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 sábado, 02 de octubre de 2004

La imagen, prioridad peligrosa

Los datos estadísticos brindan jugosos elementos para el análisis de un rasgo particular de la mentalidad argentina: la enorme importancia que se le concede a la imagen personal, por encima de valores más trascendentes. Y no es que desde esta columna se intente desvirtuar el cuidado y la atención del propio cuerpo, sino solamente advertir acerca de los excesos en la materia, sobre todo cuando se vinculan con la siempre riesgosa entrada en el quirófano.

Pero se insiste, las informaciones revelan que nuestro país figura en el quinto lugar del mundo en la práctica de cirugías estéticas. Curiosamente, las cinco naciones que lo preceden en la tabla pertenecen al continente americano: Estados Unidos, Brasil, México y Canadá, en ese orden, ocupan los cuatro primeros lugares de la lista. Pero el elemento que refuerza la preocupación es que, en la Argentina, un 18 por ciento de las intervenciones se realiza en menores de veintiún años.

Otro aspecto relevante desde el punto de vista informativo es la abrumadora superioridad de las pacientes mujeres sobre los varones: 88 por ciento contra 12%, proporción similar a la del resto del planeta. Ahora bien, ¿cuáles son los parámetros culturales que conducen a las jóvenes a practicarse una operación, con los lógicos e inherentes riesgos que ésta conlleva?

De nuevo corresponde regresar a la esfera de los hechos y las cifras: las dos intervenciones más requeridas en el país son los implantes mamarios y la lipoaspiración. Con respecto a esta última, poco tiempo atrás el caso de una mujer de 43 años que falleció mientras era intervenida en una vivienda particular que no se encontraba habilitada como clínica en el barrio porteño de La Paternal conmovió a todos y se convirtió en noticia de tapa de numerosos medios gráficos, incluida La Capital.

Pero la pregunta planteada con antelación carece de respuesta obvia. Por cierto que los hechos hablan por sí mismos: implante mamario y lipoaspiración como prácticas dominantes señalan que las mujeres persiguen ideales estéticos ajenos a su propia contextura física y que en procura de plasmarlos no reparan en los medios a utilizar. No resulta sencillo eludir menciones a la esfera valorativa cuando se debe opinar sobre lo que sucede: ¿son en verdad necesarias tales intervenciones quirúrgicas?

La respuesta es inevitable: en la inmensa mayoría de los casos, no. ¿Por qué motivos son tantas, entonces, las personas que necesitan apelar a tales recursos para sentirse bien consigo mismas? La sociedad debería plantearse con mayor frecuencia esta pregunta, sin dudas incómoda. Y contestarla con la suficiente dosis de autocrítica. Es decir, mirarse a un espejo más profundo y verdadero que el que devuelve, apenas, la propia imagen física.

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