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 domingo, 22 de agosto de 2004

Un modelo autoritario y vetusto para la región

Pablo Díaz de Brito / La Capital

El rechazo de la oposición venezolana a admitir su derrota, aun cuando la OEA y el Centro Carter -con más de 50 elecciones monitoreadas en su haber- ratificaron su dictamen mediante una auditoría, deja a los adversarios de Chávez en un nivel de credibilidad internacional sencillamente nulo. Ya habían mostrado su ceguera desvirtuando un legítimo movimiento de protesta popular al sumarse al golpe de 2002. Y luego ratificaron su torpeza con una huelga salvaje de 63 días que dejó a buena parte de la sociedad pensando si no eran aún peores que los chavistas, justo cuando éstos estaban por el piso luego de cuatro años de continuo descenso del nivel de vida.

Sin embargo, el debate sobre Venezuela no es acerca de esta oposición obtusa, ni tampoco sobre la necesidad de redistribuir la riqueza en un país rico repleto de pobres. Es sobre la democracia a secas. Sobre la total ausencia de división de poderes, sobre el continuo recorte de los espacios de disenso que el país sufre desde febrero de 1999, cuando Chávez llegó al poder. Es sobre si se apoya o no a un régimen claramente hegemónico y autoritario.

Se alega contra estas críticas "gorilas" que la figura del referendo revocatorio de la Constitución de 1999 es única en el mundo y demostrativa del carácter democrático de la "revolución boliviariana". Lo que se calla es que también es único el doble período de seis años de mandato presidencial que Chávez impuso en esa Constitución, y que además repite continuamente un eslogan, "Hasta el 2021", que demuestra que, si puede, tampoco respetará este desmesurado límite.

Se trata, entonces, de poner en duda la cultura política democrática de quienes proponen a Chávez como modelo a seguir. Son los mismos que sufren de una inmutable ceguera ante el carácter dictatorial de Fidel y defienden sin concesiones su "revolución" (que ya dura 45 años y por lo tanto no es revolución sino pura y violenta "conservación").

En suma, ¿qué clase de izquierda se está postulando para gobernar en América latina? Socialdemócrata seguro que no. Hace 20 años que los socialdemócratas superaron eso de practicar la democracia en casa y llenar de loas a Castro. Un debate viejo, que les provoca una sonrisita complaciente cuando se les menciona el asunto.

En cuanto a Chávez, la izquierda democrática europea ni siquiera roza la idea de verlo como ejemplo, salvo en sentido negativo. Rechaza con desprecio su carácter groseramente populista y "la restricción de los espacios democráticos", como señala Marina Sereni, responsable de asuntos exteriores del principal partido opositor italiano, Demócratas de Izquierda.

En América latina, en cambio, Evo Morales se entusiasma: "Ahora tenemos dos comandantes, Fidel y Chávez", exclamó ante los resultados del referendo venezolano. Como modelo a seguir en nuestra región, en efecto, ahora, además de Cuba está Chávez: al senil modelo stalinista se suma el aún más antiguo e igualmente fallido del populismo nacionalista, siempre encarnado por un militar.

La "nueva" izquierda es así en realidad muy, muy vieja: es más, es la misma de antes. A la que le viene como anillo al dedo aquella frase que Talleyrand aplicó a los Borbones, cuando volvieron al poder en Francia a la caída de Napoleón: "No habían olvidado nada, y no habían aprendido nada".

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