| | sábado, 12 de febrero de 2005 | |  | .
-Me he encontrado con un amigo muy inteligente y talentoso, Santos Jesús Fior, quien me habló, con mucho fundamento de las limosnas y de lo que el hombre debería hacer por el hombre.
-Un tema interesante. ¿Podría recordar sus palabras?
-Desde luego: "En ocasión de las catástrofes naturales y/o artificiales surgen de inmediato las ¿bienvenidas ayudas? y el anuncio de medidas para el futuro. Una vez pasado el momento nuevamente dejan ver sus garras la desesperación y el hambre que padecen grandes "por cientos" de la humanidad. Por supuesto que debe destacarse con optimismo la solidaridad de nuestro pueblo argentino, especialmente en los últimos años que la crisis nos golpeó de manera tremenda. Pero el tema de "la limosna" pareciera merecer una reflexión particular. Seguro que una suya sería más profunda que ésta, puesto que no me considero preparado para transmitir lo que pienso, muchos de los que no tienen vos, deben experimentar en su fuero interno.
-Esto último sobre nuestra reflexión no es así, pero siga con la reflexión.
-Según Kant -dice Fior-, el verdadero acto moralmente "bueno" se produce cuando actuamos porque el deber manda y no cuando ayudo porque me gusta hacerlo.
-Sí, ese es el pensamiento kantiano. Siga.
- En esta línea, sólo sería moralmente bueno cuando hago el bien a pesar de mis inclinaciones en contrario. Mi interrogante es si muchos de los acaudalados limosneros cumplirían este precepto únicamente para calmar su conciencia y mostrarse, mientras tanto continúan desarrollando sus negocios sin importarles las consecuencias que su ilegítimo proceder causa a sus semejantes, a la sociedad toda e inclusive para con el ecosistema. ¿No sería necesario acaso intensificar el debate sobre la responsabilidad social de la empresa?, tema éste que aparece en las agendas con palidez mortecina y solamente para aparentar alguna preocupación al respecto. ¿No sería mucho mejor imitar a nuestros inferiores en la escala?, es decir los animales, que sí respetan el orden de la naturaleza.
-Desde luego que sí.
-El hombre aunque más no sea "porque le conviene" debiera pensar en sus descendientes (hijos, nietos, etcétera) ya que habita en un sistema finito, puesto que el sol como toda estrella algún día se apagará. O acaso calcularán los poderosos salvarse emigrando, ésta vez, a otro planeta. Porque no tomar en cuenta aquello de: "Hubo otros antes de ti y de ellos vienes. Hay otros junto a ti y con ellos estás. Y vendrán otros después. Tan sólo por eso vale la pena hacer algo, luchar por algo, jugarse por algo".
-Es una reflexión muy profunda y muy buena. Me gusta sobre todo el final. Lamentablemente los seres humanos están muchas veces colmados, con demasiada frecuencia, de un egoísmo que atenta contra la especie. Muy pocos, querido amigo, son los que piensan en el prójimo y trabajan para él. No son muchos los que piensan en los que vendrán, en las futuras generaciones.
-Es cierto, sin incurrir en condenas excesivas, ni en predicciones dramáticas, diré que coincido con lo que dice el amigo Fior y con lo que usted dice. Aún cuando alguien diga que ponemos muchos énfasis en la cuestión del amor, seguiré insistiendo que la faltante de este sentimiento impide el sosiego del alma humana. No sólo ese sosiego de los seres presentes, sino que como bien sugiere Fior, esa carencia de niveles necesarios compromete a las futuras generaciones. Cuando se talan bosques de manera indiscriminada, por ejemplo, con un propósito ciertamente económico u otro que no considere el equilibrio del ecosistema, se somete a "los que vendrán" e incluso a los que estamos a condiciones de vida no dignas, no buenas. Cuando el desarrollo se piensa en función del dinero de una persona, grupo o clan, el desarrollo logrado es relativo y por eso mismo no sólo que no beneficia al grupo social, sino que con el tiempo concluye perjudicando al desarrollado o a su descendencia. Nadie puede permanecer en paz en un mundo violento.
Candi II
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