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 domingo, 29 de agosto de 2004

La verdadera dimensión

"Lo que no se pudo conseguir en la Copa América se consiguió en Atenas". La frase fue disparada por uno de los relatores que ayer asumió el protagonismo de traer al país las alternativas de Argentina y Paraguay.

Los Juegos Olímpicos, como ninguna otra actividad deportiva, suelen desnudar el desconocimiento de los especialistas y fundamentalmente la falta de capacidad para dimensionar los acontecimientos.

Es que poner a la misma altura la final de la Copa América y la definición del oro en Atenas es cuanto menos ridículo y carente de todo sustento.

Vale para trasladar esta escala de valores a Marcelo Bielsa, que quizás no recibirá el reconocimiento que se condice con el logro. Y quizás esa tendencia arrastre a los futbolistas.

Así como fue descarnada la crítica durante el Mundial, deben ser elogiosos los comentarios tras la obtención del oro olímpico.

De la misma manera que esta selección cargó, injustamente, con el peso de 52 años sin medallas doradas y ninguna en el fútbol, debe se inmensamente ponderada ahora por haber regado la sequía con una actuación sobresaliente y estadísticas quizás incomparables para torneos de tamaña envergadura.

Es improbable que existan antecedentes olímpicos en el fútbol que registren ganadores sin goles en contra y casi tres conquistas a favor por encuentro.

Argentina viajó a Grecia con obligaciones propias y ajenas. Y se hizo cargo de todas. Las asumió, las tamizó y las decodificó.

Honor y gloria para un plantel y un cuerpo técnico que respondieron con creces a las expectativas.

Es probable que aparezcan atenuantes y atenuadores. Como la ausencia de Brasil, por ejemplo. En ese caso, la respuesta es muy sencilla. A los verdeamarelhos los eliminaron entre Argentina y Paraguay en el Preolímpico de Chile.

Si de consideraciones de este tipo se trata, deben existir más de los que se puedan contar con los dedos de ambas manos en la historia olímpica y sin embargo Argentina nunca había podido colgarse la más valiosa de las preseas.

Ni siquiera en aquel amargo 1996 en que el equipo de Daniel Passarella decidió tirar el achique en la última jugada y debió conformarse con la medalla de plata.

Es desconsiderado ponerse a discurrir a esta hora si Bielsa pagó la deuda que dejó en el Mundial de Japón y Corea. Al menos descubre a quienes sólo pretenden denostar a un entrenador que es ponderado por casi todo el mundo futbolístico menos por el de su país.

Lo más sorprendente es que la dureza con la que se ensañan con el DT está mucho más vinculada con su escasa consideración que él tiene para con los medios poderosos que con sus logros o fracasos deportivos.

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Nico Medina se abraza con Marcelo Bielsa.

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