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 miércoles, 07 de julio de 2004

Néstor Kirchner: "Prefiero ser un pingüino a un vampiro que chupe la sangre"
Utilizó una curiosa frase para diferenciarse de sus antecesores, especialmente de Menem

Gabriela Zinna-Walter Palena-Pablo Procopio-Carlos Colombo-Lucas Ameriso-Lisy Smiles / La Capital

El presidente Néstor Kirchner dijo ayer en Rosario que prefiere ser un pingüino, como despectivamente lo llaman, a ser un vampiro que le chupa la sangre al pueblo. Sin recurrir a nombres propios, como es su costumbre, el jefe del Estado hizo alusión a los que lo antecedieron en el cargo, aunque esa comparación pareció estar más dirigida a lo que él siempre denomina como "la nueva década infame", dominada durante diez años por Carlos Menem y sus aliados.

Kirchner aprovechó ayer en Rosario la firma de una catarata de convenios para replicar, en un discurso de fuerte tono político, las últimas críticas que recibió por parte de algunos sectores de la Iglesia, de la ex diputada Elisa Carrió y del ex presidente Raúl Alfonsín. También rechazó el pedido de mano dura con los piqueteros e intentó bajar el nivel de confrontación que mantiene con el jefe del peronismo bonaerense, Eduardo Duhalde (ver aparte).

"Prefiero ser un pingüino, que respira paz y vuela, que un vampiro que le chupa la sangre a los argentinos, como los que se fueron". Esa fue la frase que eligió para clausurar su discurso en el teatro El Círculo. Antes, deslizó una variedad de comentarios que pendularon entre su clásica retórica antinoventista y ciertos mensajes cifrados destinados a responder las críticas diarias.

Una de ellas es su presunta pasividad ante el accionar piquetero, profundizada en las últimos días por los hechos protagonizados por Luis D'Elía con la toma de una comisaría de La Boca en protesta por el asesinato de uno de los referentes de su sector.

"Los mismos que derrumbaron y saquearon el país son los que hoy dicen, frente a cualquier forma de manifestación social, que hay que proceder de la peor forma", alertó de entrada, generando una ovación de los militantes de Barrio de Pie (sector piquetero aliado al gobierno), quienes ocuparon gran parte de los altos de la sala y que lanzaron insistentes cánticos en contra de Duhalde.

Luego completó su idea con el argumento oficial de optar por no reprimir las manifestaciones de los desocupados y de estar siempre proclive al diálogo: "Yo no vine a enfrentar a argentinos con argentinos. Llegué al gobierno a poner todo mi amor y solidaridad para unir a todo el pueblo a través del trabajo y la inclusión social".

El siguiente tramo lo destinó a contestarle, también sin nombrarlo, al obispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, quien había dicho que no sólo le preocupaba la escalada piquetera sino el grado de marginación social existente. "Ahora a algunos les asusta la pobreza que hay en la patria. Hablan de los pobres y apenas lo ven por televisión; creen que no tenemos memoria", disparó en clara alusión al religioso (ver página 8).

Tampoco se salvó del palazo la líder del ARI, Elisa Carrió, quien ayer por la mañana había manifestado que Kirchner parece un gobernador que ante cualquier problema contesta que va a hacer una obra pública. Por la tarde, ya en Rosario, el presidente recogió el guante y le replicó en forma elíptica: "Escucho a dirigentes que les molesta la obra pública. Se ve que no han caminado mucho la calle o no se dan cuenta cuando un vecino necesita el agua, la cloaca y una vivienda digna", respondió, para luego cerrar ese argumento con una de sus ideas fuerza: la presencia del Estado a través de la obra pública. Todo le calzó al dedillo por el contexto en que lo dijo: la firma de convenios para obras de infraestructura para Rosario (página 4).

En otro ataque frontal hacia lo que el presidente llama el establishment -que amplifica sus ideas en cenáculos y medios de prensa-, Kirchner los impugnó directamente dejando entrever que no tienen autoridad moral para formular sus ácidas críticas. "Se quieren hacer los distraídos. Hablan diciendo lo que hay que hacer, cuando vaciaron la patria, saquearon las empresas y nos quitaron la dignidad", refutó el jefe del Estado.

Ya sin la teoría del complot como arma mediática, Kirchner volvió otra vez sobre este punto, pero esta vez le dio otra idea a la supuesta conspiración en su contra. Fue ahí cuando volvió a usar la figura del chupasangre. "Los vampiros que denuncio están dentro y fuera del país, y algunos tratan de inviabilizar al gobierno", dijo minutos más tarde de concluir su discurso, otra vez arriba del escenario luego de arrojarse a la platea para saludar a sus seguidores entusiastas. Esta vez, y sólo por milagro, no se llevó ninguna marca en su rostro.

Kirchner llegó a Rosario acompañado por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido y el secretario de Cultura, Torcuato Di Tella, entre otros funcionarios nacionales. La comitiva se trasladó desde el aeropuerto hasta el teatro El Círculo en varias combi y con una fuerte custodia policial. Por ahora, cayó telón.

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Néstor Kirchner volvió a desplegar su retórica para acusar a los que "quebraron y saquearon" al país.

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