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 domingo, 29 de agosto de 2004

Un nuevo hito del básquet argentino

Oscar Lehrer / La Capital

El seleccionado argentino de básquetbol estableció dos hitos dentro de la historia de este deporte a nivel mundial: fue el primer equipo que le ganó a un combinado estadounidense integrado por jugadores de la NBA y desde el pasado viernes fue el primero en dejar fuera de una final olímpica a una formación conformada por basquetbolistas de la mejor liga del mundo. Y ayer le agregó un tercero: la primera medalla de oro de este deporte en los Juegos Olímpicos.

El primero de esos hechos se registró en el Mundial jugado en Indianápolis hace dos años, más precisamente un 4 de setiembre, cuando el equipo dirigido por Rubén Magnano se impuso por 87-80.

El otro hecho más reciente se produjo hace dos días en el Estadio Olímpico de Grecia, con casi los mismos protagonistas por el lado de los argentinos, con otras caras en el Dream Team y la Argentina se impuso por 89 a 81.

Creado para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 porque los Estados Unidos se habían quedado afuera de la final en Seúl 88 (en esa ocasión perdió con la Unión Soviética), el Dream Team no había perdido ningún encuentro en tres Juegos Olímpicos y además se habían quedado con las tres medallas de oro, cosa que en esta oportunidad, en Atenas, los argentinos le impidieron.

Y en la final por la medalla de oro, Argentina se enfrentó con el fuerte equipo de Italia (al que venció 84 a 69) y la canción "El viejo de arriba" de la Bersuit Vergarabat, que el plantel nacional tiene la costumbre de escuchar camino al estadio para motivarse, no sonó ayer por primera vez.

Viajaron casi en silencio, estaban muy concentrados. Fue un día especial, diferente, y lo sabían. Arrancó con un sueño tardío, porque ninguno podía dormirse, después del formidable éxito frente a Estados Unidos. Todos estaban arriba para ir a la charla técnica que duró media hora. Vieron un video de lo más importante de Italia y después partieron para el estadio en el mismo ómnibus que lo hicieron durante todos los Juegos Olímpicos. En el estadio escucharon nuevamente a Rubén Magnano y salieron a la cancha para calentar y lanzar al cesto. Al final del juego rubricaron la página más histórica e importante del básquetbol nacional y festejaron trepados al banco de suplentes, varios con el torso desnudo.

Increíblemente se lo vio al Colorado Wolkowyski llorando, como nunca. Lo mismo pasó con el lesionado Oberto, con Montecchia, con Sánchez, con Scola, con Ginobili (el mejor jugador del torneo), con Herrmann. Todos marcando con los dedos pulgar e índice de cada mano su corazón, símbolo de la garra argentina y, por qué no, de la medalla obtenida. Esa señal se extendió a todos los jugadores.

En el vestuario siguieron saltando y gritando, metieron al presidente de la Confederación, Horacio Muratore, debajo de una ducha.

Lo cierto es que por intermedio de la televisión todo el país vibró. Fue curioso observar a la gente con su rostro pegado a los televisores. En el centro de Rosario, en el de Córdoba, en la Capital Federal, en Bahía Blanca y en otros puntos del interior del país se buscó una mesa cercana a la pantalla. Las jugadas que llegaron desde Grecia, especialmente las del final, provocaron puños apretados y gritos de euforia.

Hay varias razones para explicar la victoria. Quizá la más importante sea la concepción de juego entre un equipo con todas las letras y otro donde las individualidades no prevalecieron, junto al trabajo de la base de nuestra bendita Liga Nacional.

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Los rosarinos fueron al Monumento a festejar la conquista.

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