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 domingo, 29 de agosto de 2004

El Loco Bielsa pagó con oro el fracaso

La frustración mundialista del seleccionado argentino en el Mundial de Corea-Japón diabolizó al entrenador Marcelo Bielsa ante el hincha local, pero su calidad de trabajo y, esencialmente, su honestidad, resaltada por todos los que lo frecuentan, tuvieron ayer su premio con la conquista de la medalla de oro olímpica.

De irrenunciable perfil bajo, respetuoso, trabajador, capaz y honesto, Bielsa se supo ganar siempre el reconocimiento de sus dirigidos y, lo que no es poca cosa, también de sus colegas.

Con una inclaudicable voluntad pese a los reveses que suele deparar el fútbol y sin perder jamás la línea ante los golpes bajos que sufrió en los últimos dos años, Bielsa siguió adelante contra viento y marea.

Fue a poner la cara innecesariamente, según la propia calificación del presidente de AFA, Julio Grondona, en el Preolímpico de enero pasado en Chile, donde no solamente rescató la clasificación para Atenas sino también el título.

Claro que cada presencia del seleccionado por eliminatorias en el país era una herida más que el aficionado le abría en el alma al cuestionarle desde la forma de parar el equipo y la inclusión de algunos jugadores que perdieron el Mundial, hasta cuestiones más nimias como no ser afecto a la sonrisa fácil y de compromiso.

Pero nunca respondió Marcelo. Jamás atacó a nadie ni se manejó con ironías de doble filo como suele hacer la mayoría de sus colegas locales. Fue inteligente para captar el mensaje y modificó el rumbo, quizás como para dar fe a alguna manifestación de su sempiterno candidato a reemplazarlo, Carlos Bianchi, quien una vez aceptó que "el que no cambia, es un estúpido".

Y entonces empezó a apostar a los pibes del recambio, a los hipersolicitados Carlos Tevez, Andrés D'Alessandro y compañía, los que todos juntos iban a provocar un inevitable cambio de funcionamiento.

Entonces, con nuevos intérpretes y ya sin los repudiados Juan Sebastián Verón, Claudio López y Hernán Crespo en el equipo, el seleccionado comenzó a reconstruir su imagen de conjunto ofensivo, esa que le permitió ganar de punta a punta y con holgura, por ejemplo, las eliminatorias para el fatídico Mundial de Japón-Corea.

Así se ganó el mencionado Preolímpico chileno, se perdió injustamente la Copa América de Perú por penales ante Brasil y se obtuvo la primera medalla dorada olímpica de la historia en fútbol, algo que será, para siempre, patrimonio de Bielsa y de ningún otro entrenador.

Quizás este oro olímpico no sea el cicatrizante que haga falta para cerrar completamente la herida abierta en 2002 ni atempere en su totalidad la animadversión del público argentino para con él, pero Bielsa empezó a ganar no solamente títulos importantes, sino también el reconocimiento por los frutos que empezó a dar su cosecha.

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