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 domingo, 03 de octubre de 2004

Tragedia en Patagones
Una usina que genera violencia

Cecilia Pedro (*)

Nuestra sociedad aparece como una usina generadora de violencia, creando situaciones de miedo, inseguridad e incertidumbre que producen efectos en los sujetos que la integramos. Casi sin darnos cuenta dejamos atrás la sociedad del modernismo cimentada en la idea de un progreso futuro, un código de normas compartidas y una misma ley para todos. Esta sociedad actual, del postmodernismo, potencia el egoísmo, la omnipotencia, la búsqueda inmediata del placer y el ideal supremo es la eterna juventud.

Valores como la solidaridad, la honestidad, la estabilidad y la tolerancia están en vías de extinción. El otro no es visto como una persona diferente, con derechos propios y merecedora de nuestro respeto sino como un competidor en potencia o un enemigo que nos puede dañar, alguien al que hay que eliminar para sobrevivir. La lógica es "soy yo o el otro".

Los adolescentes son el producto de una educación sin normas, sin responsabilidades, de una cultura del "todo vale". La adolescencia es un período de gran fragilidad y vulnerabilidad, ya que el joven está intentando dejar el mundo infantil, en el que se sentía seguro y protegido, para dirigirse al mundo adulto lleno de incertidumbres, dudas y peligros.

La tarea más dolorosa que debería realizar el adolescente es el desasimiento de sus padres, la exogamia, distanciarse de lo familiar para comenzar a construir su propio camino. Para facilitarles este tránsito es necesario que los padres estén presentes y firmes, que puedan asumir su función y la puedan sostener, que los puedan escuchar, que no se confundan con ellos, que no quieran ser sus amigos, ni que se intercambien los roles, es decir ubicarse como hijo de su hijo.

Los padres, inmersos en esta cultura, se hallan desorientados. Sin saber qué hacer, muchos perdieron la confianza en sí mismos. De padres autoritarios, rígidos y estructurados se pasó al extremo opuesto, a padres demagógicos, que lo comprenden todo, que permiten todo, que no exigen ni ponen límites. Ambas posiciones extremas originan agresión. Cada adolescente va a pedir límites a su manera, ya que están demandando que algún adulto se haga cargo y les quite la obligación de autolimitarse. Un joven que no conoce cuáles son sus limitaciones, que no tolera ninguna frustración y no aprendió a esforzarse va a tener muchas dificultades para incorporarse a la sociedad, convirtiéndose en un marginado. Pero la sociedad les está cerrando las puertas al no ofrecerles espacios de contención y de crecimiento.

(*) Psicóloga. Coordinadora del

Instituto de Adolescencia del Colegio de

Psicólogos de Rosario.

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