| domingo, 13 de marzo de 2005 | | | Charlas en el Café del Bajo -No tengo ganas de hablar Inocencio. Además, ¡para qué hablar! si toda esta estructura social, como decíamos ayer, se parece más a un infierno que a otra cosa y a nadie se le mueve un pelo. A veces me siento un bobo dando opiniones en el desierto. ¿No deberíamos decir, como otros amigos y colegas, que está todo bien, que la pobreza se redujo, que algunos precios bajaron (como dijo insensatamente la señora Vaca Narvaja), que la ola delictiva mermó. Que los principios morales y éticos vuelven a su cauce normal, que la deuda externa es un fantasma del pasado, que la desocupación bajó y que los tributos tienden a descender? No deberíamos decir que la justicia funciona adecuadamente, que la salud es un derecho al que todos acceden como se accede a los derechos elementales?
-No, no debemos decirlo porque estaríamos mintiéndonos y mintiendo a los amigos. Aun a riesgo de que me llamen pesimista sostendré lo que dijimos ayer: se arregla muy bien la vidriera en este país, pero en el depósito hay baratija. No obstante también reitero: adhiero a la exhortación del presidente Kirchner de no comprar, en el marco de este nuevo escándalo económico, a las empresas que aumenten sus productos.
-Sí, pero también debemos decir una vez más que esta no es la solución. La solución pasa por la firmeza del gobierno en muchos aspectos. Que se haga por decreto lo que se proclama con la boca. Para hablar somos rápidos.
-Algunas consultoras de bancos internacionales están advirtiendo a sus clientes una proyección inflacionaria para este año del trece por ciento, lo que para una sociedad en las condiciones en la que se encuentra la argentina es una barbaridad. Ojalá que esto no sea así.
-Ahora resulta que una mamá abogada acudió a la justicia para que se asegure el derecho a la educación.
-Sí, una vez más se judicializa una cuestión administrativa y son los jueces los que deben al fin y al cabo gobernar, porque en definitiva es eso, es gobernar. No es la primera vez que ocurre. Ya estamos acostumbrados a que los jueces actúen en materia de salud. Por ejemplo: en plena madrugada rosarina un magistrado debe ordenar la internación de un paciente en un caso de urgencia porque los hospitales no toman al enfermo. O debe ordenar la entrega de un subsidio porque los entes administrativos no dan respuesta al enfermo. Ahora deben solucionar el conflicto docente. La verdad es que si algo funciona en esta provincia es la Justicia. Me podrán decir muchas cosas, sí, pero mi amigo: la Justicia de Santa Fe, y la de Rosario en particular, es un lujo comparada con otras. Y encima deben realizar sus tareas con faltantes de todo tipo: desde recursos humanos hasta recursos materiales. ¡Y ojo! Que no sólo hablo de jueces, sino de funcionarios y empleados. Después viene Obeid a decir poco menos de que son unos privilegiados porque por la ley de enganche recibieron aumentos de sueldos. ¿No sabía el gobernador que había empleados judiciales por debajo de la línea de pobreza?
-¡Y bue!
-Me pregunto: ¿qué paz de espíritu y sublime vocación tendrá un docente que gana 600 pesos para que realice su tarea con abnegación en favor de los chicos? Sigo preguntándome: ¿Con qué ferviente deseo combatirá el delito un policía que gana 500 pesos por mes y se arriesga a que le pongan un plomo en el medio del pecho? La verdad es que con facilidad decimos "maestros desaprensivos", "policías corruptos". Bueno, ¿qué se ha hecho para evitar esos males? Nada, al contrario. Y que no me vengan con el cuentito de la inquebrantable honestidad y el respeto absoluto por la vocación, porque todos sabemos que el hombre se forma y se transforma de acuerdo con las circunstancias. Esto lo repito: el hombre se forma y se transforma de acuerdo con las circunstancias. Un hombre libre que es esclavizado más tarde o más temprano reaccionará como una fiera sin medir consecuencias y sólo se apaciguará cuando recupere su libertad o cuando se mate su psiquis o se agobie su alma. Y esto último es lo que está ocurriendo con gran parte del pueblo argentino: se ha aniquilado su intelecto, se ha matado buena parte de su psiquis (síndrome de resignación) y se ha agobiado a su alma (síndrome de la depresión social que campea).
-Y aún quedan algunos que protestan, pero en su caso y por sus palabras del principio de la columna quien sabe hasta cuando. ¡No afloje!
Candi II
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