| viernes, 12 de noviembre de 2004 | | | Charlas en elCafé del Bajo -Hay que salir a amar, amigos, hay que salir a amar. Con estas palabras comienzo la charla de hoy. En cada nuevo instante que la vida me concede se fortalece en mí la creencia de que es imprescindible, como nunca antes lo fue en la historia de la humanidad, amar. Anteayer en la Universidad Austral, ubicada en calle Paraguay 1950, se conmemoró el trigésimo aniversario de la visita a nuestro país de San José María Escrivá de Balaguer, creador del Opus Dei. Para recordar esta visita se realizó una jornada en la que se desarrolló el tema Cultura del Trabajo y Promoción Humana.
-¿Lo invitaron?
-Me invitaron, fui y quiero hablar de ello. Debo decir que más allá de las interesantes palabras de los expositores me impresionó muchísimo y gratamente conocer el trabajo que están haciendo a favor de las personas de escasos recursos (escasos recursos no sólo de carácter económico) estudiantes de la Universidad Austral, jóvenes del Opus Dei. Muy meritorio el trabajo en los barrios marginales de Rosario, entre otros Cabín 9 y reconfortante saber de los viajes que han hecho estos chicos rosarinos a un perdido y pobre pueblito de la Quebrada de Humahuaca, Suripujio, para ayudar a estos hermanos nuestros por los que corre sangre aborigen y que han sido históricamente olvidados.
-De manera tal que se llevó una grata impresión Candi.
-Con las disculpas que solicito a los adultos, cuyos méritos no suprimo, fue halagador y muy esperanzador haber escuchado los testimonios de estos chicos del Opus Dei. Testimonios espontáneos, transparentes, que pusieron de manifiesto que están haciendo muchas cosas por amor. A algunos de ellos los noté incluso conmovidos y agradecidos. Sí, agradecidos por cuanto aun descubriendo una realidad lacerante terminaron maravillados porque el hombre de esa realidad (pobrísimo y tristísimo) les abrió su corazón. Fíjese, Inocencio, que varios de los chicos dijeron algo así como que fueron a esos lugares pobres a dar y terminaron recibiendo. Esto es maravilloso porque no sólo expone una gratificante humildad de corazón, sino que marca una impronta en esa interrelación humana que yo interpreté de esta forma: fueron y siguen yendo, es cierto, a dar amor a través del aporte material, laboral, espiritual e incluso intelectual y se encontraron con una realidad que fue para ellos una lección de vida. Tuvieron la experiencia de descubrir que hay un mundo donde el dolor y la soledad arrecian a cada instante, sin piedad, sin remisión y vinieron a decir: "Eso duele mucho y hay que mitigarlo. ¿Y saben qué?, aun desde el dolor esos hermanos más débiles nos llenaron de amor". Cuando volví a casa, como siempre, reflexionando, una vez más me convencí de que si en alguien humano yo y tanta gente tenemos puestas las esperanzas es en una juventud amorosa que parece tener bastante claro lo que nuestra generación olvidó lo suficiente: no estamos solos, hay un prójimo angustiado que golpea desde hace tiempo las puertas de nuestro corazón.
-Ojalá que a estos valores no los devore el sistema perverso.
-Me fui meditando también sobre esto de la cultura del trabajo. En el universo hay dos clases de criaturas: las más fuertes y las menos fuertes. En todas las especies de la escala animal se advierte esta realidad. Y hay también otros dos tipos de seres: los que fueron creados a imagen y semejanza de Dios y los que no. Es decir, entre los seres humanos hay más fuertes y menos fuertes, más aptos y menos aptos, pero nuestra especie es imagen y semejanza del creador. Por eso el hombre posee una dignidad que trasciende la mera fortaleza y aptitud, una dignidad que no debe ser avasallada. No puede de ninguna manera asentirse la filosofía de Nietszche de la inconveniencia de la misericordia por ser obstaculizadora de un superhombre. Es un oprobio, la mayor de las ofensas, abandonar al más débil a su suerte, es vergonzoso e inadmisible que el hombre grande devore al hombre chico y que cobre fuerza la teoría darwiniana de la selección natural y la permanencia del más apto, porque el hombre no se mide primeramente por su aptitud, sino por su bondad. Por eso el primer trabajo a consolidar urgentemente hoy es el de amar. Es sin dudas el trabajo más duro, el más complejo. No es fácil la tarea, pero hoy más que nunca es la que se debe reivindicar. Hay que salir a amar.
Candi II
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