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 domingo, 15 de mayo de 2005  
Tierra del Fuego, en los confines del mundo
En la provincia más austral se conjugan los bosques, los lagos, las costas marítimas y la cordillera. Los paisajes son un imán para turistas de todo el planeta

En el extremo sur del globo, allá donde el mundo parece llegar a su fin, se encuentra la provincia de Tierra del Fuego, una enorme isla desprendida del continente que por sus características es un verdadero imán para turistas argentinos y extranjeros. La zona tiene cualidades extremas tanto en su clima como en su hermosura. El viento y el frío no dan clemencia durante casi todo el año, pero gracias a una infraestructura adecuada es posible disfrutar de este territorio en plena temporada invernal. Los lagos, bosques, ríos, la cordillera, las costas marítimas y un inmenso parque nacional reciben al viajero con los brazos abiertos.

  En su extensión se levanta Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, y la ciudad más austral del mundo, desde donde parten los barcos que llegan hasta la Antártida. Está ubicada entre la cordillera de los Andes y el Canal de Beagle.

  Sus primeros habitantes fueron los indios yámanas quienes bautizaron esta tierra como la “bahía que penetra hacia el oeste” (Ushuaia). Pasó mucho tiempo hasta que, luego del exterminio de los indios por parte de los colonizadores, esta zona contara con un asentamiento definitivo. Los presos hacinados en Buenos Aires tuvieron mucho que ver con sus primeros “nuevos” habitantes. Es que en 1882, el entonces presidente Julio A. Roca presentó un proyecto para llevar allí lo que denominó la “colonia penal al sur de la República”. El objetivo era, por un lado, resolver el problema de la superpoblación carcelaria y al mismo tiempo afirmar la soberanía argentina en territorio tan lejano. El 12 de octubre de ese año se fundó la capital.

  También se instalaron un presidio militar y una cárcel en el extremo opuesto a Ushuaia, las que se fusionaron en 1911.

  Fueron los presos quienes construyeron Ushuaia. Ellos instalaron la luz eléctrica y fabricaron el muelle, el edificio de correo y el comienzo de la ruta. Sus talleres de imprenta, fotografía, sastrería, zapatería, carpintería, servicio médico y farmacia cubrieron las necesidades de una población separada de su centro de abastecimiento principal, desde donde los barcos llegaban, con suerte, una vez al mes.

  Hoy ya no funciona el presidio, y éste es sólo un recuerdo para los visitantes que llegan hasta el fin del mundo.

  Ushuaia, que nació para “asegurar la soberanía” es cabecera de turismo y cuenta con aeropuerto, hoteles y buena gastronomía. Pasó de ser una pintoresca aldea de unos 6.000 habitantes en 1970 a tener más de 60.000 almas. Esta explosión demográfica sin paralelo en el país fue debida al régimen promocional que decretó el gobierno nacional y dio una fisonomía muy especial a la ciudad. Tanto, que aún tiene serios problemas de vivienda. Y la particular conformación social es la siguiente: la mitad de la población local está entre los 15 a 40 años y los fueguinos nativos no superan el 10% del total.




Deleites
En Ushuaia se pueden hacer paseos por la ciudad a pie o en un pintoresco bus; tomar excursiones en veleros por el Canal de Beagle, o mirar el fin del mundo desde el aire. Y desde allí se puede llegar al Parque Nacional Tierra del Fuego para hacer trekking o simplemente visitarlo. Además, para los cultores del turismo histórico imposible perderse el museo y el tren del fin del mundo.

El otoño y el invierno son sin dudas las estaciones ideales para disfrutar de Ushuaia. Es que aquí se encuentra la mayor cantidad de centros de esquí del país y otras tantas opciones para aprovechar la nieve. Hay pistas dentro y fuera de la ciudad.

Se suman a las atracciones en la nieve, los paseos en trineo con perros, las caminatas sobre raquetas, el patinaje sobre hielo en lagunas congeladas y los paseos en cuatriciclos y fleximóviles.

Para los amantes del esquí no hay como la práctica del deporte en un ambiente rodeado de glaciares y bosques. Los paisajes de la zona son indescriptibles por su enorme belleza.

Todos los centros de esquí se encuentran adaptados para ofrecer comodidades a la familia y alojar a quienes esperan a los esquiadores y prefieren el calorcito de un hogar a leña o un sistema de calefacción que permita moverse en remera sin mangas. Para éstos, o para los deportistas que regresan de una jornada agotadora, nada mejor que los platos regionales y las tortas con chocolate caliente que se llevan todos los aplausos.

Los especialistas del esquí de todo el mundo encuentran lo que buscan en Ushuaia. En el '95 se consolidaron definitivamente las propuestas de alto nivel para la práctica de este deporte. Por eso es posible hacer esquí “nórdico” que se practica sobre terrenos nevados llanos, en medio del bosque o sobre las planicies de turba entre montañas, formadas por amplios valles. Los que saben aseguran que las mejores pistas de esquí de fondo están en Tierra del Fuego. La mayoría de los centros invernales se encuentran sobre la ruta nacional 3. Los principales centros de esquí son: Wolfgang Wallner, Francisco Jerman y Glaciar Martial. Fuera de la ciudad están: Altos del Valle; Solar del Bosque; Tierra Mayor; Las Cotorras; Haruwen y Cerro Castor.

