| domingo, 22 de agosto de 2004 | "No me iría por nada del mundo" Antiguos vecinos de barrio Tablada evocan la vida cotidiana de ayer * "Para mí Tablada significa todo. Yo no me iría por nada del mundo de este barrio, nací acá y lo siento y lo quiero y lo vi modernizarse y lo vi cambiar; desde que eran las tabladas cuando pasaban las tropas por aquí, por la calle Chacabuco que iban para el Matadero, por 27 de Febrero eran campos...". (José)
* "Mi abuelo fue el primer horquillero que tuvo Jesús Pérez, pero debe hacer como cien años o más. Calcule, mi mamá nació en 1901 y mi abuelo había venido de Italia antes, y no sé la edad que tendría. Mi abuelo salió en las revistas de la época horquillando y con un perro grandote al lado. Una vez encontró una caja con lingotes de oro, revolviendo.
Después cuando se hacían las "cavas", se hacían pozos bajo la tierra y muchos se morían asfixiados, que sé yo la cantidad de gente que murió, asfixiada, aplastada por los desmoronamientos.
(...) El Gaucho Mansilla era empleado del Matadero, se dedicaba al arreo de animales. Los vecinos siempre lo recordamos sobre su caballo, vestido de gaucho y con un cuchillo en la cintura larguísimo, de mañana iba erguido y cuando volvía, previa parada en el boliche y ya beodo, algunos amigos lo cargaban al revés, mirando hacia atrás, sobre el caballo, que conocía de memoria el camino de vuelta. Solo y al tranco, el caballo lo regresaba a su casa. (Juan)
* "Cuando murió Don Rafael Campos, para el entierro vinieron los gauchos de todos lados con bombachas, rastras de oro y plata y unos facones en la cintura, todo de platería y el cortejo fue acompañado por los gauchos hasta la Iglesia San Antonio, fue un espectáculo ver eso, los trajes que llevaban y los caballos todos con plata y cuero trenzado, una hermosura. Parecía un desfile criollo de una fiesta patria. (Carlos)
* Nací en Ayolas y Buenos Aires. Eramos 7 hermanos. Yo era hijo de Rafael Campos, mi padre fue uno de los pioneros del matadero viejo, era un gaucho que trabajaba en el matadero viejo, yo no era nacido en esa época, porque nací en 1930, pero mi padre era uno de los pioneros de por acá, y esto era todo campo. Empecé a venir al matadero cuando tenía 6 ó 7 años, anduve mezclado entre toda esa gente, andaba al pedo, hablando en criollo, pero conocía todo el ambiente de cada uno, el modo de proceder, andaba con toda la barra de gauchos, con todos los viejos, por eso sé del ambiente.
Se trabajaba mensual, cada dos o tres personas tenían su patrón, el matarife tenía su personal, cada uno diferente. Después había un plantel grande de changadores que changaban por día y ahí se hacía todo a pulso, nada de sierra eléctrica como ahora. Y la carne se retiraba en carros tirados a caballos y se repartía en Rosario y a los alrededores, en los pueblos de alrededor. En ese tiempo se mataban más de mil animales por día hasta que lo vendió (el intendente Luis) Carballo. Para las fiestas se mataban dos o tres mil ovejas, cerdos, para Rosario y pedían de los pueblos circundantes, el de las ovejas era Ramazzotti. Después había matanza de cerdos aparte, playa de cerdos, playa de novillos, playa de oveja, todo aparte y se compraban en las estancias grandes, primero se traían por arreo, después se reemplazó con los camiones y había que cuidar las manadas por acá cerca hasta poder entrar al matadero y el gaucho trabajó mucho en el arreo hasta que se fue perdiendo cuando se comenzó a usar tanto los camiones. Se terminó completamente.
Cada feria tenía su vallado, su desembarcadero, pero después se concentró todo en el matadero, había dos o tres mil animales. Había varios consignatarios. Estaba el capataz playero, apartaba los animales para llevarlos a matar y después trabajaba con el cuchillo y cobraba casi dos sueldos, estaba bien y si faltaba más se subía al caballo e iba a buscar más y así.
¡Usted sabe!, acá abajo desembarcaban hacienda desde el río, en Gutiérrez abajo y como venían las chatas llenas de animales, eran balsas con barandas, de Entre Ríos, de las islas y como no podían atracar las largaban al salto como a 50 metros de la costa y con canoas se las arreaba hasta la costa y se los llevaba por arreo hasta el matadero. Venía una hacienda mala, chúcara, arisca y después se hizo el brete que atracaba la lancha y venían por una manguita, y después donde está el "Patio del Mercado", era la feria y habría más o menos unos 50 o 60 matarifes, cada uno mataba 30 ó 40 animales por día. Hoy que es más grande Rosario, se mata menos que en esa época. Trabajaban 700, 800 obreros. Todo a mano, a pulso, a sierra y hacha que se usaba para el espinazo que era más grueso y duro. Se carneaban toros para embutidos. Al lado había un portón por Gutiérrez para entrar las tropas, pero después entraba Arancibia para el pasto. (Fernando)
* Bueno, las curtiembres pasaron. Primero recibían las barracas los cueros, había quien acopiaba. En el matadero municipal había quien acopiaba el cuero, quien acopiaba el cebo, quien acopiaba las cabezas, quien acopiaba todo eso. Uno de los mayores tipos así que acopiaba cuero en el matadero municipal era Estao, uno de los mayores que acopiaba cabezas y menudencias era Bastac, otro era la familia Troncoso, que estaba el padre y los hijos, y había uno que acopiaba la hiel, que le decían el Apilincha, pero no me voy a acordar nunca nunca el apellido. El Apilincha le pegó un tajo en la cara, lo desfiguró todo al que era el encargado de la faena de CAP, un tal Zapata.
Bueno, después mi padre empezó a juntar hiel también, en el matadero municipal. Ahí vivían todos, de eso vivían todos. El que faenaba necesitaba tres menudos pero había matado supuestamente 20 vacas, tenía 3 menudos para el carnicero, tenía usted que compraba menudencias "te vendo tanto", "sí, bueno, llevátelas". Mi papá trabajaba mucho con los nonatos. Es decir, no estaba prohibida en aquel tiempo la venta de carne de nonato, así que... El nonato cuando es chico, cuando es muy prematuro, no tiene pelo, tiene una especie de baba, con eso mi papá hacía los parches de los tambores, para tocar el tambor, y se lo vendía al Regimiento XI. (Cristóbal)
(Entrevistas de Silvia Gergolet, Graciela Donadille y Silvia Simonassi)
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