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 domingo, 15 de agosto de 2004

Los capitanes de la biotecnología
La era de la genómica alienta una nueva generación de emprendimientos empresariales

A fines de los 80 se supo conocer a los grandes empresarios del país, es verdad que no siempre con la mejor onda, como los capitanes de la industria. ¿Habrá llegado la hora de los capitanes de la biotecnología? El potencial que abre la llamada sociedad del conocimiento alienta a viejos y nuevos emprendedores a explorar en el mundo de la ciencia un camino hacia los buenos negocios pero también hacia una nueva forma de vinculación con el Estado, ya no a través de subsidios y protecciones, sino como socios.

Una expresión de esta voluntad es el proyecto del Instituto de Agrobiotecnología de Rosario (Indear), cuyos avances se presentaron esta semana en el marco del congreso de la Asociación de Productores en Siembra Directa (Aapresid), y que a mediados del año próximo comenzaría a funcionar en La Siberia, con un plantel de entre 60 y 100 investigadores propios y del Conicet.

La iniciativa de esta sociedad, conformada en partes iguales por las empresas Bioceres y Biosidus, permitió reactivar un viejo proyecto de convertir los terrenos del Cerider (el organismo que coordina a los institutos de investigación del Conicet) en un verdadero parque tecnológico. En el caso de la biotecnología, la llegada de Indear, más la posibilidad cierta de emprendimientos públicos binacionales con España y la Unión Europea y el traslado de los institutos de investigación pública ya existentes, podrían generar en los próximos años una masa crítica de cerca de 300 investigadores trabajando en un campo que desde hace ya un buen tiempo es "la pomada" a nivel mundial.

Aunque no está en los primeros lugares de la carrera, Argentina tiene allí una de las pocas posibilidades de protagonizar una revolución tecnológica, por sus científicos (ha conocido de premios Nobel) y por el desarrollo de punta que alcanzó el sector agropecuario.

No es casual que un grupo de productores agropecuarios se haya reunido hace dos años para conformar Bioceres, una incubadora de proyectos biotecnológicas que vincula a los inversores con los científicos (mayoritariamente del sector público) para generar productos patentables derivados de la investigación en este área. A mediados de 2002, en el marco de un congreso de Aapresid, productores hacían cola para suscribir sus cuota-partes mientras que Juan Enriquez, un prestigioso investigador de Harvard, sacudía al auditorio advirtiendo que en las primeras décadas del siglo XXI "el éxito o el fracaso de los países pasará por entender o no el lenguaje de la genómica".

Víctor Trucco, presidente durante 15 años de la entidad que difundió la utilización de la siembra directa en el sector agropecuario, fue principal impulsor de esa iniciativa que apuntaba a convertir a los empresarios agropecuarios en "empresarios de la biotecnología".

"Hemos ingresado en la sociedad del conocimiento y por lo tanto tenemos que ser capaces de aprender de los conocimientos actuales y generar los propios, el futuro depende de que seamos capaces de crear las compañías apropiadas para proveer al mundo sus soluciones", señaló el empresario, quien describió el punto de intersección entre el campo y la moderna genómica: "En el futuro, las proteínas incluirán software y biotecnología, ya que serán alimentos de la sociedad del conocimiento, nutricionalmente balanceados y tenemos que hacer el esfuerzo, para que también sean argentinos".

Titular del grupo farmacéutico Sidus, Marcelo Argüelles creó en 1980 la compañía Biosidus, para desarrollar y producir medicamentos a partir de biotecnología. La empresa actualmente exporta 6 proteínas recombinantes a 30 países. Uno de los productos de la compañía es la hGH, hormona humana del crecimiento que permite combatir el llamado enanismo hipofisario.

La empresa produce y exporta este fármaco a partir de la técnica del ADN recombinante, pero es probable que en algún tiempo lo pueda hacer partir de su "tambo farmacéutico". Es en que en 2002 Biosidus obtuvo la primera ternera clonada de América latina: Pampa. Pocos meses después presentó Pampa Mansa, la primera ternera clonada y transgénica, con el gen que produce la hormona de crecimiento, incorporado. Hoy la dinastía se completa con Pampa Mansa II y III, y la idea es que su leche sirva de insumo para la producción del fármaco. "Un rodeo de 15 vacas produce más que la demanda de todo el mundo", señaló Argüelles.

El interés de Biosidus en Indear tiene que ver precisamente, con la posibilidad de desarrollar plantas capaces de producir fármacos, en lo que se conoce como biotecnología de segunda generación.

En la presentación del centro de investigación se destacó la novedad que significa esta colaboración entre el sector público y privado. El emprendimiento tendrá financiamiento privado y los investigadores del Conicet que trabajen en los diferentes proyectos recibirán honorarios extras y serán socios de los resultados que se obtengan. "Los mecanismos de vinculación en realidad siempre existieron, lo que pasa es que los estamos usando a fondo", señaló alejandro Mentaberry, director del proyecto.

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Víctor Trucco (Bioceres) y Marcelo Argüelles (Biosidus) presentaron Indear.

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