En los últimos años se incrementó la oferta para visitar Ushuaia desde el aire. Si el día lo permite nada mejor que disfrutar del cielo despejado y de paisajes estupendos en una avioneta. Parten desde el areoclub local y la tarifa oscila entre los 35 y los 90 pesos, dependiendo de la duración del vuelo y las características de la nave disponible.

Pero si las alturas no lo convencen, hay que llegar por tierra hasta el Parque Nacional. Los menores pagan 2,50 pesos y 5 los mayores. Se llega por una ruta flanqueada por un bosque cerrado hasta el extremo austral: bahía Lapataia.

El paseo habitual dura 4 horas y el costo de la excursión es de 25 pesos. Otra de las visitas tradicionales es cruzando la cordillera al lago Escondido (35 pesos, 5 horas) o al Fagnano (40 pesos, 7 horas).

En estos trayectos hay “estaciones” que conviene recorrer. Distintos paradores ofrecen al viajero momentos de descanso para juntar energías con una buena comidita. El cordero patagónico al asador es uno de los favoritos. Ni hablar del guiso y otras comidas locales.

Hay combis regulares que cobran unos 5 pesos para los turistas que no quieren ir en excursión. Es posible advertir en esta época todos los preparativos para la temporada. No es raro entonces toparse con los entrenadores de los perros Huskie y con personas armando trineos, como si fuese la antesala de una gran fiesta.




El tren
Otro modo de recorrer los alrededores de Ushuaia y parte del Parque Nacional es tomar el Tren del Fin del Mundo, llamado en realidad Ferrocarril Austral Fueguino. Las vías, de trocha angosta, corren por la traza que dejaron los presidiarios-leñadores de la célebre cárcel de Tierra del Fuego. En el recorrido, el convoy tirado generalmente por una locomotora a vapor pasa por bosques talados en aquella época, mientras el guía —que es el jefe de estación— narra la historia humana y natural en todos sus detalles. El trencito parece de juguete y responde a un proyecto más ambicioso que acaso haga llegar el tendido férreo hasta el mismo centro de la capital fueguina, como era alguna vez, en la primera mitad del siglo XX. Por ahora, hay sólo dos puntos de parada: la Estación del Fin del Mundo —que es la principal, con talleres ferroviarios y confitería— y la Estación Parque.

Un paseo a la vez terrestre y aéreo es el de la aerosilla del Glaciar Martial, que funciona todos los días de 10 a 19 horas (menores de 3 años, gratis; menores de 8, 3 pesos; mayores de 9, 6 pesos). Permite la mejor vista panorámica de la ciudad, del canal que la rodea y de las islas e islotes cercanos. Además, siguiendo una huella es posible acceder caminando, tras una hora o dos, hasta la base misma del glaciar que corona la ciudad. Si el día está despejado, será casi como estar volando.

Las opciones de caminatas por las montañas de Ushuaia son muchas y dependen del estado físico y del tiempo que pueda dedicar cada uno. En todos los casos se recomienda contratar guías locales (entre 25 y 60 pesos), en especial en esta época del año, cuando extraviarse en el bosque puede significar pasar la noche a la intemperie, ya con temperaturas bajo cero y posibilidades de nevadas nocturnas.

Hay también ascensos a los cerros más salientes, como el Alvear (10 horas, entre 70 a 180 pesos), aunque en tales servicios se requiere de algunos conocimientos básicos de andinismo.

El otoño presenta como opción realizar las últimas cabalgatas antes de la nieve. Un circuito recorre la zona del río Pipo (3 horas, 35 pesos) y otro sube a las laderas del monte Susana (30 pesos), pero hay libertad de sugerirle a los baqueanos un paseo diferente (calculando a razón de 10 pesos por hora).

Y por qué no en bici. Se pueden contratar paseos programados (Parque Nacional, 8 horas de duración, 90 pesos ) o alquilar una bicicleta a 5 por hora, ó 15 pesos por el día.

Desde no hace mucho se ofrece un servicio de paseos en vehículos 4x4 hacia puntos de interés geográfico o natural. Un circuito va a los lagos Escondido y Fagnano, para luego visitar el cerro Shenoish y el lago Yehuin (123 pesos, todo el día). Otro está dedicado al avistaje de castores (entre 20 y 40 pesos). Unos quieren exterminarlos, mientras otros los protegen. Es que este roedor, introducido hace medio siglo para dar inicio a una industria peletera local, está destruyendo el bosque nativo pero también resulta una fuerte atracción para el turista.


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La ciudad más austral del mundo es referente del turismo mundial.

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