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 domingo, 13 de junio de 2004

Pesadilla doméstica. La historia y los dichos de una chica de 17 años que baleó al padre por sus abusos sexuales
Un estallido de angustia y pólvora como broche de un infierno hogareño
El es un mecánico estimado en el trabajo y el barrio. Al dispararle, su hija volvió pública su otra cara. Y su calvario

María Laura Cicerchia / La Capital

"Esa madrugada me desperté varias veces muy acongojada porque ya no podía más con la situación que se vivía en mi casa. Mi padre abusa de mí desde que tengo cinco años. Por eso agarré su pistola y le disparé". Carla, la joven de 17 años que baleó a su padre para poner fin a una crónica reiteración de violaciones y maltrato familiar, no tomó esa determinación sin haber buscado antes una salida menos drástica. Pero había comprobado que pese a las denuncias por maltrato, los pedidos de ayuda y la intervención de un juzgado de Familia, su padre terminaba de nuevo en el hogar. Y que el círculo de violencia siempre recomenzaba. La carga de sufrimiento que acarreaba desde hace años hizo eclosión hace doce días. "Lo quiso matar. Con eso solucionaba el problema. Pero falló", analizó un funcionario que estuvo en contacto con la chica.

La familia de Carla no se encontraba desamparada; no transitaba por la situación de violencia doméstica a espaldas de los grupos de ayuda. Desde hacía un año intervenían en el caso especialistas del Programa Municipal de Violencia Familiar. Un juzgado de Familia había dispuesto la exclusión de hogar del padre, un mecánico de 35 años. Y la madre de la chica asegura haberlo denunciado varias veces en una comisaría por sucesivas golpizas. Pero esa red de contención no impidió que el martes 1º de junio la adolescente intentara poner fin al horror por su cuenta.

"Cuando era chica le conté a mi mamá de los abusos y sé que hizo la denuncia. Cuando mi padre se enteró de esto la golpeó y amenazó. Luego ella me dio a entender que había retirado la denuncia. Entonces ya no confié en nadie. Y durante todos estos años él siguió forzándome a tener sexo", explicó la joven, estudiante de noveno año de EGB. Ahora está imputada de abuso de armas.

La chica no quedó presa por haber atentado contra la vida de su padre. Pero de todos modos el juez Juan Leandro Artigas dispuso su internación en un hogar civil administrado por una ONG, con el propósito de resguardarla y brindarle contención individual. "Se decidió no reintegrarla al hogar, que es la matriz del problema", confió uno de los investigadores.

En ese núcleo familiar Carla tenía un rol clave. Ella se encargaba de las tareas de la casa y del cuidado de sus cuatro hermanos de 14, 7, 4 y 3 años. Su madre, a quien describen como una mujer sumisa, debe guardar reposo absoluto porque padece artritis reumatoidea, una enfermedad ósea que le impide hacer esfuerzos y que la obliga a tomar ocho calmantes diarios. Desde que le amputaron un dedo del pie derecho casi no pude caminar. En ese marco, el padre ejercía un dominio absoluto en gran medida sostenido desde lo económico. "El traía la plata, él hacía las reglas", describió una fuente judicial. Tanto la madre de Carla como sus hermanos varones eran blanco constante de agresiones, insultos y amenazas.

"Son 20 años de tortura". Así resume la madre Carla el tiempo que lleva viviendo en pareja con el padre de sus hijos, quien ahora se encuentra preso en el penal de Arroyo Seco por abuso sexual calificado por el vínculo. La mujer, de 40 años, nacida en un pueblo del norte santafesino y sin familiares en Rosario, lo conoció cuando trabaja limpiando hoteles y casas de familia. Cinco años atrás la familia se mudó junto a otros vecinos desde el barrio San Martín sur a una complejo estatal de viviendas de Provincias Unidas al 4000. Allí los chicos iban a la escuela por la mañana, la madre mantenía reposo y el padre trabajaba hasta la tardecita en un taller de rectificación de motores.


