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 sábado, 12 de junio de 2004

Absuelven a un chico acusado de matar a otro por sus zapatillas en barrio Ludueña
Por el robo sí, por el asesinato no
Le dicen Panza y pasó un año preso por la muerte de Carlos Achával. Ahora deben definir si le sustrajo el calzado

María Laura Cicerchia / La Capital

No lo mató, pero sí le robó las zapatillas. Esa es la participación que según la Cámara Penal tuvo un menor de 17 años en la causa por la muerte de Carlos Fernando Achával, un joven colaborador del padre Montaldo asesinado de una puñalada la madrugada del 6 de abril de 2003. El adolescente estaba imputado del asesinato por la declaración de un testigo, quien lo vio poco después del crimen con las zapatillas de Achával en la mano. Pero como no hubo evidencias directas de que él haya sido el homicida, lo absolvieron de esa acusación. Sólo deberá responder por el robo del calzado, que a criterio de la Sala IV de la Cámara Penal cometió aprovechándose de la indefensión de Achával cuando éste ya se encontraba herido de muerte.

Panza, el menor que estuvo casi un año preso por el asesinato de Achával, recuperó la libertad el 19 de marzo pasado. Ese día el juez de Menores Juan Leandro Artigas lo absolvió por el beneficio de la duda. Entendió que no existía "material probatorio que establezca la forma en que se desarrollaron los hechos". Luego el fiscal de Cámaras José María Peña apeló y le pidió a los jueces de Cámara que Panza fuera considerado autor del homicidio.

Sin embargo, los tres jueces de la Sala IV mantuvieron la absolución de Panza en cuanto al homicidio. Para ellos, nada prueba que el menor haya sido quien lo cometió. Pero sí entendieron que, por apropiarse de las zapatillas de la víctima, debe ser imputado de un hurto calamitoso. Es el que se comete aprovechando un desastre o el infortunio de la víctima.

Para adoptar ese encuadre se basaron en el relato del único testigo que declaró en el caso, un amigo de Achával que fue el último en verlo con vida y que luego lo encontró muerto en Gorriti al 5900 de barrio Ludueña. "A las 3 de la mañana vuelvo de un baile al que no me dejaron entrar y lo veo a Panza en una placita afilando algo, aunque no pude ver bien qué es. Volví a mi casa y después salí a comprar cigarrillos en un quiosco de Gorriti y Magallanes", relató el testigo. Allí, según dijo, vio que Achával corría perseguido por Panza. Un rato más tarde vio que la abuela de Panza llevaba a éste del brazo. Su nieto, dijo, llevaba en la mano el par de zapatillas que momentos antes tenía la víctima. "Después encontré a Fernando tirado en el piso. Vinieron otros pibes de la capilla y les avisamos a los padres".


Con la mamá a Tribunales
El muchacho, que después reconoció en una rueda de personas al sospechoso, resaltó que Panza era conocido en el barrio como un pibe conflictivo: "Siempre que lo veo trato de esquivarlo. Lo conozco bien porque es agresivo, siempre está buscando problemas". En efecto, la madre de Panza reconoció que su hijo tiene problemas y es consumidor de drogas. Tras el crimen, el menor desapareció de su casa y nueve días más tarde se presentó espontáneamente en el juzgado en compañía de su madre.

.El muchacho fallecido tenía 16 años. Cursaba noveno año de la EGB, recibía un subsidio por participar de talleres educativos e integraba la agrupación de jóvenes Los Leones junto a otros ex alumnos del militante religioso Claudio Pocho Lepratti, asesinado por un policía durante la conmoción callejera de diciembre de 2001. Como su familia, era colaborador del padre Edgardo Montaldo. Cuatro meses antes le habían robado las zapatillas y juró que no volvería a ocurrirle. La noche en que lo mataron salía de un cumpleaños. Estaba solo y desarmado pero igual resistió el ataque.

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Achával (izq.) era colaborador del padre Montaldo.

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