| domingo, 05 de septiembre de 2004 | Panorama político Demandas de cumplimiento urgente Mauricio Maronna / La Capital Sin justicia ni educación, la Argentina seguirá siendo lo que es: un barco a la deriva cruzado por huracanes cargados de intolerancia, prejuicios ideológicos e insensatez. Un país acostumbrado a bailar sobre la cornisa, llevado de la mano por un Estado incapaz de hacerse cargo. Por su parte, la realidad santafesina de los últimos días volvió a poner en el primer plano un reclamo que va camino a cumplir los mismos años que la restauración democrática de 1983.
Hay situaciones que, de tan obvias, no deberían ameritar otra respuesta que no sea la de pedir disculpas y el compromiso para cambiar, aquí y ahora, el estado de las cosas. ¿En nombre de qué excusa puede justificarse que un docente santafesino tenga un salario básico de 145 pesos; inferior, incluso, al monto que se paga por un plan Trabajar? ¿Cómo puede obviarse el dato de que esos mismos docentes no puedan sobrellevar con sus sueldos el precio de la canasta familiar?
No fue una casualidad la masividad de la movilización docente al Palacio de Gobierno. A diferencia de otras manifestaciones sesgadas por intereses partidarios escondidos bajo consignas ampulosas, el miércoles los maestros lograron que su reclamo sea compartido por un vasto sector de la sociedad que, habitualmente, mira con recelo (o simplemente no mira) las marchas callejeras.
El gobernador Jorge Obeid logró recuperar en los últimos meses la agenda que se le había extraviado al inicio de su gestión, consiguió arrebatarle a la oposición (y a gruesas capas de su propio partido) la iniciativa política sobre el sistema electoral y normalizó su relación con el presidente de la Nación, Néstor Kirchner, quien parece haberlo indultado por su ya mítica postal en el vagón de San Vicente junto a Eduardo Duhalde, José Manuel de la Sota y otros dirigentes, luego bautizados como el Grupo Mausoleo.
Pero ahora tiene ante sí una demanda de cumplimiento urgente, como es la de poner a la educación en el lugar que le corresponde a una provincia rica por donde se la mire, y despegarla de Estados que solamente pueden sobrevivir por los aportes que les dispensa el poder central.
Es una buena noticia que el gobierno abra ahora las puertas al diálogo con los docentes: la cerrazón inicial solamente hacía presagiar un frente tormentoso.
Para Obeid será imprescindible, como el oxígeno para respirar, que los senadores justicialistas no rompan amarras con su gestión de gobierno. La primera respuesta a esa incógnita tiene fecha cierta: el 23 de septiembre la Cámara alta decidirá si convierte en ley el endeble sistema de elecciones internas obligatorias, abiertas y simultáneas, que, hoy por hoy, levanta la ira de muchos legisladores.
Para esto será fundamental la opinión de Carlos Reutemann, el líder del PJ santafesino, quien sobreactúa su "abstención" diciendo que la posición de los senadores no depende de él sino de la opinión que cada departamento haga de la cuestión.
El Lole leyó azorado en la edición de La Capital del viernes pasado las furibundas declaraciones en contra de su liderazgo formuladas por un grupo de kirchneristas encabezado por el diputado nacional Gustavo Marconato.
"Ese pibe es un caso especial. El presidente me pidió que lo ponga en la lista de candidatos a diputado nacional y así lo hice. Perdió las elecciones en su departamento, pero, sin embargo, el hombre está sentado en una banca del Congreso. ¿Saben cuántas veces me vino a saludar durante la campaña? Ninguna", suele decir Reutemann en la intimidad.
Al Lole le molestó que ni Obeid ni muchos que se autoproclaman "reutemistas de paladar negro solamente a la hora de pedir un cargo" hayan abierto la boca para cruzar la durísima embestida de Claudio Leoni y Marconato.
Paradojas de la política santafesina: el kirchnerista intendente de Correa, Alberto Monti, fue el único que, con buen tino, respaldó ayer al senador, recordando quién es quién en la política local y tratando de impedir que se abra una grieta entre la Casa Rosada, Obeid y Reutemann.
Más allá del día a día de la política santafesina, el Estado argentino sufrió el jueves pasado un cachetazo que le devuelve su propio rostro.
Aunque resulte doloroso, el Tribunal Oral Nº 3 demolió el muro construido sobre la base de hipocresías, trapisondas y sobornos que pretendía empaquetar con el rótulo de "historia oficial" la tragedia más cruenta que vivió la Argentina en la posdictadura. El derrumbe de la causa Amia muestra la ineptitud de funcionarios, legisladores, jueces, fuerzas de seguridad e, incluso, de los querellantes de la Amia y de la Daia.
A diez años del atentado contra la mutual judía y a casi tres de la iniciación del juicio no se sabe quién ordenó el ataque, quién lo ejecutó y quiénes fueron los cómplices.
Alguna vez habrá que reparar en la valentía y honestidad intelectual de una mujer de 46 años, madre de dos hijos, bióloga y viuda de José Enrique Kuki Ginsberg, asesinado el 18 de julio de 1994. Hace siete años, en el acto por el tercer aniversario del ataque, Laura Ginsberg no trepidó en transmitir el mensaje más auténtico y más descarnado ante las narices de la flor y nata del poder político de entonces.
"Cierro los ojos e imagino que son las 12 de la noche de aquel 18 de julio. Todos dormimos los sueños, todos tenemos a nuestras familias enteras y todos proyectamos para el día siguiente la irrespetuosa locura de vivir, el desafiante pensamiento de vivir, el ilusorio deseo de vivir. Pero cuando los abro, me encuentro 3 años después con la irrespetuosa locura de querer justicia, con el desafiante pensamiento de exigir justicia, con el ilusorio deseo del nunca más".
Aquel "Yo acuso" de Laura Ginsberg adquiere hoy más vigencia que nunca: solamente habría que agregarle los nombres de quienes pasaron por el poder político desde el 97 hasta estos días.
En un país corroído por la impunidad, el "nunca más" siempre será un deseo ilusorio. enviar nota por e-mail | | Fotos | | |