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 sábado, 12 de junio de 2004

Francia y Rioja
Hasta lo que había en las billeteras de las empleadas
Dos hombres que fingieron ser clientes dieron vuelta un local de CTI. Robaron la recaudación y celulares

Faltaban cinco minutos para las 5 de la tarde. Los dos hombres muy abrigados llegaron a la sucursal de la empresa telefónica CTI de Francia y Rioja, situada a dos cuadras de la comisaría 6ª. Primero entró uno de ellos y se sentó en el salón frente a una empleada como un cliente más. Después ingresó el otro. Que el plan era distinto de hacer compras quedó claro cuando desenfundaron una pistola nueve milímetros, inmovilizaron a las tres trabajadoras que tenían enfrente y se llevaron dos mil pesos, algunos celulares y lo que había en las billeteras de las empleadas.

Marcela, una de las tres empleadas, creyó que era alguien interesado en contratar algunos de los servicios de la compañía cuando le abrió la puerta al muchacho vestido con ropa negra y que tenía su rostro cubierto con una cuellera y un gorro de lana. El hombre se sentó frente a ella casi en el mismo momento en que otro tocaba el timbre y una trabajadora le franqueaba el paso.

"Vi la silueta de un muchacho que se acercaba a mi oficina. Y apenas levanté la vista ya estaban los tipos con Marcela. Sacaron el arma y comenzaron a preguntarnos dónde había plata mientras nos pedían que no les mirásemos las caras, explicó Nancy, una de las empleadas. Primero los maleantes buscaron en los cajones del escritorio que está en la recepción, pero allí no encontraron efectivo.

Entonces se aplicaron al método intimidatorio. "Más vale que haya guita", dijo amenazante uno de los malhechores. Después entraron a una de las oficinas y revisaron los cajones de los escritorios hasta que encontraron un sobre azul donde estaba guardada la recaudación. Recogieron los dos mil pesos y algunos celulares incluido los de las tres trabajadoras. Después abrieron las carteras de las mujeres y se apoderaron de unos 400 pesos.

Antes de irse, encerraron a las empleadas en el baño y arrancaron los cables del teléfono fijo. Las víctimas del atraco creyeron que el ilícito llegaba a su fin cuando escucharon que uno de los ladrones le decía su socio que pusiera en marcha la moto en la que habían llegado. Ansiosas y perturbadas, las mujeres salieron al local. Pero todavía estaba en la puerta el intruso vestido con un campera de jean. "Les dije que se quedaran adentro si no quieren que les pase nada", vociferó el maleante.

Las trabajadoras volvieron al baño y, un rato después, cuando escucharon el ruido de la puerta que se cerraba salieron a la calle. Vieron al asaltante caminando tranquilamente por Rioja hacia el oeste, alejándose, aunque no distinguieron si el cómplice se iba en la moto. "Tal vez lo esperaba en la esquina", especuló Nancy todavía algo estremecida por el atraco que sufrió. "No sé cómo mañana le voy a abrir la puerta a un cliente sin saber si es o no un ladrón", cavilaba.

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