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miércoles,
20 de
abril de
2005 |
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Charlas en el Café del Bajo
-Otro hecho delictivo en la ciudad de Rosario tuvo como víctima a un policía uniformado, en este caso un agente del Comando Radioeléctrico que se desplazaba en su automóvil y fue interceptado por los ladrones. Ya habíamos dicho que la provincia de Santa Fe corre el serio riesgo de convertirse en la provincia de Buenos Aires en cuanto a la gravedad de los delitos si no se pone énfasis en ciertas cuestiones que tienen que ver con el mejoramiento de la actividad policial en todos sus aspectos. ¿No le parece?
-Sin ninguna duda, Inocencio. Lo peor que le puede pasar a la sociedad santafesina y en este caso puntual rosarina es que los delincuentes supongan que aquí se mata a una persona y no pasa nada. Y se agravará hasta límites insospechados la situación si esta gente se convence de que matar a un policía, someter a la autoridad no trae consecuencias.
-Es menester señalar que el avasallamiento de la autoridad y una consiguiente impunidad perjudica a la sociedad. Hace cuarenta años atrás a ningún ladrón se le hubiera ocurrido balear a un policía. Es más, ni se le hubiera pasado por la mente balear a una persona, hoy estos chicos matan creo que por cierto goce porque eso deben sentir al disparar y matar a un ser humano que no se resiste en un atraco. Estas mentes están absolutamente dislocadas y perdidas por muchas razones, entre ellas los efectos de la droga. Antes el delincuente sabía que si cometía un hecho de muerte la pasaría mal. Hoy no parece que la pase tan mal: los menores, quienes son los autores de la mayoría de los delitos que se cometen, salen rápidamente de prisión y perfeccionados en el oficio.
-Y amparados en cierto modo por una política de defensa de derechos que se equivoca en muchas cuestiones. Creo que se trata de imponer para la sociedad argentina un modelo que funciona muy bien en otras sociedades, pero que evidentemente fracasa aquí por nuestra propia idiosincrasia social. En esto los argentinos somos incorregibles: importamos ideas y acciones que no funcionan porque están pensados para sociedades serias. Aquí, y perdónenme, no se puede hablar sino de la tan mentada "viveza criolla" que, sin duda, utilizan también ¡y cómo! los delincuentes. Por ejemplo: los mayores mandan a los menores a robar porque saben que saldrán rápidamente de prisión; si el ladrón es detenido es posible que se golpee la cabeza contra la pared en la celda y se presente ante el juez diciendo que los policías lo molieron a palos; se desdice en sede judicial de lo que dijo en la declaración policial argumentando que lo obligaron a confesar mediante golpes. ¿Y cómo termina la historia? Con causas penales contra policías, distracción de la tarea del juez y el delincuente "vivísimo" asesorado por su abogado y custodiado por organismos de defensa de derechos. Diez años o más de tribunales y comisarías me permiten aseverar lo que digo.
-Convengamos, no obstante, que hay casos de policías que incurren en apremios ilegales.
-Por supuesto que sí y deben ser juzgados y condenados por ello. Pero una sociedad si quiere ser seria y crecer no puede ser hipócrita y pendular. No se puede ser un represor que apela a la tortura como método de castigo y corrección ni se puede favorecer el delito, sin quererlo, por la obnubilación ideológica de la mente. Aquí no se conoce el término medio y a veces impera hasta la hipocresía porque se da una paradoja, una contradicción. ¿¡Cómo se puede hablar de derechos humanos y tener a los presos apilados en una celda!? Es paradojal, se defiende a Fidel Castro y se levantan las banderas de los derechos humanos. ¿Alguien honestamente puede decir que Fidel respete los derechos de los delincuentes al grado argentino? Me despido con una frase del líder de la isla luego del arresto y muerte para quienes secuestraron una embarcación: "El arresto de varias decenas de mercenarios, que traicionan a su patria a cambio de privilegios y del dinero que reciben de Estados Unidos, y la pena capital a delincuentes comunes, que con una pistola y cinco armas blancas secuestraron una embarcación de pasajeros en la bahía de La Habana, fueron consecuencia de una conspiración urdida por el gobierno de aquel país y la mafia terrorista de Miami. A las autoridades cubanas no se les puede pedir responsabilidad". Sin palabras.
Candi II
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