| domingo, 18 de julio de 2004 | La herida en servicio, el comienzo de un calvario para los policías A las secuelas físicas, se suman los traumas psicológicos. Dicen ser presionados para retornar a funciones que nopueden ejercer. Que sufren descuentos salariales y problemas con las prestaciones médicas, y que la fuerza los relega Leo Graciarena / La Capital "Para la policía soy una cifra. Me siento como una cosa, un número de cobro, no me siento considerado como persona". Uriel Turigino es un policía herido en un motín en septiembre de 2000 y hoy está bajo tratamiento psiquiátrico con carpeta médica. Turigino encarna la realidad de otros efectivos lesionados en servicio. Dicen sufrir descuentos en su haberes como si estuvieran enfermos cuando en realidad fueron heridos y que sus sueldos son mutilados hasta quedar en rojo. Les cuesta hablar porque temen sanciones disciplinarias. Alegan sufrir presiones para reincorporarse sin el alta médica y muchos están bajo asistencia psicológica. Dicen sentir que ni la fuerza ni el Estado provincial se ocupan de sus problemas.
Este es el lado menos expuesto y más oscuro de una policía que tiene en Rosario cerca de 4.250 agentes, de los que un 70% está abocado a la seguridad según datos de la Unidad Regional II. Muchos de los heridos en actos extraordinarios de servicio, como se lo denomina, tienen muchas cosas en común. Entraron a la fuerza soñando ser policías, sufrieron heridas cumpliendo con su deber, ganan menos de 750 pesos (sueldo estimativo promedio del 80% de la fuerza) y, según cuentan, sufren presiones para reincorporarse. Dicen sentirse policías de segunda, que heridos en sus cuerpos no pueden acceder a prestaciones adicionales que los ayudan a sobrevivir. Les cuesta hablar. Tienen miedo a represalias y sus familiares muchas veces son portavoces de sus desdichas.
"Para la fuerza el material humano es descartable. Ese es el principal problema que encontramos. El tratamiento que se nos da no es el de personas sino el de cosas. Hoy estás y mañana no", arguye Alberto Martínez, de Apropol, el gremio que tramita su habilitación para agrupar a los policías santafesinos. "El problema es que al ser tratados como cosas, instintivamente y sin quererlo, nosotros terminamos tratando como cosas a la gente", comenta Martínez. Y agrega: "Los pibes heridos están totalmente desprotegidos. Les descuentan 60 pesos por el presentismo y casi 90 pesos por enfermedad. Y como la obra social, el IAPOS, está saturada, muchos hasta se tienen que pagar los remedios".
"Doscientos mangos pulgosos" "Cuando me desperté de las operaciones me encontré con que todos me iban a dar una mano. Todos iban a tratar de hacer algo por el policía herido... ¿Y sabés una cosa? Es todo verso. Vivo de un sueldo de 200 mangos pulgosos que me dan". Para el sargento Héctor Armoa, de 41 años y 18 de servicio en la policía, el 20 de marzo de 2002 es el mojón que divide su vida. Ese día, estando de franco, Armoa trató de frustrar el asalto en una farmacia de Rondeau y Ricardo Núñez. Intervino, su arma se trabó y recibió dos impactos de 22 mm a quemarropa que todavía lleva en su cuerpo.
"Podría haber evitado ir a la farmacia. ¿Pero los que me conocen qué hubieran pensado? «Es un cobarde ¿Para qué anda con una pistola en la mano? ¿Para qué es policía?» Para la provincia soy un número de cobro, nada más. Pero en realidad soy una persona. Y me siento tratado como un número más....", cuenta con bronca en la voz y la mirada. "A mí me descuentan del sueldo licencia por enfermedad cuando en realidad esto me pasó en acto de servicio. No me dieron nada. No hay ningún subsidio para nosotros. Al contrario, antes de darnos un subsidio nos descuentan del recibo de sueldo", cuenta Armoa, que espera tener una junta médica el próximo 27.
En sus ratos libres, Armoa era fisicoculturista. Cuando fue herido estaba a días de viajar a Perú para competir, pero todo eso es un amargo recuerdo. "Me enfrenté a dos delincuentes y me pegaron dos tiros que casi me matan. Automáticamente me tendrían que haber ascendido a sargento primero por el acto de valor. Pero no lo hicieron. Y de medallas ni hablemos. Si al menos hubieran tenido en cuenta lo de la jerarquía, que es lo que te incentiva a seguir en la policía. No ascendí y me llegó una notificación explicando que era porque accedía a carpeta médica", explica.
