perpetuándose, más allá de algunos logros parciales que valoro enormemente. El presidente es un hombre que personaliza excesivamente su comprensión de la gestión de gobierno. No le hace bien a la República que se hable en primera persona cuando se habla de la República.

-También se advierte un default extremo en la oposición.

-No hay oposición, hay opositores. Quisiera llamar oposición al repertorio de diez puntos básicos que, acordados y consensuados, garanticen la subsistencia de un plan de gobierno con independencia de la figura que gane. Si estos diez puntos no pueden ser vertebrados es porque sigue predominando la idea de ganar elecciones y no de llevar adelante la creación de consensos que vayan más allá de lo coyuntural. Lo que está pasando es gravísimo, y mi mayor exigencia es hacia la oposición: deberían conformar un frente que, cargado de matices, revele, sin embargo, unidad. Mientras los opositores no demuestren que pueden ser oposición no es posible exigirle al oficialismo que proceda con un criterio cabalmente republicano y democrático.

-Hay discursos fragmentados que impiden pensar en una vertebración.

-Hay indicios alentadores de que esta dispersión lleva al fracaso. Uno es el acercamiento entre López Murphy y Macri. Es auspicioso, pero no se lo debe juzgar por la índole personal sino por la capacidad que tengan para hacer acuerdos de interés nacional. Si no formulan principios indispensables para la transición democrática, esa alianza será espectral. El discurso político tiene que descansar también en la promoción de preguntas. La manera más útil de cuestionar una gestión de gobierno es formular preguntas inéditas en torno a problemas imprescindibles. Allí la oposición deberá demostrar que tiene algo más que consignas, que tiene ideas. El país está anémico de ideas. El problema nuestro no es el fracaso, la cuestión es si lo capitalizamos o no. Todas las naciones fracasan; España fue un fracaso, Chile lo mismo... Todas las naciones que hoy son exitosas lo son porque han sabido qué es lo que les pasó.

-Gobierno que asume, gobierno que quiere refundar el país. Ahora aparece la "noventofobia".

-Es una vocación genesíaca. Quien quiera subrayar las falencias de la década del 90 nunca se va equivocar. Mucho más interesante es señalar qué tareas incumplidas deja esa década para poder avanzar. Mucha gente cree que el pensamiento no está llamado a cumplir ninguna labor en la política. Y es en la política donde los frutos de la reflexión tienen que probar su hondura.

-Pero desde el lado político dirán: ¿para qué cambiar si desde la ignorancia se pueden poner presidentes? Kirchner ganó en los cinturones del conurbano dependientes del clientelismo.

-No hay duda alguna. El PJ sabe cómo triunfar y cómo preservar los frutos del triunfo. La transformación no se le impone como necesaria porque ha disociado el ejercicio de la vida democrática de la preservación de los modelos de poder. Pero convengamos en algo: el peronismo ya no tiene nada que decir pero sabe muy bien cómo tiene que perdurar. Son dos saberes distintos. El peronismo se quedó sin discurso. Ya no se habla de planes quinquenales, de la doctrina justicialista... El peronismo aprendió de la estrategia de preservación la finalidad de su acción política. Lo terrible es que el radicalismo desaparece a medida que se peroniza. El radicalismo aspiró a durar, siempre le importó mucho más la idea de los principios cuando no ejercía el poder que preservar los principios en el ejercicio del poder. El radicalismo con su extinción y el peronismo con su duración representan la posibilidad de concebir la política como una actividad sin densidad cívica.

-La Alianza fue una gran defraudación para quienes creían en otra forma de hacer política.

-Estoy totalmente de acuerdo. La Alianza tuvo un nacimiento espurio, fue un acuerdo de coyuntura para satisfacer una demanda extraordinariamente digna. La demanda que lleva a la Alianza es cívicamente interesante y la Alianza como tal es oportunista. Fracasó el oportunismo político porque, evidentemente, no se puede competir en términos de duración con la idoneidad del justicialismo. Para comprender qué está pasando hay que analizar la figura de Eduardo Duhalde. Es el protagonista de la vida argentina, quien pone el movimiento o detiene los recursos humanos necesarios para el ejercicio del poder. Trató de recurrir al último eslabón de una cadena para asegurar el no retorno de Menem. No lo elige a Kirchner, se queda con él. Kirchner advirtió por qué lugares pasaba la disconformidad popular y procedió con inteligencia, y muy bien, a renovar la Corte. Pero no la renueva para que la Justicia opere con libertad sino para satisfacer una demanda de libertad que le exige la opinión pública. Cuando la Corte opera con independencia, Kirchner siente comprometido su poder. Es un hombre que no conoce el concepto de la interdependencia. Entonces actúa como siempre lo hizo: mediante una apología del fragmento constituida en totalidad.
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"El peronismo ya no tiene nada que decir pero sabe cómo perdurar".


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