| | martes, 16 de noviembre de 2004 | |
 | Charlas en el Café del Bajo
-"Tan importante como vivir hubiera sido vivir bien", dijo después de haberse recostado en el sillón hamaca en el que le gustaba balancearse mientras miraba a través del ventanal el cielo como buscando un sueño que él creía perdido. Perdido, pero existente (eso sí) en algún punto lejano del espacio eterno e infinito o en algún recóndito y profundo lugar de su alma. Claro, para comprender esto último, casi contradictorio, había que saber que el creía en aquello de: "...lo de arriba es igual a lo de abajo". Como quiera que sea, él estaba convencido de que su sueño estaba en algún lugar del universo aunque nunca supo por qué no se había jamás realizado.
-Ella lo miró, pero prefirió no decir nada. Siguió repasando con el trapo los muebles del living mientras los ojos de su alma también buscaban un sueño. Sí, porque ella también tenía un sueño, como todos, porque todos los seres humanos, en algún momento de la existencia, o en cada uno, tienen un sueño o, para ser más precisos, una ensoñación. Claro que el sueño de ella era tal vez un tanto humilde y hasta vulgar, pero no por eso dejaba de ser trascendente. Ciertamente todos los sueños son trascendentes e igualmente importantes porque no deben pesarse de acuerdo con lo anhelado, sino conforme a la propia esencia de la ensoñación. Y esa esencia no es sino un deseo humano que, si es bueno, no puede sino tener un valor maravilloso.
-El comenzó a balancearse suavemente en el sillón, mientras le pidió con una propuesta, como siempre, como cada mañana: "¿Tomamos unos mates?" Después abrió el libro de Machado y comenzó a leer. A ella le preocupó un poco, porque él leía los poemas del español muy de vez en cuando y sólo cuando estaba particularmente triste. Se acercó, intentó ponerle una mano sobre su cabeza y preguntarle si le sucedía algo pero retrocedió y se fue a la cocina.
-Cuando regresó con el mate en la mano él levantó su mirada, sonrió y le entregó un sobre cerrado en una de cuyas caras decía simplemente: "Para vos". Ella también sonrió, su corazón palpitó más fuertemente y se atrevió a asegurar para sí misma que a veces, acaso pocas veces en la vida, los sueños suelen cobrar vida. Volvió a la cocina y, con ansiedad, abrió el sobre y leyó su contenido...
-"Mi sueño hubiera sido...Sí, es correcto, mi sueño hubiera sido porque a mi sueño se le acaba el espacio en el presente. Mi sueño hubiera sido ser mejor; mi sueño hubiera sido poder crear, dibujar aceptablemente algunas palabras para poder regalar algún mensaje. Ya ves, ni siquiera he logrado transmitirte de una forma aceptable todo lo que hay en mi interior y si algo de él conoces es sólo porque me has amado lo suficiente como para ver a través de mis vallados. Lo siento, siento no haber sido todo aquello que te merecías. Como creador es poco lo que puedo hacer, sólo decirte "gracias y te quiero".
-Mientras tanto, él de a poco se dormía en la mecedora. Ahora sentía los ruidos de la calle lejanos, cada vez más lejanos. La silla también de a poco se fue deteniendo hasta que el ruido del balanceo cesó por completo.
-Se había dormido, pero era extraño porque no soñaba.
-Ella se acercó, pero tenía el miedo que preanuncia los desastres a los enamorados. El libro de Machado había huido de las manos de aquel hombre y estaba en su falda a punto de rodar entre sus piernas. Quedó abierto en ese poema que ella, antes que nada, leyó con voz entrecortada para que él lo escuchara, a pesar de todo: "Converso con el hombre que siempre va conmigo/-quien habla solo espera hablar con Dios un día-..."
-Afuera, unos automovilistas hacían sonar sus bocinas desconsideradamente pidiendo paso; un señor de saco y corbata con un maletín negro en la mano iba presuroso al banco y unas mujeres intercambiaban impresiones sobre los precios del hipermercado que acababa de abrir sus puertas en la ciudad.
-Adentro había un tremendo silencio porque las ensoñaciones de aquellos enamorados habían quedado pulverizadas en un instante.
-Pero... ¿pulverizadas? ¿Acaso ella no tenía ese sueño, esa carta entre sus manos? ¿Acaso él no estaría hablando con Dios en ese día?
-Perdón, es que hoy con Inocencio estábamos un poco tristes y otro poco románticos.
Candi II
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Roxana Latorre, senadora por el PJ
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