| domingo, 09 de enero de 2005 | Condenan a una viuda negra por dopar a una anciana para robarle Fue en 1999 y cayó por la acción del portero del edificio. La padeció una mujer de 93 años. El caso, que nofue fatal, revela su típico modus operandi: selección de víctimas débiles mediante engaños y uso de tóxicos Andrés Abramowski-María Laura Cicerchia / La Capital Una nueva marca en el voluptuoso historial criminal de la viuda negra más célebre de Rosario. Mientras Eva Leonor García está presa en Buenos Aires por el homicidio de un ferretero a quien en julio pasado envenenó para robarle, un juez local acaba de condenarla a un año de cárcel por otro delito similar que por fortuna no fue fatal: en 1999 dopó a una mujer de 93 años en un departamento rosarino céntrico para robarle, pero fue apresada en el palier. El mismo magistrado unificó esa condena con otra anterior de tres años y seis meses por diversos delitos. Sin embargo, la absolvió por un robo a un joyero casildense (ver recuadro en página 33) en el que no pudo probarse su culpabilidad.
La primera consecuencia del fallo del juez de Sentencia Julio César García es que la condena como coautora de robo simple -Eva actuó en complicidad con su hermana- impide la excarcelación de la viuda negra si llegara a ser absuelta de las otras causas que se tramitan en su contra. Pero además, la lectura de la resolución permite descubrir algunos elementos que pintan la descarada e inescrupulosa forma de trabajo de esta experta en el arte del engaño.
El mediodía del miércoles 10 de marzo de 1999 el portero del edificio de Córdoba 2150 vio ingresar a Margarita Stoisa de Barraco Mármol junto a dos mujeres que le sembraron desconfianza. A Héctor Arabia le llamó la atención que las mujeres le hubieran dicho que eran parientes de la anciana de 93 años y que ésta, contra su costumbre, no se las hubiera presentado.
Entonces el portero trasladó su inquietud a otra vecina, la del 5º piso, quien bajó al 3º y tocó timbre en el departamento de Margarita. Una desconocida abrió la puerta y la mujer vio a la anciana sentada en una silla junto a la mesa del comedor, con la mirada perdida, frente a una botella de Naranja Fanta. "Margarita -le dijo- soy yo, Aurora, tu vecina". Pero no la reconoció.
Quien le había abierto la puerta le informó entonces a Aurora Taccari que tanto ella como otra mujer que apareció luego viniendo del dormitorio eran sobrinas de Margarita. Y que recién la traían de hacerse un estudio, por eso no podía ver. También le dijo que era abogada de la Defensoría del Pueblo y que si alguna vez necesitaba algo preguntara por Graciela.
Aurora le avisó a Arabia que aparentemente estaba todo bien y que las mujeres eran abogadas y venían de parte de un yerno de la señora Barraco Mármol. Aún incrédulo, el portero fue al edificio del yerno, pero no lo encontró. La preocupación crecía contagiosa. El portero del otro edificio, Alberto Aguilera, acompañó a su colega en su regreso a lo de Margarita. Arabia se quedó abajo, Aguilera subió al 3º.
Cuando le abrieron la puerta vio a dos mujeres y a Margarita en el suelo. La puerta se cerró inmediatamente y se volvió a abrir, y esta vez las falsas sobrinas salieron corriendo. El portero Alberto le gritó a su colega que no las dejara abandonar el edificio.
Las mujeres bajaron corriendo por las escaleras y le dijeron al portero que la señora estaba descompuesta y que iban a pedir una ambulancia. Arabia les impidió salir y lo amenazaron con que la iba a pasar mal porque ellas eran abogadas. Forcejearon y una de ellas, Rosa Beatriz García, escapó.
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