| sábado, 02 de octubre de 2004 | La caja negra de la tragedia El 28 de septiembre pasado, el día en que en Carmen de Patagones se desencadenó la tragedia, nos encontramos por casualidad y causalidad (como ocurre siempre), el doctor Jorge Zaldarriaga (juez de menores de la primera nominación), el doctor Artigas (juez de menores del juzgado 2) y yo en el mismo lugar donde 25 años atrás diseñamos y ejecutamos una investigación sobre agresión infantil, desde un enfoque transdisciplinario. Nuestros rostros y gestos corporales daban cuenta no sólo del paso del tiempo, sino del cansancio y una horrible sensación de fracaso. La prevención primaria de enfermedades del cuerpo y comportamientos no es negocio, ni siquiera el acercamiento a la evitación de lo que germina como "mal" para la humanidad. Quizás por primera vez no hablamos de lo que estaba sucediendo: Rafael, adolescente de 15 años que mataba a sus compañeros y ocupaba la primera plana de los medios en el mundo entero. Difícilmente este niño hubiera encontrado tanto espacio con el comportamiento opuesto. Recordé aquella investigación que juntos realizamos sobre agresión infantil en 1979 (Año Internacional del Niño), para eliminar el "huevo de la serpiente". Fuimos citadas a Santa Fe la señora Amanda Antelo, responsable de la institución y yo, para responder a las autoridades militares por la conclusión del trabajo: ¿que pretendíamos demostrar diciendo que es el medio y no el niño el agresivo? El profesor Carlos Gianantonio, en el prefacio, escribió: "Un aspecto sobresaliente del trabajo es el énfasis con que se investiga el balance entre salud emocional y física del niño y la biografía del grupo familiar de su pertenencia". A 25 años de esa experiencia, sigo sosteniendo lo que resumo en la frase que figura al inicio: "Es hora de que la infancia deje de ser el tiempo de la espera, que consideremos el juego como espacio vital y las conductas como emergentes propios de la interacción que como adultos provocamos, estimulamos o anulamos". Este joven sacó "distinguido" cuando en la escuela escribió sobre las masacres de EE.UU, nuestro colonizador de imágenes. Dice Konrad Lorenz: "El ser humano adulto es el único ser vivo que puede preguntarse a sí mismo ¿qué estoy haciendo?". Para llegar al estado de adultez es necesario ser adoptado y adaptado al medio en que se está creciendo y así desarrollar la capacidad de reflexionar, pensar, aprehender, imaginar y fundamentalmente sublimar, antes de actuar. Las pasiones humanas siempre fueron las mismas y empujaron con fuerza los comportamientos. De la caja negra de esta tragedia hay que escuchar las preguntas sin respuestas que se formuló este adolescente. Por supuesto también, ¿que sintió previamente?, ¿sólo humillación, por la burla de un compañero, en la clase de gimnasia, o lo que sintió cuando la novia lo abandonó? ¿Qué ocupó el lugar vacío del amor? ¿Por qué miraba películas satánicas y oía "música" transportadora de violencia? ¿A qué jugaba? ¿Quiénes fueron sus héroes, ídolos y dioses que alimentaron sus fantasías de muerte, no de vida? ¿No será hora de comparar épocas? El humanista Romain Rolland cuenta que al morir Victor Hugo, el ídolo de los adolescentes pacíficos, adoradores de Shakespeare y Beethoven no sólo corrieron lágrimas por los jóvenes de Estrasburgo, los acompañaron sus adultos y desfiló todo el mundo por el emblemático Arco de Triunfo.
Mirta Guelman de Javkin
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