El día y la noche
"Durante el día los chicos estaban bien. Pero se acercaba la hora en que mi marido volvía de trabajar y se les venía el mundo abajo. Cuando él estaba en casa no podíamos hablar, no podía venir nadie. La gente le molestaba, el ruido le molestaba. Me golpeaba por cualquier idiotez. Llegué a orinar sangre durante dos semanas. Me pegaba patadas con botines de cuero. Hasta tiros me ha pegado", describió su martirio Silvia. La mujer marcó una clara línea divisoria entre el modo como se comportaba su pareja dentro y fuera del hogar: "En su trabajo, con los vecinos, es una excelente persona. En todos los lugares donde trabajó tienen un gran concepto de él". Según una calificada fuente judicial, esa lógica es frecuente en los casos de maltrato: golpeadores que gozan de una buena consideración social pero puertas adentro reproducen un infierno.

La situación de maltrato también alcanzaba a Carla: "Nos tenía casi encerrados a mí y a mis hermanos. Solamente nos dejaba ir al colegio", relató la joven. Contó que desde chiquita, su padre aprovechaba la ausencia de su mamá para abusar de ella: "Mamá nunca nos vio en la cama. El esperaba que ella se fuera para tener relaciones conmigo. Y me amenazaba con mandar a mis hermanos a un internado si yo lo denunciaba". El hombre tampoco le permitía encontrarse con su novio: "Le prohibió que tuviera novio. Lo echaba. Decía que ella era muy chica para eso. Cuando el novio vino a verla, lo echó", detalló Silvia. La mujer dice haber pedido ayuda infinidad de veces. Y admite que en todas esas ocasiones terminó volviendo al punto de partida: "Cuando lo denunciaba, él estaba un par de horas preso y volvía más agresivo todavía. Amenazaba con sacarme los chicos. O yo le permitía volver porque no podía mantenerlos".

El año pasado, a través del centro Crecer al que acudía uno de los nenes más chicos, Silvia se contactó con el Teléfono Verde de la Secretaría de Promoción Social municipal (SPS). Desde el área dieron intervención al juzgado colegiado de familia. Mientras se tramitaba una resolución judicial, la mujer y sus hijos estuvieron en un hogar transitorio para víctimas de violencia doméstica. Finalmente el juzgado dispuso le impidió al mecánico volver al hogar. Pero más adelante todo volvió a ser como antes: "Un día él volvió diciendo que sus abogados habían arreglado todo. El sabe hablar y defenderse. Y yo no tenía adonde ir. Durante un tiempo estuvo bien. Después empezó a agredirnos de nuevo".

Mientras tanto, todos esos vaivenes fueron dejando marcas en Carla. Hasta que la joven resolvió usar un arma. La madre de la jovencita conocía los planes de su hija. "Ella me dijo que era hora de que termináramos con esto. Que mataba a su padre o se mataba ella".

Esa mañana, relató Silvia, su esposo salió a trabajar como de costumbre. Pero retornó a las 7.40 porque había olvidado un repuesto. En ese momento, desde el dormitorio, Carla accionó el revólver Ghunter calibre 22 que su propio padre le había enseñado a gatillar. El tiro impactó en el pómulo izquierdo del mecánico pero sólo le causó una herida leve. "En ese momento me puse como loca, me desesperé", precisó la muchacha. En el momento su padre no buscó atención médica. Decidió no ir a trabajar e impidió a sus hijos que salieran de la casa. Carla contó que le propuso una suerte de trato: "Vos me respetás, yo te respeto. Acá no pasó nada y esto fue un accidente".

"Le dije que no, que no quería que me tocara más. Que yo quería salir y tener una relación sana con mi novio. Le pedí ayuda a mi hermano para que fuera a buscar a la policía. Cuando llegaron (los policías), mi padre negó todo. Pero me vieron temblando. Me llevaron aparte y ahí les conté".

Desde ese día el mecánico está preso a disposición del juez de Instrucción Alfredo Ivaldi Artacho y la joven a resguardo en un hogar. "Lo que yo quería es que todo esto terminara", expuso la chica en su declaración. Sólo con el paso del tiempo sabrá si logró su propósito o si aún existe margen para que la historia vuelva a repetirse.

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La casa de zona oeste, escenario del drama. El padre ahora está preso en Arroyo Seco.

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