Central cerró un buen torneo

Sergio Faletto / La Capital

Central empezó muy mal. Pero terminó muy bien. Dos frases para resumir el punto de partida y de llegada del equipo canalla en el torneo Apertura. Pero también hubo un durante. Y allí radica lo más importante. En el desarrollo. Que dejó un resumen necesario para aprender. E indispensable para proyectar.

Central arrancó pésimo. Y esto no fue casualidad. No hacía falta consultar a algún vidente para conocer los días por venir. Las decisiones futbolísticas primarias fueron determinantes para que los auriazules comiencen con el pie izquierdo. El paso en falso que los directivos dieron con Víctor Púa tuvo un costo deportivo que ahora, con el torneo concluido, parece aún mayor. Un técnico desconocedor del fútbol argentino y estériles contrataciones aceleraron los tiempos de Angel Zof. En ese corto lapso del entrenador uruguayo los canallas perdieron todos los puntos en disputa. Entre ellos los del clásico.

Pero con el previsible retorno de don Angel comenzó la recuperación. El viejo cirujano recurrió a su vieja ciencia y marcó el renacimiento deportivo canalla. Luego de los lógicos vaivenes iniciales, el equipo se armó, se consolidó y protagonizó el campeonato. Con muchos pibes y con Eduardo Coudet en buena forma.

Zof ratificó el acierto de Púa en ubicar a Damián Ledesma como volante central, definió a Papa como carrilero por izquierda e hizo jugar a Andrés Díaz como la variable de ajuste del mediocampo, todo para potenciar la capacidad del Chacho. Y así construyó la herramienta más eficaz para jugar el fútbol que quería.

La extraordinaria maduración de Marcelo Ojeda como arquero de primera división fue la mejor de las revelaciones canallas, y desde acá para adelante el cuerpo técnico fue ensamblando las piezas, padeciendo la venta de Leonardo Talamonti para constituir la línea del fondo, la que finalmente se conformó gracias al oficio de Ferrari, la jerarquía de Raldes, el coraje de Fassi y el regreso a su nivel de Rivarola.

Así, desde Ojeda hasta tres cuartos de cancha, Zof y Cuffaro Russo recompusieron el tejido futbolístico auriazul. Y el conjunto emprendió un viaje en el mar de la regularidad y la eficacia.

Central se olvidó de las derrotas y trazó una línea ascendente, a pura victoria y algunos empates. Empujó sus limitaciones ofensivas y disimuló la carencia de gol con solidaridad. Papa hizo dos goles clave, uno ante Boca y otro frente a Vélez.

Pero con el devenir de los entrenamientos, de tantas charlas, de muchos ensayos, de diferentes pruebas, el cuerpo técnico auriazul encontró los caminos de la contundencia.

Apareció el oportunismo de Emanuel Villa, un atacante que había sido relegado en el comienzo, pero que después se hizo un lugarcito entre los pibes de arriba.

Tito alcanzó siete conquistas y se erigió en el nuevo goleador de Central, al tiempo que Vitti, Marco Ruben y Alemanno acumulaban minutos en cancha para crecer.

Y así, el derrotero fue dejando atrás el inicio incierto para avizorar un puerto seguro. Coudet se dedicó a jugar y así justificó con creces el perdurable romance con su gente. Y sobre él giró el circuito futbolístico que diseñó don Angel.

En la recta final del Apertura Central se metió entre los protagonistas, fue noticia por su regularidad y también por sus posibilidades ciertas de participar en la definición del torneo, pero sus chances se desvanecieron al depender de resultados ajenos.

Central terminó en el lote de vanguardia. Su campaña fue muy buena. Con una estructura futbolística que los directivos deberán no sólo conservar sino también fortalecer. Porque ahora los hinchas quieren más. Y está bien que así sea.

Don Angel transformó la realidad futbolística.