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 domingo, 22 de mayo de 2005  
Perspectivas
El ciudadano Blumberg
A través de una investigación periodística hecha libro Lucas Guagnini describe al hombre que desveló a más de un político con su reclamo de seguridad

Leo Graciarena / La Capital

Tal vez como una mueca del destino de los argentinos, signada muchas veces por las contradicciones, el miércoles 24 de marzo de 2004 quedará en la memoria por dos importantes razones: ese día ante las puertas de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), un presidente argentino pidió perdón "de parte del Estado por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia tantas atrocidades". Este pedido era por el rol que le cupo al Estado, en manos de las Fuerzas Armadas, por la represión ilegal que terminó con miles de desaparecidos durante la dictadura militar. Casi a la misma hora en un cementerio privado de la localidad bonaerense de Pilar era sepultado Axel Blumberg, un muchacho de 23 años asesinado por una banda que lo había secuestrado seis días antes. A partir de ese momento, el apellido Blumberg, encarnado en el nombre del padre de la víctima, sería un lugar obligado en cualquier agenda en la que se trate el tema seguridad. "No voy a parar hasta que en la Argentina dejen de matar a nuestros hijos", dijo Juan Carlos Blumberg, ante la tumba de su hijo.

Y en "Blumberg, en el nombre del hijo", libro que publica Editorial Sudamericana, el periodista Lucas Guagnini desglosa en tiempo de novela policial la historia del apellido que quedó ligado a la discusión que más tiempo ocupa a los argentinos: la inseguridad. Teniendo, tal vez, como espejo el "Operación Masacre" de Rodolfo Walsh, el autor logra brindarle al lector las herramientas para saber quién es este controvertido ingeniero transformado en un símbolo de las necesidades de un importante sector de la clase media.

Así,arrancando desde aquella noche en la que Axel cerró la puerta para ir al cine con su novia Steffi, en una sólida investigación periodística Guagnini brinda preciosa información para decodificar el mundo Blumberg. Ese hombre, hijo de inmigrantes lituanos y alemanes, de cabello blanco, frente ancha y ojos claros que paseó su dolor y su reclamo por todo el país.

El autor se mete en las entrañas de Blumberg como persona para explicar quién es, de dónde viene, cuáles son sus referentes, cuáles son las ideas que marcaron su personalidad y quiénes rodean a este nombre "Soy un portavoz de la gente", se define este hombre que encarna a un personaje que despierta pasiones extremas y que instaló en los medios la idea de que "sólo los delincuentes tienen los derechos".

Guagnini logra descifrar en una veintena de las 268 páginas el perfil de su personaje. Nacido el 7 de febrero de 1945 en el partido de Avellaneda, Blumberg fue criado con mano dura, y con la idea de que el comunismo era sinónimo de asesinos, tras escuchar cientos de veces los relatos de su madre, Ursula, quien huyó de Lituania tras ver cómo los soviéticos mataban a sus padres. Una infancia disciplinada que lo colocó a los "veinti y pico" como jefe de una planta textil con 400 obreros a su cargo. Un hombre atemorizado: ya siendo gerente, durante los años de plomo de la dictadura, pensaba que podía ser secuestrado por "los subversivos". Un hombre precavido: asistía a clases en la Policía Federal para evitar ese mal trago.

Y fue en sus primeros treinta años de vida cuando Blumberg edificó la personalidad que hoy cautiva o produce rechazo. Su entorno actual se construyó con conocidos de su infancia en Avellaneda y las personas que fue aceptando en su vida gerencial. Negociador nato y cultor de la idea del "voto calificado", Blumberg tiene un nombre en el mundo de los empresarios textiles por exprimir al máximo los recursos, sean humanos o de los otros.

Exigente y disciplinado; obsesivo y metódico, Blumberg perdió lo que más quería en el mundo. A su hijo Axel, ya lo presentaba entre sus pares como el futuro gerente de los negocios familiares.


LOS EFECTOS
Guagnini también explora la vida de Axel como el nexo que unía a Blumberg con su esposa, una pareja que técnicamente ya se había separado a la hora de la muerte del joven. Desde que Juan Carlos Blumberg se transformó en sinónimo del reclamo por mayor seguridad sólo en la provincia Buenos Aires, cuyo conurbano brindó la escenografía para el secuestro y posterior asesinato de Axel, fueron removidos 940 policías. Ciento cincuenta de ellos, jefes y oficiales de la Policía Federal.

El Congreso de la Nación votó leyes que endurecieron el trato entre la delincuencia y la sociedad: el aumento de las penas para la tenencia, portación, adulteración de armas o municiones de fuego y también para su uso ilegítimo; aumento de la pena para el delito de violación seguida de muerte; aumento de las penas para los miembros de las fuerzas de seguridad que cometan delitos y restricción de la libertad condicional para los autores de violaciones, robos y secuestros seguidos de muerte, entre otras. En torno al reclamo de seguridad se realizaron cuatro marchas multitudinarias.

"Blumberg tiene razón. Dónde están los derechos humanos de los laburantes", es una de las frases que tiene al personaje del libro en la boca de muchos. "Las leyes que impulsó Blumberg favorecieron que el sistema carcelario colapse", explicó un referente del servicio penitenciario santafesino. Blumberg está en boca de todos.

"No soy de derecha, soy de centro, quizá tirado a la izquierda, pues toda mi vida trabajé, ayudé a la gente, trabajé de chiquito en una fábrica y estuve con el operario, para que la gente progrese", dijo el padre de Axel para marcar desde qué lugar dice lo que dice.

Pero en su mutación de gerente de empresas a ciudadano que lucha por un presente mejor para la sociedad, Blumberg también cometió errores que muestran desde qué lugar está parado. "En ese caso ese chico se drogaba... La policía después actuó mal, pero tenemos que poner todo en su justa causa", dijo el Blumberg ciudadano, al referirse al pibe Sebastián Bordón asesinado por la policía mendocina y luego tirado desde un acantilado.

"Blumberg, en el nombre del hijo" es una buena chance para engrosar el conocimiento sobre el apellido que ya quedó inscripto en la historia de la Justicia argentina. Y también para ver, una vez más, como el aparato político se nutre de personajes que encarnan el sentimiento de un sector de la población argentina.


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