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 domingo, 29 de agosto de 2004

La falta de trabajo impide pagar las cuotas de las viviendas Fonavi
Los adjudicatarios se quejan porque nadie se responsabiliza por las fallas edilicias de las unidades

Carencias, quejas, abandono y desamparo. Estas son sensaciones y características contenidas hasta en los mismos cimientos de los llamados barrios Fonavi provinciales. La falta de recursos de sus habitantes, el deterioro permanente de los inmuebles, la inseguridad y la marginalidad de las zonas donde se ubican son lugares comunes en este tipo de barriadas, se encuentren donde se encuentren. Recorrerlas sirve como muestra palpable de la realidad en la que viven miles de personas, más allá de que lo hagan en los complejos nuevos o los más antiguos. Los problemas no faltan.

Sólo en el Fonavi de Grandoli y Gutiérrez hay 2.162 departamentos. En uno de ellos vive Ramona (73) desde hace 20 años. "Hay que tener astucia para seguir acá", dijo la mujer, que al igual que su marido no tiene ingresos fijos. Dejó de pagar la cuota en 1995. "Si no, no comemos", graficó con acento correntino (nació en Goya).

Ramona fue hace algunos días a tratar de "arreglar los papeles", y logró una refinanciación de 13 pesos mensuales. Entre chicos que juegan a la pelota y ropa tendida, aseguró que esa cuota tampoco está al alcance de sus posibilidades.

La Asociación de Viviendas Fonavi logró la implementación del llamado plan social que permitió reformular los pagos atrasados hasta en 60 meses. Esta iniciativa busca aliviar las deudas de miles de personas. Pero a Mabel (56) igual se le hace imposible abonar, aunque sea menos de 20 pesos. "Tengo varias enfermedades y no puedo trabajar", relató, añorando los años en que su casa era "un sueño". Ahora está rota, se corta el agua y nadie se ocupa de los arreglos.

Los edificios que tienen espacios comunes no poseen el más absoluto mantenimiento. "Si para la gente es difícil pagar su propia casa, mucho más es que lo haga a los consorcios vecinales", explicó José Peralta desde la asociación que agrupa a las viviendas sociales construidas por la provincia. El vecinalista cree, además, que alrededor del 60 por ciento de los vecinos está desocupado.

Por eso, desde hace algunos años, el Estado santafesino determinó levantar casitas individuales para evitar este tipo de inconvenientes. Sin embargo, luego de la recorrida de La Capital se evidenció que los problemas preexisten tanto en unas como en otras unidades.

En Grandoli y Gutiérrez existe una de las cinco defensorías generales (dependientes del Tribunal provincial) descentralizadas. Alejandra Verdondoni está a cargo de la oficina en la que la gente expone permanentemente sus problemas en busca de soluciones. "Básicamente a los vecinos les falta plata", confesó, antes de decir que el gran inconveniente es la "marginalidad". Si bien algunos trabajan, los sueldos son bajísimos. "Lo único que se paga son los servicios, porque si no, los cortan", indicó la abogada. En cuanto a la TV por cable, llega sólo a un departamento y se reparte entre los demás.

Pero hay barrios que se diferencian de otros. En la década del 80 se inscribía a los interesados sólo con su recibo de sueldo, sin tener en cuenta lo que ganaban. Hoy "tenés que tener un ingreso de gerente de banco", se quejó Peralta. "Tenés que ganar 1.700 pesos para ingresar en una vivienda social; por eso les llamamos countries Fonavi", ironizó. De ahí que en los vecindarios nuevos haya más posibilidades de cobro. "Pero así se pierde el sentido de la vivienda social, el laburante común no está al alcance de una de estas casas", agregó otro de los integrantes de la asociación, José Cravero.

Y si de falencias comunes se trata, los Fonavi tienen problemas de humedad permanente. "Las empresas constructoras jamás se responsabilizaron y la provincia tampoco", dijo Verdondoni.

En Biedma al 5.600 (y Espinillo) vive Indalecio Villalba (44). El barrio de dúplex individuales tiene solamente un año, pero muchas de las casas ya están arruinadas. "La verdad es que no habría que pagar un peso, pero como acá hay muchos empleados provinciales, les descuentan las cuotas del sueldo", indicó. En general, en ese lugar el abono es de 195 pesos por mes a 40 años.

Villalba fue colectivero, pero lo despidieron. Vive en una casa literalmente inhabitable, donde varias habitaciones se pusieron negras por la humedad. "Sacamos la cuenta y esta casa cuesta 96 mil pesos. Si la provincia me da esa plata, me compro un chalet en Fisherton y le pago 200 por mes, no hay problema", expresó ofuscado.

La historia de María de los Angeles (32) es diferente. Resultó beneficiaria de una casa municipal de un plan de erradicación de villas y fue llevada al barrio Fundación Deliot (Presidente Quintana al 5500). "Estaba en el barro, enganchada a la luz", recordó, aunque sostuvo que le "cambió la vida". Como la cuota de su casa fue refinanciada, paga unos 15 pesos por mes, algo que "la mitad de la gente no hace", expresó.

Detrás de este lugar se ubica la gente del Rosario Hábitat trasladada desde Las Flores al llamado barrio Renacer (Doctor Riva y Rouillón) hace 9 meses. Alejandro (28) y Mariana (29) viven allí del cirujeo, como muchos de los que habitan las 150 casas del lugar. Dicen que la convivencia es mejor que antes y que se terminó el delito que sufrían en Las Flores. Por ahora, están tranquilos ya que les dieron dos años para empezar a pagar los monoambientes con posibilidades de ampliar. Para ellos, el nombre del barrio es justamente eso, nacer de nuevo.

P.R.P.

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Los nuevos compejos reproducen viejos problemas.

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