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 domingo, 30 de mayo de 2004

Un juego que fue más lejos de lo esperado

Ser padre y tener los hijos lejos es duro. Más si se trata de Romina, que siempre fue una luz en la casa de los Lanaro, y eso que a Gladys y Sergio, sus padres, no les sobra el tiempo. Entre el trabajo, la casa y los varones, que tienen 15 y 12 años y 8 meses, tienen con que entretenerse. Aunque extrañen, aunque se mueran de ganas de abrazar a la nena, que no por nada es la mujer y la primera.

"Todo empezó como un juego, pero cuando la cosa fue tomando otro color se presentó un problema: había que convencer a Sergio", confesó con tono infidente Gladys, y sonrió: "Nos costó un poco, pero lo logramos. No fue fácil, sobre todo porque puso una única condición: si estaba decidida a ser modelo tenía que hacerlo seriamente".

No era un requerimiento menor. Sergio, de 46 años, empleado en una empresa metalúrgica que comercializa autopartes y docente de artes plásticas en la escuela Manuel Musto, lo tuvo claro desde un primer momento. "Somos una familia a la que le gustan las cosas claras -dijo-. Estoy muy tranquilo con su elección porque a medida que fue creciendo me demostró que ella no iba a dejar de ser quién es íntimamente".

Contradiciendo las presunciones, que Romina sea mujer no fue un escollo a la hora de tener que dejar la casa paterna. "No hacemos diferencias entre Romina y sus hermanos -aseguró Sergio-. El sexo no tiene nada que ver y no hay mayor libertad para ellos que para ella. No me considero machista, por eso tiene y tendrá toda nuestra confianza".

Confiar en Romina es fácil. Es alta, elegante y, sobre todo, muy sexy. Lo heredó de sus padres, aunque ellos se hagan los desentendidos. "¿A quién salió tan linda?. Ah, no sé. Me la deben haber cambiado en el sanatorio", bromeó Gladys con modestia, y soltó una risa satisfecha, que sonó a un brindis por los sueños cumplidos. Sean cuales fueren.

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