Año CXXXVII Nº 48601
La Ciudad
Política
Economía
La Región
Información Gral
El Mundo
Opinión
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario


suplementos
ediciones anteriores
Salud 08/12
Autos 08/12
Turismo 05/12
Mujer 05/12
Economía 05/12
Señales 05/12
Educación 04/12

contacto
servicios
Institucional

 martes, 14 de diciembre de 2004  
El festejo que no fue
Los simpatizantes frustraron la vuelta en el Coloso

Gustavo Conti / La Capital

Hay amores que matan. Ninguna frase hecha refleja mejor lo que pasó en el Coloso del Parque, en las primeras horas de ayer, cuando una multitud esperó en vano el arribo del plantel campeón. Y no es que la delegación rojinegra no haya cumplido su promesa de regresar a casa para festejar con los que no pudieron hacerlo en Buenos Aires, sino porque otra vez la imbecilidad de algunos privó la fiesta de todos.

Pocos minutos después de que el empate de Arsenal con Vélez consagrara al equipo del Tolo, las puertas del estadio del parque Independencia se abrieron de par en par para que los hinchas pudieran celebrar allí el nuevo campeonato y a la vez esperar con paciencia el arribo de sus ídolos.

Como suele pasar, el plantel leproso bien podría haberse quedado en Capital Federal concurriendo a los programas deportivos que los esperaban con los brazos abiertos, pero sin embargo, y pese a que varios jugadores y hasta el propio técnico residen allí, emprendieron el retorno por la autopista a paso más bien lento, en caravana, para estar en casa.

Y es más, la espera no fue tan larga pese a los embotellamientos en Buenos Aires y en el propio ingreso a Rosario, donde una multitud aguardó a la vera del camino el paso de los campeones, no sólo en las veredas sino tratando de seguir al micro en automóviles particulares, sumándose a los que ya venían desde Avellaneda. Exactamente a la 1.35 el micro de la empresa General Urquiza estaba entrando por detrás al Coloso y poco después, a la 1.55, las primeras cabezas asomaron por el túnel hacia el campo de juego. Allí ocurrió lo más olvidable. Es que ya la cosa no pintaba bien. Desde que se abrió el estadio una buena cantidad de policías se había apostado dentro del campo para evitar la invasión de público, pero los intolerantes no esperaron. Primero provocó un hincha y cuando dos uniformados lo sacaron del césped, comenzó una agresión injustificada desde las tribunas hacia ellos, que fueron blanco de numerosos proyectiles que, al fin, provocaron una huida poco elegante del césped y el vía libre a la intromisión para los impacientes de siempre.

Allí se generó la primera invasión de público pero como faltaba mucho para que llegue el plantel, el tiempo en el lugar pareció suficiente y primó la cordura. Y algunos, que parecían ser de un sector de la barra leprosa, se encargaron de sacar a todos, algo que fue aplaudido por el resto. Pero duró nada. Ni bien Ariel Zapata asomó por el túnel, seguido por Maidana, Capria, Scocco, Marino y Pocrnjic, se desató el sinsentido. Los futbolistas entraban con la mejor onda, con ánimo de dar la vuelta olímpica, con gorros de fiesta en sus cabezas, y el estadio estalló en un solo grito, electrizante, lleno de emoción. Pero 30 segundos después llegó el caos. Otra vez la invasión, otra vez la rapiña artera para llevarse un souvenir a cualquier costo y todo se terminó. Es más, cuando Ariel Ortega se aprestaba a salir al campo vio lo que le pasaba a sus compañeros y se quedó junto a varios más. No tenía ningún sentido exponerse a semejante trago cuando lo único que se pretendía era poder dar la vuelta olímpica y festejar largo en casa.

Cero en previsión, cero en organización como ocurrió con la venta de entradas, los que pagaron el pato fueron los futbolistas que se apuraron en volver para nada. La emoción se entendió, tanta espera era lógico que se exteriorizara con toda su fuerza pero el desborde no hizo más que arruinar esa parte del festejo. Allí mismo, el resto de la multitud que copó el Coloso y esperó hasta seis horas a los artífices de su felicidad, comprendió que no había más nada que hacer en ese lugar y la celebración prosiguió por las calles de la ciudad hasta altas horas de la madrugada. El plantel se fue inmediatamente en el micro y el contacto quedó para otra oportunidad. Una lástima.
enviar nota por e-mail
contacto
buscador

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto


Notas Relacionadas
Un día de locos en Capital


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados