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 miércoles, 01 de septiembre de 2004

Editorial
Los avances del terrorismo

Las acciones que suelen adoptar los grupos terroristas para conseguir sus objetivos políticos son bien conocidas en el mundo entero, tanto como sus lamentables consecuencias, de las que miles de inocentes vidas perdidas en los últimos años dan prueba. No obstante, no deja de sorprender hasta dónde pretenden hacer llegar sus reivindicaciones. Es el caso último del Ejército de Liberación de Irak, quien ha secuestrado a dos periodistas, franceses -Georges Malbrunot, del diario Le Figaro y Cristian Chesnot, de Radio Francia Internacional- reclamando que el gobierno de Chirac revoque la ley que regiría desde mañana prohibiendo el uso del velo islámico en las escuelas públicas. Vale recordar que, sin discriminación, la ley prohíbe el uso de signos religiosos demasiado visibles, trátese de kipás judías, pañuelos islámicos o cruces cristianas.

Es la primera vez que un grupo fundamentalista actúa exigiendo que se anule una decisión soberana tomada por otro país, estudiada, debatida y refrendada por sus representantes parlamentarios. Y dicha acción revela de forma incontrastable el total desprecio por el pensamiento mayoritario de una nación; paradójicamente, de aquella que cobijó a varias generaciones de musulmanes exiliados por guerras o persecuciones internas. Y, al mismo tiempo, vuelven a golpear sobre el periodismo, sabiendo que lograrán una mayor repercusión mediática.

En lo inmediato, la extorsión no logró sus objetivos. Por el contrario, unificó a todo el arco político de Francia para expresar un enérgico repudio, mientras los cuerpos diplomáticos, la comunidad musulmana y la ciudadanía reclamaron con fuerza la inmediata liberación de los periodistas. Más aún, numerosas organizaciones políticas y sociales de países del mundo árabe -entre ellos el líder palestino Yasser Arafat- condenaron los secuestros.

Desde ya, la decisión de Francia de no ceder al chantaje no es tan simple, ya que se sabe que el grupo terrorista ha concretado las amenazas degollando en Irak a ciudadanos de otros países cuyos gobiernos no cumplieron con sus demandas. Está en juego la vida de dos ciudadanos que acudieron a ese país para cumplir con su deber profesional. No obstante, es totalmente razonable y no habrá crítica posible frente a lo que acontezca.

Tiempo atrás, el gobierno filipino decidió retirar las tropas de Irak luego de que le secuestraran un ciudadano. Evidentemente, ese éxito alentó a los terroristas. La condena, desde luego, debe ser rápida y contundente por el concierto de naciones e instituciones democráticas de todo el mundo. Nadie está exento de ese peligroso accionar.

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