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 domingo, 22 de mayo de 2005  
Las grandes epidemias. Investigación histórica del Museo de la Ciudad
Las pestes que cambiaron a Rosario
Una muestra documenta cómo el cólera, la peste bubónica y la poliomielitis transformaron la ciudad

Osvaldo Aguirre / La Capital

Las grandes pestes fueron agentes de progreso y transformación en Rosario. Esa aparente paradoja es una de las conclusiones de una muestra de fotografías, objetos, documentos y textos que se exhibe en el Museo de la Ciudad y reconstruye un aspecto pocas veces considerado de la historia local: el impacto social y urbano que alcanzaron las epidemias de cólera, peste bubónica y poliomielitis entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX.

"La peste. Epidemias en Rosario" propone "un recorrido sobre las epidemias más graves que hubo en la ciudad, y una exploración acerca de cómo, a través de esas epidemias, la ciudad se transforma", dice Raúl D´Amelio, director del Museo de la Ciudad.

El cólera (a fines del siglo XIX), la peste bubónica (a principios del siglo XX) y la poliomielitis (a mediados del siglo XX) significaron sucesos que no sólo conmovieron a los habitantes de Rosario. Esas epidemias, según los realizadores de la muestra, "revelaron acciones solidarias y desnudaron conductas oportunidades. Desataron conflictos políticos y pujas científicas. Fundaron instituciones públicas y privadas y delinearon trayectorias profesionales".

El recorrido está organizado en tres secciones, cada una de las cuales está dedicada a recrear la historia y las proyecciones de las pestes en cuestión. El punto de partida está dado por el brote de cólera que se declaró en 1867 y provocó 420 muertes. Se pensaba que la enfermedad procedía de gérmenes difundidos por efecto de la Guerra del Paraguay y de las precarias condiciones materiales de la ciudad. Pero en 1887 y entre 1894 y 1895 se produjeron nuevos brotes, que sólo en el primer caso costaron la vida de 1.166 rosarinos.

La muestra del Museo de la Ciudad incluye fotografías de la ciudad de la época y del lugar considerado en 1867 como uno de los principales focos infecciosos, la laguna de Sánchez (actualmente Plaza Sarmiento). Los vecinos se movilizaron para exigir el cegamiento del pantano, como consta en una carta que se conserva en el Museo.

"Los facultativos que actuaron durante la primera epidemia de cólera cimentaron el proceso de profesionalización de la medicina -destacan los organizadores-. El desempeño personal de los doctores Hertz y Hutchinson estableció una distancia irrevocable entre la figura del médico y la del curandero".

Durante los últimos meses de 1899 un enigma convocó a los médicos rosarinos. Se había detectado una enfermedad desconocida, caracterizada por fiebre, dolor de cabeza, inflamación de los ganglios linfáticos y un estado de debilitamiento general. En enero de 1900 falleció un jornalero a causa del mal y luego le siguieron otros diecisiete. El misterio quedó revelado: se trataba de un brote de peste bubónica.

La enfermedad -también conocida con el temible nombre de "peste negra"- era provocada por una bacteria que podía ser transmitida al hombre mediante la picadura de la pulga de cierto tipo de rata. Galpones, barracas, silos y estibas, sobre todo en el barrio de la Refinería, eran las zonas de riesgo y los sitios donde se produjeron los casos fatales.

En este segmento, la muestra del Museo de la Ciudad incluye fotografías de la casa de aislamiento en que se recluía a los enfermos, manuales de la Farmacia Alemana con los tratamientos que se prescribían, remedios y copias de notas periodísticas.

El Departamento Nacional de Higiene impuso entonces el aislamiento de la ciudad. La medida fue cuestionada porque afectaba el movimiento económico y agitaba el fantasma de los conflictos sociales.

El tercer momento de la historia comenzó a escribirse a principios de la década de 1950, cuando un brote de poliomelitis conmovió a Rosario. Los efectos que producía en los niños y la ausencia de un tratamiento eficaz fueron factores de un pánico generalizado.

Entre otros objetos, la muestra presenta aquí un pulmotor, utilizado como respirador para chicos afectados por poliomelitis. Según cuenta Raúl D´Amelio, la idea de la exhibición nació a propósito de ese aparato, que pertenece a la colección del Museo y que, como un hilo de Ariadna, mostró un recorrido nuevo para orientarse en el laberinto del pasado.
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Obreros del barrio Refinería expuestos al contagio de la peste bubónica a principios del siglo XX.

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