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 sábado, 12 de febrero de 2005  
La negociación. Los 1.700 presos depusieron su actitud sin que el gobiernocediera al pedido de acortamiento de penas
Controlaron el motín en la cárcel de Córdoba: hubo 8 muertos
Los rehenes fueron liberados sanos y salvos. Las víctimas fatales se produjeron durante el intento de fuga conun camión y no hubo otras dentro del penal. A los internos les prometieron un régimen de visitas más flexible

Córdoba.- A veinticuatro horas de iniciado, el motín más trágico de la historia de Córdoba se clausuró con el control absoluto de la cárcel de barrio San Martín por parte de las fuerzas de seguridad. El saldo del estremecedor incidente fue de ocho muertos -dos guardiacárceles, un policía y cinco reclusos- y unos 30 heridos de diversa consideración. Todos los rehenes, incluido el director del presidio, fueron liberados paulatinamente. Ninguno había sufrido heridas.

Uno de los fiscales que negoció con los amotinados, Alejandro Weiss, señaló ayer que existió una pelea entre internos al momento de originarse el motín. También se atribuyó como detonante el hecho que un guardia empujara a la mujer de un preso. Algo verosímil en un ámbito donde las relaciones humanas entre presos y custodios están recalentadas al máximo.

Weiss señaló que hubo daños a la estructura de la cárcel, como rotura de vidrios y muebles, pero no derruido. "El penal no está en condiciones edilicias en las que no pueda contener la gente", planteó.

Los casi 1.700 presos depusieron su actitud sin que el gobierno cordobés cediera al reclamo elevado cerca de la medianoche del jueves sobre conmutaciones de penas o, lo que era más radical, el pedido de amnistía para los condenados a prisión perpetua. El jefe de la policía local, Jorge Rodríguez, aseveró que al ceder la revuelta los internos volvieron a sus celdas de reclusión ya que no se autorizó ningún traslado.

El motín había arrancado el jueves a las 15.30, luego de un conflicto interno que se originó en los pabellones 5 y 6 de la añeja cárcel del barrio San Martín, 30 cuadras al norte del microcentro capitalino, una estructura vetusta y superpoblada, con capacidad para 700 internos. A esa hora de la tarde decenas de familiares visitaban a sus parientes detenidos. Al ser sorprendidos por el tumulto, otros presos se sumaron a la rebelión. Los visitantes eligieron quedarse en el lugar para evitar eventuales golpizas.

Momentos desgarradores se vivieron a lo largo de un día en el que Córdoba no durmió para seguir las alternativas de la dramática secuencia, al punto que a través de la televisión se vieron las imágenes de guardias humillados por un grupo de condenados, que los cortaban y amenazaban con arrojarlos al vacío desde una cornisa del penal.

Esta secuencia tuvo uno de los momentos más cruentos el jueves a las 20.20, cuando 16 reclusos a bordo de un camión de la penitenciaría intentaron fugarse en medio de un tiroteo y chocaron contra una casa. Los intercambios de bala de ambos bandos terminaron con la vida de cinco reclusos: Walter Romero, Juan Gabriel Rivarola, Miguel Angel Acuña, Víctor Alejandro Bazán y David Roberto Alvarez, según confirmó oficialmente el Servicio Penitenciario de Córdoba.

Las balas también se llevaron las vidas del policía Roberto Cogote y de los guardiacárceles Andrés Abregú y Pablo Ferreira. Hasta anoche, como no habían recontado a la población carcelaria, se ignoraba si durante esa refriega otros presos -se hablaba de tres- consiguieron fugar.

Para controlar el motín se montó un operativo de crisis comandado por un comité a cargo del fiscal general Gustavo Vidal Lascano; una comisión de fiscales de Instrucción que llevó adelante la negociación, el jefe de la Policía, la jefa del Servicio Penitenciario, Graciela Lucientes de Funes; el secretario de Seguridad, Horaldo Senn, y el de la Gobernación, Marcelo Falo.

