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domingo,
17 de
abril de
2005 |
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Charlas en el Café del Bajo
-Un amigo me envió este cuentito que lo quiero compartir con usted , Inocencio, y con todos los amigos.
-¿De qué tema trata, Candi?
-Pues del espíritu que ponemos al hacer nuestras actividades laborales, profesionales y de cómo actuamos en nuestro medio ambiente familiar y social. Escuche: "Cierta vez un hombre visitó a su Rebe (maestro, conductor religioso) rabí Ierajmiel de Pshisja, y le relató su problema. "Rebe, soy un sastre. Con los años gané una excelente reputación por mi experiencia y alta calidad de mi trabajo. Todos los nobles de los alrededores me encargan sus trajes y los vestidos de sus esposas. Hace unos meses, recibí el encargo más importante de mi vida. El príncipe en persona escuchó de mí y me solicitó que le cosiera un ropaje con la seda más fina que es posible conseguir en el país. Puse los mejores materiales e hice mi mejor esfuerzo. Quería demostrar mi arte, y que este trabajo me abriera las puertas a una vida de éxito y opulencia. Pero cuando le presenté la prenda terminada, comenzó a gritar e insultarme: ¿Esto es lo mejor que puedes hacer? ¡Es una atrocidad! ¿Quién te enseñó a coser? Me ordenó que me retirara y arrojó el traje tras de mí. ¡Rebe, estoy arruinado! Todo mi capital estaba invertido en esa vestimenta, y peor aún, mi reputación ha sido totalmente destruida. Nadie volverá a encargarme una prenda luego de esto! ¡No entiendo qué sucedió, fue el mejor trabajo que hice en años!". "Vuelve a tu negocio", dijo el Rebe, "descose cada una de las puntadas de la prenda y cóselas exactamente como lo habías hecho antes. Luego llévala al príncipe". "¡Pero obtendré el mismo atuendo que tengo ahora!", protestó el sastre. "Además mi estado de ánimo no es el de siempre". "Haz lo que te indico, y Dios te ayudará", dijo Rabí Ierajmiel. Dos semanas después, el sastre retornó. "¡Rebe, usted ha salvado mi vida! Cuando le presenté nuevamente el ropaje, el rostro del noble se iluminó: ¡Hermoso!, exclamó. ¡Este es el más hermoso y delicado traje que haya visto! Me pagó generosamente y prometió entregarme más trabajo y recomendarme a sus amigos. Pero Rebe, deseo saber ¿cuál era la diferencia entre la primera prenda y la segunda?". "El primer traje", explicó el rebe, "fue cosido con arrogancia y orgullo". "El resultado fue una vestimenta espiritualmente repulsiva que, aunque técnicamente perfecta, carecía de gracia y belleza. Sin embargo, la segunda costura fue hecha con humildad y el corazón quebrado, transmitiendo una belleza esencial que provocaba admiración en cada uno que la veía". Mi amigo concluye el cuento con una reflexión: "¿Y tú cómo haces tu trabajo comunitario, profesional, familiar, fraternal, etcétera?".
-Una buena pregunta. A menudo realizamos las tareas como si fuéramos autómatas, meros robots, entonces, como no ponemos amor en lo que hacemos innegablemente los resultados no serán los mejores. Esto nos envía a otra situación que demandaría mucho tiempo analizar: la de aquellas personas que por obligación deben hacer trabajos que no les gustan. Es algo muy frecuente en este sistema en el que vivimos. Y hacer un trabajo de este tipo con el tiempo genera sentimientos que afectan no sólo la calidad del trabajo, sino a la persona. Creo, Candi, que uno debe aprender en estos casos a tratar de aceptar la realidad y de poner un poco de amor en lo que se hace, no sólo para que la labor salga bien, sino sobre todo para que uno mismo se sienta mejor al descubrir que aun cuando aquella no es la tarea que le agradaría hacer, es capaz, no obstante, de efectuarla con el mejor espíritu.
-Es cierto. Además usted sabe que el éxito en cualquier trabajo, empresa que encare o profesión está vinculado fuertemente con el amor que uno tenga.
-Recuerdo que una vez le dije a mi hijo, cuando era adolescente: "Lo preocupante no es el nivel de actuación que uno alcanza en la sociedad, sino el empeño, la honestidad y el amor con que se desarrolla la tarea. Los sabios valorarán más a un barrendero íntegro que a un funcionario rico y corrupto".
-A pesar de esta globalización que tiende a erradicar la verdadera sabiduría los sabios siguen existiendo. Nos vamos, no sin antes recordar que el trabajo más importante es el de ser humano que uno realiza a cada momento de sus vidas con uno mismo, con los seres queridos, con los demás... ¿Ese trabajo lo hacemos con el orgullo que tenía el sastre al coser su primer traje, o con la sensibilidad demostrada que tanto agradó al príncipe?
Candi II
[email protected]
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Marcos Aguinis
Novelista y ensayista
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