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domingo,
08 de
mayo de
2005 |
Un sinónimo de cultura libre
Federico Seineldin
Hablar hoy de "cultura y software libre" nos enfrenta a una interesante paradoja. Por un lado, están quienes como Bill Gates, asocian el tema con una posición de izquierda, un "comunismo de las ideas" que amenaza con derrumbar el orden económico actual. por el otro, quienes lo relacionan con el más crudo capitalismo, como si libertad y libre mercado fueran sinónimos.
En medio de esta discusión, son pocos los que entienden el verdadero alcance del término y, por lo tanto, ignoran el inmenso potencial que presenta para la consecución de una sociedad más equitativa.
El debate surge en plena "era de la información", un momento histórico caracterizado por una vertiginosa revolución centrada en las tecnologías digitales de información y comunicación, y la emergencia de una estructura social en red en casi todos los ámbitos de la actividad humana.
Nuestra realidad indica que todavía no entendimos el cambio que esta sociedad-red-digital está produciendo en nuestras vidas. El mismo es tan profundo y se infiltra tan sutilmente que, develarlo es crucial para evitar caer en la trampa de seguir aplicando leyes analógicas y vetustas a un nuevo mundo digital, y al mismo tiempo, promover que las tecnologías de la información dejen de ser fuente de riqueza para unos pocos para convertirse en un medio de desarrollo social y promoción del bien común.
Hoy la producción de software no debería analizarse como un producto derivado de una industria tradicional sino como un "proceso vivo" originado por el conocimiento y soportado por servicios complementarios y nuevas capacidades que sustenten en el tiempo, la generación de riquezas y las interrelaciones con otros actores.
Si, como dijo el sociólogo Manuel Castells, el software es el lenguaje de la era de la información y la capacidad de producir, adaptar y distribuir software condiciona la capacidad de cualquier comunidad para interactuar con el mundo de computadoras y redes que constituyen la estructura de nuestra sociedad; entonces el control privativo (no libre) del software es equivalente a la apropiación privada del alfabeto.
La economía, como disciplina que estudia la administración de recursos escasos, encuentra en el software privativo una importante imperfección de mercado, ya que por su naturaleza, las ganancias que genera la venta de licencias de este tipo de software se vuelven ilimitadas. Esto es así porque por cada nueva licencia no hay costo de replicación o de materia prima, es decir que, a diferencia de lo que ocurre cuando se produce un bien tangible, una vez desarrollado, el software deja de ser un recurso escaso.
De esta manera el control irrestricto de los derechos de propiedad intelectual se convierte en el mecanismo fundamental de control de la riqueza. El único freno que supone la legislación vigente son las leyes antimonopolio, que lejos de atacar la raíz del problema lo que hacen es evitar un colapso del sistema económico.
Frente a esta emergencia, y teniendo en cuenta que los cambios reales se mueven a una tasa mayor que la que demoran los organismos públicos en regularlos, la mejor opción para evitar que unos pocos sigan sacando provecho de ese retraso, es fomentar un cambio cultural en la comunidad. Una estrategia empresarial socialmente responsable no puede ser ajena a las brechas que este modelo fomenta.
Si nos regimos por una racionalidad creativa-sustentable y no por mezquinos intereses comerciales, el software libre emerge como una alternativa más equitativa y que se amolda a la lógica de un nuevo modelo de producción y consumo de software y servicios. Existe la falsa creencia de que libre es sinónimo de gratis, cuando en realidad, el software es libre porque otorga a los usuarios del mismo cuatro libertades básicas: ejecutar el programa bajo cualquier propósito, estudiar su funcionamiento y adaptarlo a sus necesidades, mejorar el programa liberando a la comunidad esas mejoras y distribuir copias para ayudar a otros.
Cómo avanza la informática
De su concepción se desprenden dos características fundamentales. Por un lado el potencial creativo e innovador. La experiencia nos muestra que los avances esenciales en materia informática han surgido del impulso creador y la generosidad de los hackers y no de inversiones privadas, ya que las grandes compañías suelen dirigir o mutilar la innovación en función de sus propios intereses.
Por otra parte, el intercambio de información y conocimientos que estas libertades promueven, generan externalidades positivas de mejora continua. Es por esto que esta alternativa se nos presenta no solo como fuente de cambio tecnológico e investigación científica sino también de enriquecimiento cultural y calidad de vida.
Si bien el software libre ocupa hoy el centro del debate en materia de propiedad intelectual, son varios los emergentes que se rigen por los principios de esta nueva tendencia y que van configurando un modelo productivo y sustentable.
Frente a una realidad que se caracteriza por la complejidad, la cultura libre es la mejor herramienta que tenemos para hermanarnos en la lucha por una sociedad más justa, ya que está garantizada por aquello que nos hace hombres, la libertad. Bajo la forma de un modelo disruptivo o como una evolución del sistema actual, su capacidad transformadora no se puede frenar, y, aunque el ruido confunda, su llegada es inexorable. Cultura libre y software libre, son hoy sinónimos de libertad.
(*) Empresario, propietario de Openware
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