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 domingo, 02 de enero de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
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-Lamentablemente, hemos terminado el año con muchas malas noticias Candi.

-Sí, la tragedia sucedida en ese boliche porteño es el hecho más doloroso. Ciertamente las escenas que transmitió la televisión fueron desgarradoras. En determinado momento, le confieso, apagué el televisor porque me resultaba imposible ver a los familiares de las víctimas sumergidos en tanto dolor.

-Sobre todo ese peregrinaje lleno de incertidumbre por los hospitales y la morgue buscando los desaparecidos y esas escenas desgarrantes cuando se leía la nómina de los muertos que habían sido identificados.

-Tremendo. Por eso a veces Inocencio nos quejamos por nimiedades, nos abatimos por cuestiones insustanciales. ¡Vamos amigo! Esos son verdaderos motivos para estar angustiados y no otros que pueden ser solucionados. Hay que dejarse de jorobar y de andar ofendiendo a la vida con nuestras estúpidas protestas y nuestros bajones indebidamente justificados.

-Como siempre, Candi, cuando suceden estas cosas llega la hora de echar culpas, de adjudicar responsabilidades. ¿Quiénes son los responsables para usted?

-Aquí hay culpas compartidas. Yo escuchaba que los periodistas hacían hincapié en el dueño del boliche porque tenía las puertas de emergencia cerradas, en los locos que tiraron las bengalas pero se olvidaron de otro responsable... ¡Qué raro, no!

-¿Quién?

-El gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que no realizó los controles respectivos que aseguraran el eficiente funcionamiento de todos los dispositivos vinculados con la seguridad de la gente. Pero de esto nadie habló, nadie dijo nada. Excepto una señora muy indignada que luego de encontrar a su hijo dijo con todas las letras algo que quiero reproducir también con todas las letras: "La culpa de esto la tiene el gobierno que se ocupa de inspeccionar pelotudeces menos lo que en realidad debe inspeccionar". Y esto es de una certeza indudable. Ocurre en Buenos Aires y ocurre en todo el país: inspección para la recaudación, pero jamás inspección para la prevención. Eso sí que no. Preocupa la caja del Estado pero nunca la vida humana... ¡Malvados!

-Y encima los familiares, que debieron soportar, además del dolor de la pérdida de un ser querido, la humillación y la angustia plus proveídas por los señores que poco hacían para la entrega de los cuerpos sin vida. ¡Perversos!

-Después algunos amigos me dicen que peco de idealista. No, amigos, no es pecado de idealismo, es anhelo de lo básico para que un ser humano se realice como tal. Eso básico que en este país brilla por su ausencia gracias a estos embaucadores de todo signo que nos han postrado y humillado.

-Bueno, sobre el fin del año nosotros también recibimos otra mala noticia.

-Sí, una noticia que a mí particularmente me entristeció mucho: la muerte de la psicóloga Elida Noceti, a quien deseo rendirle un homenaje. Lo haré a través de unas palabras espontáneas en el marco de un mensaje que quiero enviarle: "Lamento mucho su inesperada partida Elida, la lamento muchísimo. Yo no tuve la fortuna de conocerla personalmente, pero por un misterioso suceso existencial usted me ayudó indirectamente y hasta supo, por su sabiduría, cómo era yo. Jamás nadie en cinco palabras pudo describir a este insignificante ser tan completamente. Sé que muchos pacientes suyos, a los que usted guió hacia una vida más plena, más digna de ser vivida, estarán todavía conmovidos por su ausencia. Espero que ellos no olviden jamás sus palabras, sus opiniones, sus consejos. Aguardo que la honren a usted y se honren a sí mismos no olvidando sus reflexiones. Con usted se ha ido no sólo una buena persona, sino un profesional talentoso y necesario. El consuelo que queda es saber que alcanzó por fin esa felicidad, merecida, sobre la que habló en una reciente conferencia. Que Dios guarde su alma". Bueno, la vida sigue, un año comienza. ¡Resucitemos, Inocencio, resucitemos!

Candi II
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