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 sábado, 30 de abril de 2005  
Mónaco, el lugar más exclusivo del Mediterráneo
Todo es caro y lujoso. Los mejores sitios y una guía de buenas costumbres para no quedar mal parado

A los pies del sur alpino europeo, rodeado de paisajes mediterráneos y con un clima privilegiado se encuentra el estado soberano de Mónaco. En 197 hectáreas, menos de 2 kilómetros cuadrados, se levanta un paraíso para los turistas, ideal para aquellos que buscan contacto con el lujo y la suntuosidad.

Con unos 30 mil habitantes de los cuales más de 12 mil son franceses, 5 mil italianos y poco más de 6.500 nacidos en el reino, Mónaco tiene una alta densidad poblacional (más de 15 mil habitantes por kilómetro cuadrado). Es el príncipe, Alberto Grimaldi -quien heredó al corona recientemente al fallecer su padre Rainiero- quien puede conceder la nacionalidad a los aspirantes a súbditos, que no son pocos, aunque sólo 30 lo conseguirán al año. El dialecto monegasco es una curiosa mezcla entre francés e italiano y hablarlo es uno de los requisitos que se le exigen a los postulantes.

El Principado está formado por cuatro barrios: Fontvieille, Mónaco ciudad, La Condamine y Montecarlo.

Todo reluce en este precioso rincón frente al Mediterráneo y aunque no hay palacios, salvo el de la familia real, recorrer sus calles tiene el mismo encanto de un cuento de hadas. Eso sí, hay muchas casas fastuosas que pueden tener tantas habitaciones como un palacio; las avenidas son elegantes y glamorosas pero no suele circular mucha gente, y hay hermosos veleros y yates lujosísimos amarrados en los muelles de madera reluciente. La circulación de los automóviles, todos último modelo, está muy cuidada por decenas de señales de tránsito. En Mónaco, todo parece funcionar sin escollos, sin trabas, en armonía.

El Principado cuenta además con un clima envidiable, apacible durante todo el año. Los meses más calurosos son julio y agosto y los más fríos enero y febrero. Suele llover un promedio de 60 días al año, sobre todo en invierno y primavera. Para los afortunados viajeros que la recorran, vale la recomendación: llevar ropa liviana, algún saco o campera "ligera" para las noches veraniegas, y si va en invierno, con un abrigo basta para estar a gusto.


La cuisine
Comer en Mónaco es caro. Y no sólo eso, las malas lenguas comentan que las porciones son pequeñas, un verdadero pecado para los comensales argentinos. Le Louis XV es considerado desde hace años el mejor restaurante. Allí se deberán desembolsar como mínimo 100 dólares por cubierto.

En general la oferta culinaria es muy buena y el servicio de primer nivel. La cocina es parecida a la francesa. Si viaja y quiere parecer habitué pida sin equivocarse alguna de estas especialidades: "barbagiuan" una especie de pan dulce relleno de arroz y calabaza; "fougasse" un pastel de agua de flor de naranja decorado con nueces, almendras y anís; "soccas", tortitas con harina de garbanzos y "stocafi" bacalao seco cocinado en salsa de tomates.

Los monegascos aman los crèpes que se sirven en todo bar o restaurante. Las papas fritas también son populares (si es que hay algo popular en este lugar) pero lo que sí son abundantes son los helados de crema. La mayoría de los mozos son italianos o franceses.

La movida nocturna es otro de los atractivos. No hay que perderse el mundialmente conocido Casino de Montecarlo, una verdadera atracción. El edificio alberga el Cabaret del Casino y la Salle Garnier, el teatro de ópera de invierno con ballet y música. Pero atención, si no quiere quedar off side, para visitar el casino hay que vestirse de gala. En total, existen cuatro. Una curiosidad: a los habitantes del Principado no se les permite el acceso al juego.

En realidad, los amantes de las apuestas cuentan con distintos espacios: la sala de juegos del Gran Hotel de Montecarlo y el Club Deportivo. También hay discotecas, cines y espectáculos musicales.

Salir de shopping es otro de los paseos. Sin embargo, sólo se dan este gusto los viajeros europeos y estadounidenses porque los precios son inaccesibles para los latinoamericanos. Los artículos que más se venden son: perfumes, chocolates, cerámica, ropa, zapatos y joyas. Las artesanías de la Boutique de Rocher son muy buscadas, al igual que los sellos monegascos apreciados por coleccionistas de todo el mundo.

Los eventos sociales son moneda corriente en el glamoroso Principado. Durante el día es común que la gente lleve ropa cara pero informal, pero a la noche la cosa cambia: clubes, restaurante, casinos y reuniones exigen largo para ellas e impecable traje para los varones.

La forma más común de saludo es un apretón de manos y, más familiarmente, un beso en ambas mejillas.

Cuidado con irse de un bar o restaurante sin dejar propina. En general, las facturas de hoteles y lugares de comida incluyen un 15 por ciento de recargo por servicio pero si no va incluido hay que agregarlo. A los taxistas también se les da un plus del 15 por ciento del importe de la tarifa.

Mónaco es lujo, sofisticación, dinero y poder. Todo es lindo, todo es caro, pero nadie se queja.
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Dos esculturas de Botero custodian un paseo de Montecarlo.

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