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domingo,
29 de
mayo de
2005 |
Cuando discriminar con
las palabras no es broma
El director del Museo de la Memoria analiza el episodio del profesor que agravió en clase a los ex combatientes
Laura Vilche / Ovación
Un jugador de fútbol le dice "negro" a otro y va a la cárcel. Un profesor se refiere a los ex combatientes como "negros brutos del norte que después se cagaron muriendo" y es sumariado. ¿Qué pasa con las palabras que discriminan a otro? ¿Cuándo son una broma? ¿Cuándo dejan de serlo? Esta y otras preguntas le hizo La Capital al director del Museo de la Memoria y profesor en Letras, Rubén Chababo, quien analizó recientes episodios de discriminación que se hicieron públicos y se sancionaron.
"Todos discriminamos, así nos diferenciamos unos de otros, pero el trabajo de la cultura es que esa tendencia no se traduzca en violencia. Todos hacemos chistes sobre la condición o desgracia del otro, no podemos ser hipersensibles al chiste. Pero hay límites, en determinados contextos y sobre todo en la escuela no se puede aceptar como natural o broma una actitud prejuiciosa", dijo Chababo haciendo alusión al episodio del docente que se refirió despectivamente a los ex veteranos de guerra y que ayer fue sumariado por el Ministerio de Educación.
Deteniéndose en este hecho que se hizo público hace diez días a partir de la denuncia de la madre de un alumno y esposa de un ex combatiente, Chababo remarcó la importancia de analizar en qué contextos se enuncian los actos del habla.
"Es que con una misma expresión, por ejemplo con un insulto, podemos ser muy agresivos o muy afectuosos. Pero dentro de un espacio áulico hay que ser muy cuidadoso: allí los mensajes están dirigidos a personas que necesitan ser guiadas para mirar el mundo. El lenguaje no es inocente y por la lengua la ideología habla y descarga su violencia criminal sobre los cuerpos", remarcó.
Chababo fue más allá y afirmó que "la violencia contra el cuerpo siempre comienza primero en el lenguaje. Antes de ir a una guerra hubo que decir que había que derrotar a alguien y antes de exterminar a una comunidad, hubo que poner valores negativos sobre ese otro".
Para él, hablar de discriminación obliga a señalar responsabilidades. Y en ese sentido se refirió a la la Guerra de Malvinas como "una guerra clasista" a cuyo frente se enviaron conscriptos de clase baja "por decisión del Ejército y ante la aceptación y el consentimiento de la sociedad".
Entonces advirtió que la discriminación de clase no comenzó con los dichos del profesor sino en la guerra misma. "Pero antes, mucho antes -apuntó- en el imaginario de quienes toleraron que ciudadanos descartables entregaran su vida por la patria".
Esa actitud, para Chababo, se prolonga en el presente. "Miremos si no quiénes integran la lista de muertos por gatillo fácil, quedan fuera de la puerta de los boliches, son los hambreados que buscan basura, son siempre detenidos por portación de cara", enumeró.
Hablando de los que se ríen de la condición o desgracia de otros Chababo no se mostró partícipe de "ir al extremo de no hacer chistes", pero subrayó la importancia de marcar límites. "Cuando un periodista como (Oscar) González Oro se mofa desde su programa de radio de los bolivianos llamándolos bolitas no hace más que justificar esa violenta acción que los alumnos de las escuelas han internalizado al descalificar a sus compañeros llamándolos paraguas, villeros o desnutridos".
Propuso frente a estos hechos recordarles a los jóvenes que "sus abuelos cuando llegaron a América fueron martirizados con violencia prejuiciosa. Turco, nápoli, gallego, mercachifle, ruso, eran palabras usadas con liviandad en los primeros años del siglo XX, para denostarlos", recordó.
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