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 miércoles, 09 de febrero de 2005  
Oportunidad histórica. La anterior tregua fracasó en sólo tres semanas
Una carrera de obstáculos por delante
La muerte de Arafat y el plan de Gaza mejoraron el escenario, pero persisten exigencias irreconciliables

Jerusalén. - Hace sólo 20 meses, Mahmoud Abbas -entonces primer ministro de Arafat -se presentó junto a Ariel Sharon en una cumbre y declaró que el levantamiento palestino había terminado. Menos de tres meses después, los extremistas palestinos volvían a dinamitar colectivos israelíes y los tanques de Israel a recorrer los pueblos palestinos.

Los dos dirigentes hicieron ayer un nuevo intento de acercamiento, pero ciertos cambios importantes en la región, entre ellos la muerte de Yasser Arafat y el plan de Sharon de retirada de la Franja de Gaza, suscitan cautelosas esperanzas de que ambas partes están, esta vez, listas a poner fin a más de cuatro años de violencia. Los cuatro años de la segunda Intifada han terminado -si se asume que la tregua va a durar- con pérdidas y ganancias para ambos lados. Sin embargo, los israelíes están hoy en una posición más fuerte, aunque es cierto que deberán abandonar la Franja de Gaza y cuatro pequeños asentamientos en Cisjordania. Y también es cierto que no se tocó a la estructura de Hamas.

Ayer cada parte declaró el fin de los ataques, pero mantener la calma será difícil. En su condición de sucesor electo de Arafat, Abbas desplegó recientemente fuerzas palestinas de seguridad en toda la Franja de Gaza para frenar a los extremistas palestinos, muchos de su propio movimiento, Al Fatah. Y ha iniciado negociaciones con los grupos extremistas para poner fin a los ataques suicidas y ataques comando contra puestos militares y civiles israelíes. Pero no es seguro que Abbas, un tecnócrata con escasas credenciales entre la población de Cisjordania, tenga el poder necesario para mantener la situación en calma. Abbas siempre fue un adversario declarado de la segunda Intifada, surgida en septiembre de 2000, a la que considera una estrategia perdedora para su pueblo.

El islamita Hamas, que es a formación muy centralizada, podría seguramente obligar a sus afiliados a cumplir con un alto al fuego. Sin embargo, Osama Hamdan, funcionario de Hamas en Líbano, advirtió ayer que el grupo no estaba obligado a cumplir la tregua, aunque no excluyó la posibilidad de que se suspendan los atentados si Israel excarcela prisioneros y pone fin a sus ataques militares.


Las Brigadas, el mayor problema
Las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa, integrantes del movimiento Al Fatah de Abbas, es, pese a esa filiación, más problemática. Las Brigadas son una agrupación de células extremistas de diverso tipo, algunas financiadas por el Hezbolá de Líbano, que desea por cierto la continuación de la actividad terrorista.

Funcionarios de ambas partes tratan de reducir las expectativas creadas ayer, pero se han manifestado optimistas acerca de la posibilidad de que el peor momento en las relaciones bilaterales haya pasado. La declaración de cese al fuego da pie a la esperanza, pero hay que aprovechar el momento. En 1993, el presidente Bill Clinton fue testigo e impulsor del acuerdo de Oslo entre israelíes y palestinos, que logró el establecimiento de la Administración Palestina, pero en materia de pacificación no condujo a nada.

Por todo esto, el actual es un momento cargado de promesas. Hay señales que permiten el optimismo: el lenguaje, la atmósfera, las relaciones personales que se vieron en el encuentro egipcio. Pero los problemas reales están esperando: los asentamientos judíos, los refugiados palestinos, las fronteras y el status de Jerusalén.


El factor Arafat
Algo que llamó la atención en la cumbre fue que nadie mencionó a Yasser Arafat. Sin embargo, todos sabían que su muerte había proporcionado esta oportunidad. Ciertamente, la rapidez con la que se logró el cese al fuego -o al menos, su proclamación- fue una grata sorpresa. Otro elemento positivo de la reunión en el balneario egipcio fue el lenguaje utilizado. El primer ministro israelí uso un inusual lenguaje de paz: "Yo les aseguro que tenemos la genuina intención de respetar sus derechos a vivir en independencia y dignidad, Ya he dicho que Israel no tiene ningún deseo de gobernarlos y controlar su destino", aseguró. Sharon habló de los "sueños" a los que algunos israelíes debían renunciar. Se refería sin dudas a los "sueños" de los colonos de tener tierras que vayan desde el Mediterráneo hasta el río Jordán, el Gran Israel de los fundamentalistas religiosos. El premier israelí también pidió a los palestinos ser "realistas" y renunciar a su vez a algunos "sueños". Casi seguramente, pensaba en los más de 1,5 millón de refugiados.

Por su parte, Mahmoud Abbas -quien alguna vez debió albergar la esperanza de retornar a su hogar natal, la actual población israelí de Safed, en Galilea- dijo: "Una nueva oportunidad para la paz nace en la ciudad de la paz. Comprometámonos a protegerla".
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