Dice Armoa que el Héctor de antes se murió en la sala de operaciones. "Esto me cambió en todo. Ahora soy otra persona. El de antes no estaría haciendo esta nota. Antes me importaba el ascenso. Tenía miedo que me sancionaran o temía caer en disponibilidad. Ahora no me importa. No me ascendieron, porque el ascenso se lo dan a los que se mueren o a los que se arrastran. Así funciona la ley policial", explica.
Está indignado: "Los jefes policiales no saben lo que es tener dos balazos en el lomo. Ellos te dicen «a nuestra gente no la vamos a dejar de lado». ¿Y qué recibí? Nada. Peleé por un seguro miserable y me pagaron dos pesos pulgosos. ¿Y el seguro de la provincia? ¿Y el seguro mutual? Lo primero que me dijeron cuando presenté los papeles fue «esto no te sirve. Tenés que estar muerto para que te corresponda algo». Para qué quiero la guita de muerto..."
"Tengo el sueldo en rojo" A Uriel Turigino lo tomaron como rehén junto a otros dos compañeros en el motín del 9 de septiembre de 2000 en la sub 19ª, en Las Flores. Era el segundo motín en ese penal en menos de un mes y una vez sofocado el levantamiento fue clausurado. Turigino, que tenía 25 años, vivía en el barrio y conocía a la mayoría de esos presos porque eran de la zona. "Del motín no me quiero ni acordar. La imagen que me quedó en la cabeza es cuando un detenido lo atravesó a un compañero con una chuza. Ahí nos pegaron hasta decir basta, nos orinaron y estuvimos como doce horas con una chuza en la garganta".
Apartándose del vocabulario de rutina en la fuerza, el agente confiesa. "Yo cobro 43 pesos de bolsillo. Estoy con carpeta médica y no hago adicionales. Me hacen descuentos y tengo una cuota de 200 pesos de vivienda. Por eso me quedó el sueldo en rojo. Cobro 43 pesos que es el salario familiar de mi hijo".
Varios meses después del motín Turigino se reincorporó al servicio trabajando en tareas administrativas "en labores específicas sin contacto con detenidos", según comenta. "Tengo estrés postraumático con depresión y estoy bajo tratamiento psiquiátrico", dice. Pero con la creación de la Patrulla Urbana, en abril pasado, fue cambiado de destino y puesto, con su arma, en la calle. "Ahora tengo constantes discusiones con mi familia. No es que no quiera trabajar, no quiero volver a la calle por mi bien y el de toda la sociedad. Si hago una locura, ¿quién lo va a pagar? La sociedad. Si cruzo a alguien y me parece que es uno de los del motín... ¿Y si no es?", inquiere. Después aclara que de propia iniciativa entregó su arma.
"Antes del motín yo era un policía que no tenía problemas. Era el primero que iba a salir. Ahora me mandas a la villa y tengo todos los temores. A mí en el motín casi me matan y la policía no me da un trato acorde", sintetiza.
"El hecho ya pasó, la vida sigue, otros se llevan la plata y nosotros caemos. Salió el tema de la demanda que tengo contra la provincia y todo el mundo me dice «pero vos vas a cobrar»... Y a mí eso me interesa hasta ahí, porque quiero estar bien. Lo estaba hasta que me salió el pase a la Patrulla Urbana".
"Ser policía no es fácil" Está claro que ser policía es una opción y, como cuentan que les repiten una y otra vez mientras buscan soluciones oficiales a sus problemas, "ser policía no es fácil". Liliana Zárate estaba el miércoles 1º de agosto de 2001 en un lugar en el que no debía. Un cambio imprevisto en los adicionales que realizaba en el hipermercado Makro a pedido de una compañera embarazada fue el comienzo de su penosa odisea. Mientras trabajaba, dos ladrones le dispararon cuatro veces y una bala calibre 45 se le incrustó cerca del nervio ciático del lado izquierdo. Tenía 25 años y una beba de ocho meses a su cargo. Prestaba servicio en la sub 23 de barrio Rucci luego de salir de la academia policial en el año 2000.
(sigue en pág. 33) enviar nota por e-mail | | Fotos | | Uriel Turigino fue rehén en un motín en la sub 19ª en septiembre de 2000. | | |