El acuerdo fue arduo y trabajoso. Finalmente, a las 10 de la mañana una luz se observó en las duras negociaciones, ya que los internos pusieron como condición "no ser trasladados a otra prisión y un nuevo régimen de visitas". Así fue que, poco después del mediodía, los presidiarios depusieron su actitud y lentamente fueron entregando las armas y liberando a los más de 25 guardiacárceles que mantenían como rehenes.

En la propuesta de rendición, las autoridades se comprometieron a no permitir el ingreso al penal el cuerpo de elite Eter de la policía cordobesa. También a garantizar la presencia de la autoridad judicial y de la prensa durante la entrega. Hubo una enorme requisa donde los reclusos entregaron armas y elementos cortantes.

Con el correr de las horas, los amotinados liberaron a todos los rehenes -en total fueron 70-, primero a todos sus familiares y luego a los 25 guardiacárceles, entre ellos al director del penal, Emilio Corso, quien sufrió una inflamación en un pómulo que le obstaculiza transitoriamente la visión en un ojo.

Así las fuerzas penitenciarias y policiales fueron recuperando todos las pabellones. A las 15.30 el jefe de la policía cordobesa anunció que el motín había finalizado y que sólo restaban realizar las requisas pertinentes. El fiscal Vidal Lascano recalcó que "no hay muertos" en el interior del penal, algo que mantenía en estado de nerviosismo a las autoridades penitenciarias.

De la Sota decretó dos días de duelo y anunció subsidios para los familiares del policía y de los dos guardiacárceles muertos durante el motín. El gobernador no ocultó en las últimas horas su malestar con la jefa del Servicio Penitenciario ya que bajo su responsabilidad se encontraba el penal. En su entorno consideran que "hubo algunos errores de la Dirección del penal previo al motín" ya que se podría haber evitado "el malestar de los reclusos en relación al régimen de visitas", explicó un vocero gubernamental.

Es que las autoridades penitenciarias habían dispuesto un cambio en el régimen de visitas a partir de julio, que restringía las visitas solamente a los autorizados por el establecimiento y se terminaba la denominada "visita general", modalidad que permite que cualquier persona pueda ver a los reclusos.

A pocas horas de iniciado el conflicto, los amotinados plantearon su encono hacia el director de la cárcel y al grueso de la guardia. "El director (de la cárcel) nunca nos escucha, nunca nos atiende. Aquí hay oficiales que nos hostigan, pero nosotros no queremos que haya muertos", señalaba al único periodista que ingresó al penal, de Radio Universidad de Córdoba, un recluso que hizo de delegado de sus compañeros. "Esto es un depósito. Queremos que venga a ver la gente cómo estamos viviendo", añadió otro interno, en diálogo con el fiscal Weiss delante del periodista, ante quien se quejó abiertamente de las condiciones de hacinamiento en el penal, por lo que reclamó "la inmediata intervención" de la cárcel.

"Se evitó una masacre", afirmó anoche el fiscal Vidal Lascano, celebrando el progreso de las negociaciones. "Me atormentaba la masacre de Ramallo, pero evitamos la matanza que se hubiera producido si entrábamos a los tiros donde había tantos rehenes y hombres también armados", analizó, en referencia al desenlace violento de la toma del Banco Nación en la ciudad bonaerense, donde murieron dos rehenes bajo balas policiales en 1999.

El fiscal, de 48 años, detalló que toda la tratativa fue realizada por tres negociadores: el comisario Pablo Vigneta, el subprefecto Sergio Barrera y el capellán de la cárcel Hugo Oscar Olivos, quien entró solo al penal.

Si bien el jefe de fiscales de Córdoba precisó que no enfrentó a los amotinados, sino que era informado en el comité, comentó que "al pedido inicial para que no cambien el régimen de visitas, otro grupo desvirtuó el planteó y pidió la conmutación de penas".

Relató que a las 10 de ayer les hizo llegar a los amotinados la advertencia de que se agotaba el tiempo. "Nosotros cumplimos el respeto a la legalidad del procedimiento y les pedí señales de cumplimiento de parte de ellos, que las empezaron a dar", explicó. (DyN y Télam)


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Uno de los momentos de mayor tensión, el jueves a la tarde.

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