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 domingo, 26 de diciembre de 2004  
Burlados. Vecinos de Barrio Belgrano pagaron de 4 mil a 8 mil pesos por parcelas que no podrán escriturar a su nombre
Preventiva a un ingeniero por estafar a 30 familias con venta de terrenos
Por diez de esos fraudes un juez lo procesó. Los compradores, sin saberlo, edificaron y viven sobre lotes ajenos

María Laura Cicerchia / La Capital

Un ingeniero civil de 77 años fue procesado por estafar a 10 familias de Barrio Belgrano a las que les vendió en cuotas terrenos que no le pertenecían. Allí las víctimas del fraude construyeron sus casitas, la mayoría de ladrillo sin revestir, sobre predios que oficialmente figuran como terreno sin edificar. El verdadero dueño de la tierra falleció y nunca se realizó la declaratoria de herederos, por lo que la sucesión está acéfala. Son tres mitades de manzanas que convergen en la esquina de La Paz y Campbell, habitadas por familias de clase media baja y sostenidas con la venta ambulante y oficios varios. Los chicos corren por la calle y la gente sigue mejorando sus propiedades. No tienen escritura ni conexión legal a los servicios y pagan un impuesto colectivo por toda el área. Mientras tanto, la ficción sobre la que fueron montados esos ladrillos comienza a develarse en Tribunales con el dictado de prisión preventiva al único acusado: Luciano Casimiro Screpanti.

El ingeniero fue procesado la semana pasada por el juez de Instrucción Nº4, Jorge Eldo Juárez. Screpanti figura como imputado en nueve causas penales de los años 2002 y 2004, siempre acusado de haber fraguado la venta de terrenos ajenos. Por estar acusado de estafa y sin antecedentes, Screpanti recuperó la libertad mientras prosigue el proceso en su contra.

Para que el ardid se concretara fue necesaria una cuota de credulidad y urgencia por adquirir la casa propia de parte de sus víctimas. La mayoría no buscó asesoramiento legal y se entusiasmó con el bajo costo de las cuotas. En un trámite muy informal, llegaron a pagar entre 4 y 8 mil pesos por las tierras sobre las que unas 30 familias levantaron sus viviendas. Muchas viven allí desde 1996, pero el terreno no está loteado legalmente. Están colgados de la luz y no pueden habilitar los servicios porque carecen de escritura. Pagan la tasa municipal, aunque no fraccionada por el número que figura en los cartelitos junto a sus puertas sino por el de catastro.


El paso de Papá Noel
La noticia del procesamiento de Screpanti fue como un regalo navideño para los vecinos de La Paz al 6200. Ellos esperaban que se acreditara la estafa como paso previo para reclamar esos terrenos para sí. De todos modos, el futuro de los terrenos todavía es incierto (ver aparte).

La maniobra, según la resolución judicial, se repitió idéntica con cada uno de los malogrados compradores. El falso dueño ofrecía los terrenos y dividía el pago en cuotas. La gente empezaba a edificar. Cuando la casa estaba casi lista exigía el boleto de compraventa pero sólo conseguía documentación que no acreditaba la pertenencia. Entonces empezaron a sospechar y descubrieron el ardid que llevó a diez de ellos a denunciarlo.

En el barrio hay casitas prolijas de ladrillo sin revestir, que algunas que recién empiezan a construirse, otras de madera, bloque o chapa que se alzan a ambos lados de las calles de tierra, bordeadas por cunetas. El escenario del fraude está a pocos metros del club Provincias Unidas.

La mayoría de los habitantes estafados son laburantes: entre ellos hay albañiles, un electricista, vendedores ambulantes y un taxista. Este último, Gustavo Foresto, de 34 años y dos hijos, cuenta que fue la desesperación la que lo llevó a creer en el supuesto vendedor. "El trabajó en la Municipalidad y tiene contactos que le facilitan las cosas. Donde sabe que hay un terreno libre, saca un libre deuda. Paga dos o tres impuestos y lo pone a la venta", detalló.

Una de las primeras en comprar un lote cerca de la esquina de Barra y La Paz fue Susana Sáez, de 50 años. Se había corrido la voz de que el dueño de ese baldío se encontraba recorriéndolo y lo pondría en venta. Ella fue a preguntárselo. Screpanti -contó- le pidió un anticipo de 200 pesos y otras 35 cuotas de la misma suma. Nunca hubo boleto de compraventa: a cada mensualidad le entregaba un recibo de los que se compran en cualquier librería. "Ponía siempre algo distinto. A veces en concepto de mensura, otras como parte de pago del terreno", contó la mujer en la casa donde vive con su esposo, dos hijas, su yerno y su nieta.

Ella fue la primera en advertir el engaño, cuando terminó de techar la que hoy es la casa más vistosa de la cuadra y quiso escriturar. Consultó a tres abogados. "¿Usted edificó acá señora? Porque esto no es suyo", fue la desalentadora observación del primero que visitó. Terminó en la Defensoría del Pueblo y decidió denunciar la estafa.

Los vecinos cuentan que Screpanti va todos los sábados, acompañado por un guardaespaldas, a cobrar la cuota. Y dicen que entre las casi 30 familias que están en la misma situación, muchas siguen creyendo en la palabra del ingeniero, y siguen abonando, pese al trámite penal en curso. "Le ha vendido los mismos terrenos a tres o cuatro personas distintas", coinciden.

En su indagatoria, Screpanti adujo que había trabajado como agrimensor para esas familias, realizando mensuras, planos y brindando información para un trámite de tenencia de tierra. Pero el juez evaluó que los montos que figuran en los recibos -donde en ocasiones se explicita la venta de lotes- son demasiado altos para un simple trabajo de mensura.
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El grupo de malogrados compradores en la zona de Campbell y La Paz.

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"Dije que dejen de pagarle a ese tipo porque es un chanta"


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