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 miércoles, 08 de septiembre de 2004

Dolor y dudas. El Estado buscó evitar las críticas a Vladimir Putin
Los rusos desconfían de la cobertura periodística de la tragedia
El Kremlin volvió a mostrar su influencia sobre los medios

Oleg Shchedrov

Moscú. - La semana pasada, durante tres días, los medios de prensa rusos cubrieron la toma de rehenes en la escuela en Beslán bajo las nuevas directrices aprobadas por el Kremlin. Como resultado, la cobertura altamente selectiva pudo haber complacido a las autoridades pero estuvo lejos de satisfacer al pueblo ruso que la recibió con un descreimiento raras veces visto desde los tiempos soviéticos, de acuerdo con encuestas de opinión.

También puso de manifiesto el control del gobierno sobre los medios de prensa en un país donde todas las cadenas de televisión nacional ahora son controladas directa o indirectamente por el estado.

Dos años atrás, el presidente ruso Vladimir Putin acusó a las compañías de televisión de abusar de la libertad de prensa al cubrir la toma del teatro de Moscú, donde cientos de rehenes eran retenidos por un grupo de chechenos armados y 129 murieron cuando la policía ingresó al edificio.

La ex agencia de espías (KGB) entonces exigió que ninguna información que pudiera despertar emociones o ayudar a los perpetradores, debiera hacerse pública. Esta exigencia se aplica a las declaraciones de quienes toman los rehenes, comentarios de analistas o descripciones de movimientos de fuerzas especiales.

La lección parece haber sido escuchada, al menos por las cadenas nacionales de TV -la fuente principal de noticias de un país que comprende 11 husos horarios- en la crisis en la que más de 1.000 adultos y niños fueron tomados como rehenes en el sur de Rusia la semana pasada.

"Mi Dios, realmente se asustaron, aquellas bravas cadenas de televisión controladas por el estado", escribió el periódico liberal Izvestia acerca de la actuación de First Channel y Rossiya cuando más de 300 personas murieron el viernes en la caótica captura de la escuela por las tropas rusas.

Los canales se mantuvieron en silencio por casi una hora después de que se mostraran primero en las cadenas internacionales las imágenes de niños empapados en sangre escapando de la escuela entre grandes explosiones.

Aun incluso cuando los canales rusos comenzaron a transmitir en vivo cumplieron estrictamente con los lineamientos oficiales, evitando cuidadosamente cualquier mención de crítica a Putin, aunque los cuestionamientos eran generalizados entre los residentes de Beslán.

"Me imagino cómo los jefes de las compañías controladas por el gobierno llamaban febrilmente a sus controladores del Kremlin para preguntarles qué podían mostrar y qué no", escribió Irina Petrovskaya, en un comentario en el periódico Izvestia.


Nuevos estilo
Durante las siete décadas de vida de la Unión Soviética, los medios de prensa rusos pusieron en marcha una campaña rígida de propaganda comunista, que se centraba en lo que deberían ser las noticias en lugar de lo que eran, e ignoraba los grandes sucesos que podían causar una mala imagen en las autoridades.

Todo cambió cuando el comunismo colapsó al final de la década de los 80. El predecesor de Putin, Boris Yelstin, alentó la libertad de prensa y toleró las críticas, pero Putin buscó tener bajo control lo que ve como un instrumento peligroso.

En el 2000, el recientemente electo presidente se encontró con mucha presión de los medios de prensa después de mostrarse reacio a interrumpir sus vacaciones en respuesta del hundimiento del submarino nuclear Kursk, en el Artico, con 118 tripulantes a bordo.

Un año después, el imperio de medios de Vladimir Gusinsky, un crítico implacable de Putin, fue víctima de una campaña orquestada por el Kremlin y su joya -NTV Television- terminó en manos de Gazprom, la empresa monopólica del estado ruso que controla el gas.

Para la época de la toma de Beslán los jefes de los medios de prensa -incluso los de los periódicos hasta entonces relativamente libres de la presión del Kremlin- tenían buenas razones para mostrarse cautelosos.

Raf Shakirov, editor en jefe de Izvestia, tuvo que renunciar después que los accionistas leales al Kremlin decidieron que la edición del sábado fue muy emotiva en su descripción de la incursión de la escuela de Beslán.

Dos periodistas opositores, Anna Politkovskaya y Andrei Babitsky, nunca llegaron a Beslán. Politkovskaya fue llevada al hospital por envenenamiento de comida después de haber tomado una taza de café en el aeropuerto, mientras que Babitsky fue detenido después de una escaramuza con extraños.

Un equipo de la televisión Rustavi-2 de Georgia fue detenido en Beslán, oficialmente por cruzar la frontera sin tener visas. El periódico Kommersant dijo que Nana Lezhava y Levan Tetvadze fueron detenidos una hora después que informaron su versión de la incursión en la escuela, diferente de la del Kremlin.

Una nueva encuesta de opinión muestra que la estricta disciplina del Kremlin sobre la cobertura de Beslán tiene sin cuidado a los rusos. De acuerdo con la encuesta, realizada en toda Rusia por el Centro Analítico Independiente con sede en San Petersburgo entre el 4 y 5 de septiembre, sólo el 13% de los encuestados dijo que confiaba en los informes de la tragedia, mientras que el 85% expresó su descrédito. (Reuters)

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