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 miércoles, 05 de enero de 2005  
candi
Charlas en elCafé del Bajo
-Si tuviera el talento necesario para escribir una suerte de ensayo sobre angustia y soledad comenzaría el mismo con la historia de Aarón, un muchacho judío que a los pocos años de haberse casado debió soportar la muerte de su joven, inteligente y bonita esposa. Días antes del fallecimiento de la joven, y estando internada, él llegó a su casa y presumiendo el fin se sentó desconsolado en el balcón de su departamento, mientras su pequeña hija realizaba las tareas de la escuela sin saber bien que cosa estaba sucediendo en aquella familia.

-¡Ah! Es una historia muy triste, pero muy conmovedora. Me la contó una vez. Repítame por favor una parte de la misma.

-El, traspasando los límites de la contención emocional, comenzó a llorar y se preguntó: ¿por qué? Su madre, Miriam, que se encontraba en la casa cuidando a su nieta y lo había escuchado le dijo: "Cuando yo era apenas una niña tampoco pude entender por qué un buen día se llevaron a mi padre y a mi madre y nos condenaron a todos a tanto sufrimiento. No entendía por qué me había quedado allí, sola y sufriente. Con los años acepté que Dios tenía un destino para mí que no era la muerte mediante el gas a la que habían sometido a mis padres y a tantos otros. Aquel atardecer en Varsovia los nazis no advirtieron que debajo de una cama dejaban a una niña aterrorizada, muerta de miedo, conteniendo el llanto y confundida. Un doloroso llanto que, como un torrente, provenía de mi espíritu que se estremecía ante tanto dolor y desconcierto. A mi madre un soldado la tomó de los pechos y apretándoselos hasta hacerla gritar de dolor finalmente la empujo hacia el camión que la trasladaría hasta su fin. A mi padre lo sacaron a golpes de culata y punzándolo con el cañón del rifle en la espalda. Yo permanecí allí, debajo de la cama, horrorizada, hasta que del pavor me desmayé. Cuando recobré el conocimiento lloré y la primer pregunta que me hice fue: ¿por qué? Y la segunda inmediata: ¿qué haré ahora? Los nazis habían olvidado a una niña judía, pero Dios había encontrado un destino para ella. Las monjas de aquel convento de Cracovia al que fui a parar después de ser rescatada por unos vecinos me instaban a que no olvidara de rezar cada día nuestro Shemá Israel, a que no renunciara a mi Elohim y poco a poco fui comprendiendo que aún cuando había perdido mucho no había perdido todo.

-Es esta última una profunda reflexión.

-"Una tarde, estando sola y pensativa en una de esas habitaciones espaciosas y de techos altos se acercó una de las hermanas, María, y me entregó una oración. Me acuerdo todavía de sus palabras -siguió diciendo Miriam-: "Esta oración es la que rezan tus hermanos judíos en el ghetto. Familias enteras tomadas de la mano. También lo hacen los que están en los campos de concentración. Nosotros también, cada día la rezaremos juntas. ¿Quieres? Asentí. Me extendió el papel en el que había escrito la oración y tomadas de las manos empezamos a orar. Después del rezo -que terminaba diciendo: "pero muero como he vivido con una fe inquebrantable en ti"-, la monja me acompañaba en el rezo del Shemá Israel. Aarón -dijo su madre-, sé de tu dolor, de tu aflicción y de tu perturbación. Nada de lo que yo pueda decirte aliviará tu pena. En estos momentos, sólo puedo aconsejarte que acudas a Dios".

-Para Aarón Dios también tenía reservado un destino que no era precisamente la eterna agonía. Tres años después de aquella desgraciada pérdida el joven conoció a una filóloga, una "goi" (así le llaman los judíos a los gentiles), quien, como ocurre con todas las mujeres enamoradas, se ha convertido de hecho en una fiel observante de las tradiciones y ritos judaicos. Aquella pequeña de la historia a la que Miriam cuidaba aquella tarde ya es una médica de éxito en España. El segundo hijo de Aarón que tuvo con la "goi" que terminó siendo más judía que su propio esposo, acaba de recibirse de psicólogo, siguiendo los pasos de su padre y un tercer hijo del matrimonio cursa la carrera de medicina y sigue a su hermana mayor. He querido contar esta historia porque hace unos años conocí a este fantástico hombre durante una visita que hizo a nuestro país precisamente para esta fecha y recordé que en un brindis con motivo de su cumpleaños contó, con reposo, la nada fácil vida que le había tocado a toda su familia. Sin embargo, para enseñanza de todos brindó aquella noche por la vida.

Candi II

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