| domingo, 22 de agosto de 2004 | Un mundo extraño Rosa Wernicke Los marinos rubios o morenos que llegan de ultramar miran deslumbrados el cielo y la tierra argentinos. Los marinos contemplan la inmensa riqueza agropecuaria que amontona el país, lista para el embarque. Miran los tanques de la YPF. (...) Es el maravilloso país de Jauja. Las infatigables hormigas humanas suben y bajan las planchadas. Las bodegas de los grandes navíos tragan las riquezas y devuelven las hormigas al incesante trajín. Los marinos rubios o morenos miran y miran porque no hay nada más emocionante que observar de qué manera se mueve el individuo en el agitado hormiguero humano. Los marinos americanos, germanos, eslavos, sajones, orientales, semitas, mogoles o africanos, hacen visera con el dorso de la mano para contemplar la riqueza del país, para contemplar la belleza de la turbulenta ciudad trabajadora, pero, ¿qué es lo que oculta aquella cortina de árboles? Lo que oculta es simplemente un mundo miserable y extraño, un mundo que nada tiene que ver con la fascinadora ciudad aunque esté dentro de su perímetro. Lo que oculta es algo que nadie quiere ver porque es demasiado feo, demasiado triste y desamparado. No quieren ver y cierran los ojos y se tapan los oídos. Nadie, absolutamente nadie, quiere ver la miseria y sin embargo no hay misterio ni más profundo ni más cercano.
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